Visitar San Sebastián, en la costa norte de España, es enamorarse. Esta ciudad consigue que el síndrome de Stendhal se convierta en una enfermedad crónica. La espectacular bahía de La Concha es un doble tirabuzón de la naturaleza que aúna una playa, dos montes y una isla en milagrosa armonía e inaudita belleza. Tras este primer impacto que produce el paisaje surgen las preguntas: ¿cómo se vive en una postal? ¿De qué manera un decorado espectacular afecta a los actores en su día a día? Trato de averiguarlo pasando unas horas en la ciudad con una cuadrilla de jóvenes donostiarras.
¡No hay camareros de más de 40 años! Esa es mi primera impresión tras pasar un día entero yendo de bar en bar por la Parte Vieja de San Sebastián. Hay un señor -normalmente con barriga prominente- que es el dueño y el resto de los empleados podrían ser sus hijos: jóvenes que compaginan estudios con trabajo, gente en una barra hasta que surja una oportunidad mejor, trabajadores sin ninguna formación ni ilusión para servirte un zurito (media cerveza).
En los altavoces del bar suena un anuncio de Spotify a todo volumen y ante mi cara de sorpresa mi nueva cuadrilla me dice que es normal, así como la falta de jabón en los lavabos o la misteriosa desaparición del papel higiénico en el baño de los chicos. Mis nuevos amigos donostiarras me dicen que trabajar en hostelería es ingrato, los horarios, las horas extras sin pagar, los contratos de media jornada para empleados que trabajan todo el día y son compensados “en negro” (en castellano original) y un convenio esclavista. Yo prefiero pensar que se jubilan con una buena pensión a una edad temprana por el alto riesgo de su profesión, como los pescadores o los mineros.
La peligrosidad de su trabajo no consiste sólo en los abusos cometidos por sus jefes, sino por la crítica constante a la que son sometidos por gran parte de su clientela habitual. Me comentan que los pisos están muy caros y que por eso se independizan tan tarde. Su concepto de independencia es curioso, varios de los que se han ido del nido comen entre semana en casa de sus padres, más de dos le llevan a menudo ropa para planchar a su madre y todos reconocen tener en su nevera un tupper con comida de su ama (madre en vasco). La mayoría vive en la misma ciudad que sus padres, cuando no en el mismo barrio, incluso reconocen tener amigos que se han comprado un piso en el mismo portal que sus padres. Pienso en mi caso, vivo en Nueva York, mi madre reside en Miami y mi padre en San Francisco, pienso en la importancia de la familia en las sociedades católicas, en la trascendencia de la orografía y el clima de un territorio en el carácter de sus gentes.
Pienso en tópicos que encierran mentiras y verdades a partes iguales. ¡Pienso demasiado! Dejo de pensar y me concentro en que he venido a esta ciudad a comer pintxos (tapas) y a beber sidra. El problema de la vivienda vuelve a salir en la conversación, les pregunto si se han planteado comprar una casa en algún pueblo cercano y que sea más asequible, niegan con la cabeza y se ríen, les pregunto si no preferirían irse más jóvenes de casa de sus padres alquilando un viejo piso en las afueras, vuelven a negar pero ya no ríen.
Cenamos en una sociedad gastronómica o txoco (sic). Es una especie de restaurante con acceso restringido para socios y acompañantes donde ellos mismo cocinan, ¿hay algo más aburrido que la palabra restringido? Doy una vuelta por la sociedad mirando los cuadros y las fotos y un señor que fuma un puro gigante se me acerca, me pasa la mano por el hombro y me empieza a hablar a gritos mientras se ríe y mira a sus amigos. En una ciudad tan apegada a sus costumbres quizás sea tradición atufar y hacer sentirse incómoda a una joven neoyorquina, si es así lo está haciendo a la perfección. Acude uno de mis acompañantes al rescate y me dice que el señor es miembro de la directiva y uno de los fundadores de la sociedad. Pongo cara de circunstancias y nos sentamos a la mesa. Hay comida y bebida para 20 personas y sólo somos 9, se van vaciando botellas y los platos se suceden hasta que la sensación de hartazgo se empieza a convertir en mareo. Cuando sacan una chuleta que chorrea sangre no puedo aguantar la visión y tengo que salir a tomar el aire.
Vuelvo a entrar, en una esquina de la mesa los chicos juegan a cartas y en la otra las chicas conversan. Ha sido un día intenso, he bebido -y comido- demasiado como para hacer un juicio fiable. Unas pocas horas en una ciudad extraña, en apariencia abierta al turista y a la vez impermeable y alerta ante todo lo extraño, endogámica y al mismo tiempo demasiado pendiente de las opiniones externas, conservadora y clasista, extraordinariamente receptiva a la cultura y al arte en sus formatos más tradicionales, sujeta a la imagen y al envoltorio, como toda postal que se precie. Me voy con ganas de volver y desenredar un poco más la madeja, de entender mejor el misterio y las sombras que proyecta la ciudad perfecta.
Aquí podéis consultar el artículo original.
16 Comentarios
Madre mía, cuánto corto…
Es importante que discutamos un poco mas sobre las fechas, los links y la traduccion. No vaya a ser que alguien se fije en el contenido y las verdades como puños que comenta…
Es un artículo del 2011
No está mal lo que comenta y dice muchas verdades aunque jodan
Saludos
Donostia, pueblo de comentaristas ombliguistas y paletos
Yes, indeed
No es el mismo articulo: en la foto-captura hay fecha de 29-3-2016 pero el del link data de 2011!
Digo lo mismo que Álvaro, la supuesta traducción se para poco o nada al artículo original.
No tiene ningún sentido…
Que responda Unesceptico, el autor del texto y arroje luz sobre todos nosotros
No lo puedo entender, para mayor seguridad comprobé mi traducción con la de Google Translate y diferían en un punto y coma a lo sumo.
El artículo enlazado como original no es el traducido. El de la captura de pantalla, el traducido, es de 2016. Si os fijáis, el enlazado como original lleva fecha del 4 de agosto de 2011.
Ingrid, the link to the original article that’s at the end of this is incorrect. More than a poor translation, it’s simply not the same article.
Thank you, Sara!
En el articulo del link no dice nada de eso. Me he perdido alguna fina ironia o el redactor tiene una crisis de donostiarrismo. O las dos
Digamos que sufre una enfermedad crónica de muy difícil solución: nació en Errenteria y vive exiliado en Pasaia
Hace poco vi la peli Lost in Traslation, puede que me haya contaminado un poco con su mensaje.
Muy grande una vez más el post. Y la que se ha liado en Facebook con el temita. Lo mejor es que nadie ha leido el original, ni tu firma, y ya están despotricando de la yanki, jajajaja, no sé que me ha gustado más ti u irónia o los comentarios generados por la red.