Una ley fundamental del halago que yo me sé porque mis ridículos me ha costado aprenderla es la que dice que hay que destacar la segunda o la tercera virtud de una persona, nunca la primera. En el caso más tópico, el de halagar a una mujer con su belleza, es de cajón. Tú dile a una tía buena que lo está y te mirará como las vacas al tren, aunque utilices esdrújulas o acompañes la opinión con unos mariachis. Se lo llevan diciendo desde que nació. En cambio, dile que es generosa, o que es una mujer fuerte, y tendrás una oportunidad, siempre y cuando sea cierto, claro. Si le mientes, lo sabrá antes de que acabes la frase, aunque la trola haya sido decirle lo lista que es.
Esto pasa un poco también con las ciudades, que se cansan de recibir la misma alabanza y pretenden mostrarse versátiles y llenan de atractivos turísticos esos repulsivos collages de los carteles promocionales en el que se ve (en realidad no se ve nada) gastronomía, cultura, vida nocturna y festivales varios de felicidad.
(En todas las ciudades normales, se entiende. Hay ciudades fuera de categoría que no necesitan una estrategia de imagen, les basta con su nombre y su leyenda. Bilbao, por ejemplo, es el indiscutible centro del universo y sobran ejemplos de su jerarquía: el Athletic es el único equipo perfecto que hizo dios, el de la Ribera es el mercado cubierto más grande de Europa y el bollo de mantequilla es una invención cuyo valor objetivo está por encima de la rueda y del mando a distancia. Además, hay un mapamundi de Bilbao en cada bar que lo demuestra y decenas de miles de bilbainos de profesión como yo haciendo una desinteresada e inagotable labor comercial).
San Sebastián ha sido dotada con una belleza natural imbatible, pero como toda mujer guapa quiere que la tomen en serio. Su hermosura es a la vez su premio y su castigo. No le basta que le digan lo bonita que está. Hay que halagarle también su afición a las bellas artes, sus olas urbanas, sus estrellas Michelín y su cantera deportiva. Se pone un poco pesada con eso. Recuerda a una de esas modelos que alguien descubre en un centro comercial, triunfa gracias a su belleza, lo consigue todo, y pasado un tiempo, en el reportaje que le hacen en su mansión en el mediterráneo, se queja de que solo la aprecian por su apariencia y que la suerte de la fea la guapa la desea.
Hay que decirlo claro de una vez, y que caiga quien caiga, aunque quien caiga sea yo: esta ciudad es un pueblo precioso. Es Saint-Tropez con batzokis. Es Cadaqués con Errusketarik ez. Es Montecarlo con los conductores de la línea 13 intentando hacer vuelta rápida. Sadabell, Elche, Jerez, Vitoria-Gazteiz o Móstoles son más feas y más populosas que Donostia. Sí, Móstoles, donde las empanadillas de Martes y 13. Conviene recordarlo.
San Sebastián no es solo una cara bonita, pero es sobre todo una cara bonita. La ciudad trata de superar ese encasillamiento mediante la diversificación de su oferta, pero ese ejercicio de superación tiene una peligrosa contraindicación. Su Talent House, su Nanogune, su Basque Culinary Center, su Zinemaldia o su Real Sociedad en Champion son logros fantásticos para una población que no llega a 200.000 habitantes, pero al mismo tiempo la convierten en una fashion city, en una ciudad de mercadotecnia, en un producto de catálogo exclusivo para clientes de tarjeta negra de American Express. La combinación de hermosura, pequeño tamaño y prestigio atrae a inversores que te quitan la silla, te compran el alma y te convierten en un figurante de su spot personal. Siguiendo con la metáfora de la modelo, los vecinos somos el novio de toda la vida que habla orgulloso en la televisión de la chica cuando ya ha ganado el Miss España y empieza su carrera hacia la riqueza, y todo el mundo sabe que a su relación sincera le quedan dos teleberris, a lo sumo tres.
Cuanto más famosa se haga San Sebastián más pobres serán sus vecinos.
Se van a quedar con vuestra ciudad, amigos. Ya lo están haciendo desde hace bastante tiempo, pero ese proceso de Venecización se ha acelerado. ¿Habéis visto esas agencias inmobiliarias para extranjeros ricos que han abierto en el centro? Son una hipoteca para todos los residentes. ¿Habéis tenido que pedir una línea de crédito en el Banco Mundial cuando una visita se empeña en ir a comer pinchos a la Consti? Es el inicio del desahucio. ¿Habéis pasado últimamente por la calle Fermín Calbetón? Los nuevos bares parecen clínicas de estética, sus luces insolentes reflejan sobre la calle sombras de lo que fue San Sebastián. Los guiris sonrosados y ebrios de satisfacción no se sienten invitados, hablan alto, extienden sus brazos, están cómodos, en su terreno. Tendríais que dar gracias al cielo porque aquí no haya sitio físico para cruceros de lujo.
Aun así, ahora mismo hay un fulano en Wisconsin, otro en Dormund y otro en una desconocida ciudad china de 10 millones de habitantes que se están haciendo ricos y que dentro de no mucho (si sorteamos los desastres medioambientales, macroeconómicos y religiosos que se anuncian) vendrán y se apropiarán de los locales más atractivos, las viviendas con vistas más espectaculares al mar y las mejores mesas en Arzak. Conseguirán la residencia de vuestro vecino, o la vuestra, si perdéis uno de los dos sueldos que necesitáis para vivir aquí. No conseguiréis defender nire aitaren etxea y tendréis que ir alejando vuestro domicilio de La Concha tan lejos como os obligue vuestra decadencia. Iréis tierra adentro y deberéis coger un autobús para ir a la playa. Cuando salgáis de viaje, diréis que vivís en San Sebastián, pero pondréis un cuadro de la bahía en el salón para recordar cómo era vivir junto al mar.
Esta ciudad, bonita pero también ilustrada, no será ya para vosotros. Será para rentistas epicúreos, evasores fiscales y ganadores natos. Y todo, porque San Sebastián quiere ser muchas cosas más además de bonita. Quiere tener metro, aeropuerto y superpuerto. Quiere realizarse y crecer. Ser una gran ciudad, rutilante, admirada en el mundo entero. Más os vale que no lo consiga.
25 Comentarios
Yo el día que vine a vivir a Donostia me quedé asombrado del cariño que tenía la gente de aquí al Bule. «Si esto es como las Ramblas! Solo faltan las putas!», pensaba yo.
De aquello han pasado casi 10 años y los que entonces quedaban en el reloj del Bule con una lealtad infinita al lugar ya piensan como yo. Intransitable, con grupettas de turistas arriba y abajo, bares y tiendas de souvenirs sin personalidad ninguna y preparadas para sacarte los cuartos, artistas callejeros que hoy están ahí y mañana en Sanfermines… la ciudad ya ha perdido el Bule. La Parte Vieja está en proceso de asimilación y el próximo objetivo la Avenida. Gros resiste a duras penas.
Hay que repensar el turismo en Donostia si no queremos que se convierta en un parque temático del pintxo. Recuperar al menos en parte la ciudad para el vecino. Quiero pensar que estamos a tiempo.
Me encanta el artículo. Enhorabuena. Estoy 100% de acuerdo con tu descripción y me he deprimido muchísimo. No soporto esta Donostia que nada tiene que ver con la Donostia en la que nací y crecí.
a Donosti le pasa todo lo que se describe, pero cierto es también que ha sido una ciudad de servicios y de reposo de burgueses durante todo el S.XX.
Lo que describes de lo viejo seá quizas lo más penoso de ver ante nuestros ojos, ya que antes erá popular, la zona de fogueo nocturno canalla por excelencia y de ambiente de poteo y comercio tradicional por el día. Ya lo hemos perdido, con ese encanto que tenía.
Pero a Bilbao tambien le ha molado la receta de ciudad de servicios, de diseño chachi, de bares guays, de precios abusivos y de gentrificación como se dice más arriba. Estais infectados también, querido vecino.
Yo creo que en Bilbao tambien esta pasando. De hecho creo que supera a Donostia por bastante en número de visitas. Tal vez en Bilbao están más dispersos los turistas o qué sé yo. Pero no atrae a la jet set. Y no hay esa sensación de agobio.
gran articulo, lo que me he reido y eso que vivo en lo viejo…eskerrik asko
Zuri.
¡Cuánta razón! Lo peor de todo es que hablas como si los acontecimientos que describes todavía no hubieran ocurrido, fueran futuras. Pero lo cierto es que ya está pasando y a la velocidad de la luz. El turismo no ayuda a familias de clase media, sobre todo ayuda a enriquecerse más a gente rica y sin escrúpulos, y como no, a costa del bienestar de los vecinos de aquí de toda la vida.
No, no, ya está pasando. Tienes razón. Cada vez son más bares, más calles, más paseos a los que no voy por no ver esto. Me contaba un amigo que el otro dia en la Trinidad había un torneo de futbito con árbitro y con todo. Chavales del barrio. Pues se metió allí un grupo guiado, en todo el medio. Debió haber tensión. Esto es un cáncer que se extiende.
Dentro de poco tiempo habrá joaldunak desfilando por la Avenida en varias sesiones diarias, a modo de cambio de guardia real.
El turismo, ese gran invento. Peliculón.
Lo que para ti es artificio, para otros son ingresos fijos. No des ideas 🙂
Es lo que sucede cuando la gente vota al Partido de los Negocios Vascos, que venden la ciudad como los nativos americanos «vendieron» Manhattan y te plantan un Engel & Volkers para mayor estupor de los honrados vecinos de Donosti. Menos hamalaus y más kalimotxo!
Bueno, el problema se remonta a décadas atrás, sólo que entonces eran los ricos de los pueblos los que se hacían con los pisos del centro. Como hablaban mejor euskera que los de la ciudad, pues como que el problema no se identificaba como tal. Pero la falta de personalidad y de carisma es una constante antigua.
Ser donostiarra es una cruz, incluso en donostialdea. Está mucho más conforme con su origen un tipo de hernani o de errentería que uno del centro o de Gros (hagamos una piadosa salvedad con el antiguo, aunque desde que existe bentaberri nada es lo mismo)
Confiemos en que sigan lloviendo 1700 litros al año durante mucho tiempo
Confiemos.
Donostia es una ciudad que vive por y para el turismo pero no ha sabido gestionarlo y ha elegido mal el tipo de turismo y la forma de promocionarse. Donostia tiene bastantes más cosas a parte de la gastronomia y la Concha.
Fue una ciudad puntera en las primeras décadas del siglo 20 y así debería ser.
Una lástima.
Pues dejad de ir al puto Burguer Queen que acaba de abrir, estúpidos.
Dejad de correr a por el Mc boñiga, no compréis en el Tiger…mandad a la mierda cualquier franquicia asquerosa que abra en la Avenida DE LA LIBERTAD…
Dejad de dar alas a esa mierda que tenemos en los gemelos y subirá hasta nuestra garganta y, de paso, exigid respeto a cualquiera que muestre desprecio por donde está…sea follando en un parque, vacilando a un tambor mayor o llenando de mierda el puerto.
O sea…REACCIONAD, NIÑATOS.
Lo de follar en un parque me ha llegado. Voy a proponérselo a mi mujer. No te voy a engañar. 16 apellidos vascos. No soy optimista.
Ya tenemos a Bilbao para todo lo demás, ¿ verdad ?
¡ Anda ya !
Como veo que es un comentario recurrente, y me aburre mortalmente, corto y pego una respuesta que he dado en Facebook:
«Bilbao es una chica corriente, del montón. No tiene este problema. Tiene otros, pero este no. Donostia en cambio es un bellezón, un premio gordo, y todos los ricachones del mundo, alertados por la fama que la propia ciudad se empeña en fomentar, vendrán (ya están viniendo) a ligársela. Y la conseguirán. Esta no es mi ciudad, pero me jode esa usurpación como si lo fuera.»
Ahora, si queréis seguir pensando en Bilbao y en el complot cósmico para joder a San Sebastián cuando tenéis aquí un problemón de aúpa con el turismo y con este desahucio que estáis sufriendo, pues nada, oye, vosotros mismos.
Ese problema tiene un nombre: gentrificación
Hoy mismo había una tertulia en la radio hablando del problema de la gentrificación… en Bilbao.
No vienen buenos tiempos para la clase media… Donostia perderá personalidad a pasos agigantados y todo será masificado. Que llegue Octubre. De todas maneras lo de vivir cerca de la costa era una metáfora o algo, no?
Lo que hay que hacer es poner una tasa al turismo, incrementar los impuestos a la hostelería y volcar los beneficios en los vecinos.
Eskerrik asko por el artículo.
Veo a mucha gente preocupadisima con este tema.
El ayuntamiento está haciendo todo lo que está en sus manos para que los ricos se hagan cada vez más ricos y además tengan urbanizaciones de lujo.
Y todos los demás vamos perdiendo la ciudad poco a poco y «los mercados» (jaja) nos están expulsando a la periferia.
Qué desastre.
Es algo imparable.
Antes, katxi en mano buscabas la txinilla que se te había caído en el serrín de un bar infecto, encendiendo el mechero.
Ahora, sobre las relucientes baldosas de un Starbucks con tu café de litro y medio en mano, buscas, ayudado por la linterna de tu smartphone, un puto Pokémon legendario.
¿Ésto es el Donosti que le vamos a dejar a nuestros hijos? ¡Noooo! Es el Donosti que les vamos a dejar a los hijos de los guiris de alto standing a los que ponemos hoy alfombra roja, mientras vivimos en sitios donde ya no llegue Dbus.
Qué te voy a decir, Joxe Miguel, te has quedado obsoleto. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Crecer y tal. Espabila.
Tienes razón. Voy a buscar Pokémons, y ya que salgo a la calle, sello el paro.