Si hay un punto en el que los turistas se han hecho fuertes este verano ése ha sido la escalinata de la iglesia de Santa María, en el cruce de la calle Mayor y la 31 de agosto. Allí sentados o de pie, siempre tomando algo de los bares de alrededor, hemos oído más idiomas extranjeros que nunca. Costaba oír algo de castellano sin acento foráneo o euskera. Con la llegada del mes de septiembre ha bajado el número de turistas y ya podemos pasear con un poco más de holgura por la Parte Vieja. Pero, ¿se han ido todos los guiris? ¿Dónde se han metido?
Hay un sitio del que no se van en todo el año. Un destino fijo que se desborda de extranjeros en verano y mantiene un puñado de fieles en los meses de invierno. No es un bar de pintxos, una playa o una discoteca de moda; sino una conocida escuela de idiomas donostiarra. Para acceder a la Escuela de Español para Extranjeros de Lacunza hay que pasar Tabakalera dirección Mundaiz, entrar al pasadizo que conduce al Dabadaba y pararse en el primer portal a mano izquierda.
Llegamos minutos antes de las 11 de la mañana, la hora de descanso entre la primera y la segunda clase lectiva del día. El ambiente es de calma absoluta, pero cuando suena el timbre salen los estudiantes de sus clases y los pasillos de la escuela comienzan a llenarse de alumnos, en su mayoría jóvenes, de distintas nacionalidades. Predomina el inglés, pero entre ellos también hablan en un castellano más o menos correcto, francés, alemán, japonés… Si estuviésemos a finales de julio, esto sería una abarrotada torre de babel. Estos días, como si Lacunza fuese un microcosmos de la Parte Vieja, ha menguado la cantidad de gente que viene a estudiar.
En primer lugar nos atiende Ignacio Grande Ruiz, el Director de estudios de la escuela desde hace 9 años. Se le ve contento. Saca del cajón un buen puñado de cartulinas con expresiones y adjetivos como «extraordinario«, «muy satisfactorio«, «intenso«, «genial«, «práctico«, «inspirador«… Son los calificativos con los que los otros estudiantes de Lacunza, los que vienen aquí a formarse como Profesores de Español para Extranjeros, han definido el curso. El próximo curso de formación tiene lugar el próximo 28 de septiembre y las expectativas no pueden ser más positivas.
Rosa Bocos es una de las profesoras más experimentadas de Lacunza y, asimismo, se encarga de coordinar estos cursos de formación abiertos a todo aquel que esté interesado en el campo de la enseñanza del español como lengua extranjera (E/LE). ¿Hay que venir del campo de las Humanidades para dar una clase? Es decir, ¿está el campo vetado a los que tienen, por ejemplo, una educación científica? «No hace falta tener ningún requisito especial, ni haber estudiado Filología Hispánica para dar clases», responde Rosa con rotundidad.
«Cada uno, desde su propio campo de formación, puede aportar cosas distintas e interesantes», de ahí que en estos cursos se mezclen filólogos con ingenieros, periodistas y abogados, entre otros muchos. Todo ellos son futuros profesores de español que pueden acabar trabajando en Lacunza, en otro centro asociado a la red International House (IH) a la que pertenece la escuela, en una universidad de un país extranjero, una escuela de idiomas, academias…
«El perfil del que hace el curso ha cambiado con la crisis«, afirma Rosa. «Hay un estudiante tipo antes de la crisis y otro después». El estudiante pre-crisis era, por lo general, un treintañero que quería cambiar de aires y conocer mundo. El de estos últimos años es «más bien veinteañero» que acaba de salir de la universidad y quiere buscarse la vida en el extranjero. Ser profesor se ha convertido en una especie de paracaídas para muchos jóvenes que no lo ven claro en nuestro maltrecho mercado laboral.
«No quiero dar falsas esperanzas, pero la marca IH ayuda», resume Rosa a las tres de la tarde, una vez que casi todas las clases han terminado y apenas queda algún estudiante suelto recibiendo una lección individual. La torre de babel se vacía hasta mañana por la mañana.
No hay comentarios