“Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más.”
Con estas palabras se despedía Virginia Woolf de su marido y de la vida, hace hoy 75 años. La enfermedad mental ganó la batalla y el río Ouse se llevó consigo a la autora de obras tan imprescindibles como “Al faro” o “Una habitación propia”. La nota de despedida de Virginia Woolf me vino ayer a la cabeza tras ver lo que sin duda ha sido y será una de las mejores producciones teatrales que vaya a ver este año, El amor después del amor, que fue galardonada a principios de este mes con el Premio Donostia de teatro.
“¿Por qué no le dije te quiero, qué agradecida estoy por tenerte? Lo pensé, pero no se lo dije. Pensé que habría otros momentos, otros días. Pensé que viviríamos eternamente”, se lamenta Aurora, la protagonista de la obra al acordarse de Edelweiss, la que fue el amor de su vida y su mayor secreto hasta que el alzheimer se adueñó de sus pensamientos y le impidió tener “una habitación propia.” Pasado y presente se mezclan desordenados en la mente de Aurora, los muertos resucitan y los vivos se convierten en completos desconocidos, algunos recuerdos la asaltan con nitidez, mientras que otros se le escapan por los desagües de su cerebro.
Si hay algo peor que perder el norte, es saber que lo estás perdiendo. Virginia lo sabía y Aurora lo sabe, y no puede más que desgarrar el aire con sus gritos enfurecidos y a su vez, desgarrar el corazón de su hija Paula, que presencia estoicamente cómo su madre se va apagando.Pero no todo son apagones en la mente de Aurora. Como en la vida misma, el humor abre ventanas para que entre el aire en espacios donde parece que sólo el dolor es posible. Jugando a este tira y afloja con el espectador, la directora Garbi Losada reinterpreta la narración pictórica de la escultora Dora Salazar, sumergiéndonos en un mundo poblado por fantasmas: los de Aurora en forma de enfermedad mental, los de Paula en forma del recuerdo de la madre que se tuvo que inventar cuando esta la abandonó, el fantasma de Edelweiss apareciéndosele a Aurora para recordarle que un día estuvo muy cerca de tocar con los dedos aquello que llaman felicidad. El extraordinario mundo pictórico de Dora Salazar juega un papel fundamental en la narración, llenándola de una belleza tan brutal como las interpretaciones de Ane Gabarain, Dorleta Urretabizkaia y Sara Cozar.
Aurora, a diferencia de Virginia, no se pudo despedir de su amante ni mantener a salvo sus secretos, pero su cerebro trajo de vuelta el amor cuando más lo necesitaba: justo después del amor.
2 Comentarios
hi
Aun asi, creo que entre todas las formas y formas de teatro posibles, sus formas arcaicas ahora resultan ser la mayoria en la demanda.