Donostia es una ciudad pequeña, pero llena de rincones asombrosos, edificios señoriales que a veces pasan desapercibidos y lugares que deberíamos visitar bastante más a menudo de lo que hacemos. Y más allá de las paradas que todo el mundo conoce y están atestados de turistas -sobre todo alrededor de la bahía- queremos reivindicar cuatro rincones, cuatro txokos, que tienen un atractivo muy especial.
Edificio de Correos
La antigua escuela de artes y oficios alberga desde los años 60 las oficinas centrales de Correos. Ubicado en un costado de la plaza del Buen Pastor (calle Urdaneta, 7) su diseño fue obra de Goicoa (1873). Pero si desde fuera ya impone, espera a entrar y descubrir los altísimos techos y el espectacular lucernario interior que mantiene íntegro todo su esplendor monumental. Precioso.
Benartegi
Gracias a Musika Parkean, hemos conocido este parque semisecreto escondido detrás de la cárcel de Martutene. En realidad, la ribera del Urumea esconde un buen puñado de joyas y ésta es sin duda una de ellas. El caserío, cerrado al público, mantiene un peculiar encanto y la gran explanada central al borde del rió es sencillamente maravillosa.
Fundación Cristina-Enea
Ya el trayecto cuesta arriba por el parque merece la pena. Un bosque frondoso se abre paso hasta llegar a un bello palacio de finales del siglo XIX. La fundación Cristina Enea cuenta con dos herramientas principales (el Centro de Recursos Medioambientales y el Observatorio de la Sostenibilidad) y organiza exposiciones, cine al aire libre y distintas actividades. Merece la pena.
El balcón de la calle Campanario
Ver la Parte Vieja desde lo alto tiene su punto. Y si es sobre una de sus calles más emblemáticas a un lado (calle Puerto), Portaletas al otro y al fondo la bahía, más todavía. La estrecha calle Campanario está encajonada en un lateral de la Parte Vieja. Si llegas, no te pierdas visitar su balcón.
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