En Corea del Norte la realidad está vetada. Los testigos occidentales que consiguen entrar en el país cuentan que, nada más pisar el aeropuerto, dos guías se pegan a ti y te acompañan al hotel elegido por ellos. Allí se instalan en habitaciones contiguas a la tuya y establecen un régimen inalterable de visitas a los lugares que el gobierno considera adecuado que veas, y solo a esos lugares. De ese plan no sales. El país se recorre a través de un circuito invisible y hermético de tuberías. Los guías son dos para que se vigilen entre ellos. La vida de verdad está bien escondida.
Salvando las distancias, y contemplado el asunto desde el punto de vista de los sentimientos, San Sebastián es una especie de Corea del Norte emocional. Esta ciudad cartesiana y ordenada está plagada de reglas y límites invisibles. Para empezar, aquí hay más barrios que en Londres, y cada uno tiene sus especificidades. Egia es República Independiente. Munto y Bidebieta II están en algún sitio. Amara son cuatro calles, pero también está Amara Viejo, y que nadie los confunda o tendremos que leer media docena de airadas cartas al director. Pasado el túnel de La Concha, tenemos El Antiguo, Ondarreta, Bentaberri, Lorea y Errotaburu e Igara. Seis barrios en apenas dos kilómetros completamente llanos. Los forasteros tienen que flipar.
Cualquiera fliparía.
El despiece es continuo, al igual que el afán de insularidad. Si Xabi Alonso, Aranzabal, Guerrero y Orbaiz van a la selección, el Correo titula: “Cuatro vascos en la selección”. Para el Diario Vasco, en cambio: “Dos guipuzcoanos en la selección”. Si eres guipuzcoano, en la Real vales el doble. Si eres de Hondarribia, en la trainera de Orio vales la mitad. Hay un sistema de castas y de subcastas tan complejo y sutil que desorientaría a un integrista hindú.
“Nosotros” es la palabra mágica que inicia el hechizo. Gu. Manoseada sin descanso ni piedad por las agencias de publicidad y reducida hasta límites chocantes por los ciudadanos. Nosotros, los de la Parte Vieja. Nosotros, los Joxemaritarras. Nosotros, los de la 31 de agosto. Nosotros, los del segundo B. Todo se divide, se circunda, se empequeñece. Todo se utiliza para la autoafirmación. El pueblo desunido jamás será vencido.
Las cuadrillas son cerradas como clanes vikingos. Los inmigrantes se arreglan entre ellos, porque no tienen forma de cruzar el umbral. Para acceder a las sociedades gastronómicas debes contar con la bendición papal y el aval de dos socios, que tendrán que cargar sobre su conciencia e historial las posibles irregularidades de tu solicitud y las deficiencias en tu futuro comportamiento. Los guías vigilantes. Las tuberías herméticas. Las emociones compartimentadas. Los ecosistemas cerrados.
Pero si hay una frontera que impresiona es la que aísla la intimidad de los donostiarras (ya, ya sé, no los conozco a todos). Alrededor de muchas personas hay una alambrada emocional que ríete tú de los guías norcoreanos. Aquí los temas de conversación son siempre ligeritos, entendiendo por ligeritos los millones de despilfarro que supondría el metro, el mar que reclama cada invierno lo que es suyo y los chuletones de un kilo y cuatro centímetros de grosor de Casa Julián. O si no, temas superprofundos para intelectuales muy listos sobre el derecho a decidir, la vigencia de Gramsci o la decisiva presencia de Nico en el primer disco de The Velvet Underground.
Pero es rarísimo ver a alguien confesar una pena profunda, o compartir un problema familiar serio, o reconocer un miedo, una envidia o una limitación personal. No les sale. Puedes estar trabajando o tomando vinos durante diez años con media docena de personas y no saber apenas nada esencial de ninguna de ellas. De hecho, las cuadrillas sobreviven durante tanto tiempo gracias a ese pacto de trivialidad. Las exhibiciones de sentimentalismo son inadecuadas, las debilidades son mal vistas. El corazón debe estar bien guardadito, no sea que nos pongamos aquí a decir tonterías, qué vergüenza, por dios.
Y por supuesto, el tópico que resiste al tiempo: nada de sobeteos. Las barreras físicas, siempre bajadas. A los donostiarras se les mira, pero no se les toca. Y a las donostiarras, ni te cuento. Puedes perder una mano. Tú en tu sitio y yo en el mío. Y ambos sobre tierra firme. Hablemos mejor de pelota. De Pablo Iglesias, que ha ido de listo. ¿Qué tal se come en el Aldanondo? ¿Illarra es mejor o peor ahora que cuando se fue al Madrid?
No sé de dónde proviene esto, pero es agotador andar siempre con la calculadora encendida. Pocas cosas hay tan incómodas como comprobar que has medido mal y estás dando o pidiendo más información de lo que a la otra persona le resulta apropiado. Me ha pasado tantas veces. Comentar algún asunto íntimo con toda naturalidad, en el transcurso de una conversación amistosa (yo qué sé, que extrañamente no echo de menos a mi hermano muerto, o que a veces me arrepiento de haber tenido hijos, cosas así), y comprobar a través del gesto del otro, una combinación de extrañeza norcoreana e indisimulable repelús, que hubiera preferido, de poder elegir, que le hubiera enseñado una almorrana.
(Las cosas son muy diferentes en Bilbao. La ciudad es tan, tan emocional y la gente ha interiorizado tanto los chistes de bilbainos en los que se cogen setas y se desprecian Rolex, y la obligación de hacer bilbainismo en todo momento y ocasión, que los sentimientos desbordan la ría en cada pleamar. Así, en cualquier fiestecilla elevada a rango de evento dionisíaco los abrazos son furiosos, las confesiones son plenas, y las amistades, eternas. Y eres llevado en volandas a San Mamés o a los toros, aunque el fútbol ni fu ni fa y seas un alma sensible que abre las ventanas para que se escapen las moscas. Y eres tratado como uno más, porque los de Bilbao nacen donde se les pone, y te lo recuerdan a grito pelado para que no se te olvide en la vida. En Bilbao eres aceptado te guste o no. Exageradamente. Por cojones.)
En Donostia lloran con la tamborrada. Se lo pasan genial con el cine y los conciertos. Salivan con el día de Santo Tomás. Y se vuelven medio locos en contra de Loren si la Real queda en el puesto doce de la liga cuando, en realidad, en una temporada normalita, su puesto natural es el ocho, el nueve o el diez. Están tan vivos como en cualquier otro lugar. Pero son introvertidos de remate y les cuesta expresar sentimientos personales (poner a parir a este cronista no cuenta). Su sistema defensivo personal basado en la diferenciación les impide entregarse fácilmente y conforma un régimen autoritario que impide el paso aquí y allá por medio de barreras afectivas.
Desde aquí animo a corromper desde dentro esta tiranía que prohíbe la intimidad, que aísla, que sojuzga a propios y extraños. Seamos valientes, contémonos nuestras cosas, hagamos el ridículo a discreción. Es liberador. Yo lo hago desde hace meses en este foro y me siento genial. ¡Arriba los corazones! ¡Abajo esta dictadura sentimental Kim Jong-unista!
24 Comentarios
Quizás y sólo quizás los donos y las donas, con todos mis respetos y por abreviar, que escribo desde el móvil, necesiten viajar mucho más de lo que lo hacen. Conocer países, además de apreciar culturas diferentes es conocer gentes y con ellas sus sentimientos. Ahí está el punto flaco.
Ya soy una enganchada más.
Gracias Alejandro, por abordar estos temas con respeto y humor, desde que leí uno de tus artículos estoy enganchada a Kulturaldia.
Mis amigas y yo migrantes, colombianas, canarias, croatas, y alguna vasca a la que echaron de su cuadrilla, hemos hablado veces de este tema, y coincidimos.
Alguna vez he escuchado decir que los latinos somos demasiado sentimentales como algo peyorativo.
Muchas veces no entendimos porque eso no se cuenta, no se debate, no se menciona. Sentimientos. .. que es eso? eres desequilibrado? pero qué dices??
Les da grima, aunque he de reconocer que conozco «latinvascos» también.
-No somos como ellos, pero nos gustan y por eso estamos aquí.
Confesiones de una una «sudaca» en Donosti!
Yo no soy latino, soy de Bilbao, de aquí al lado, una hora en coche. Tengo sólo dos apellidos vascos de ocho, soy medio mestizo, coreano, etc, pero a veces, en según qué cosas, me siento aquí como un inmigrante de la otra parte del mundo. De eso van un poco estas confesiones: de contar las cosas que, en mi opinión, convierten a esta ciudad en un planeta aparte, impermeable, gracioso, hosco, seas latino o seas de 100 kilómetros más allá. No por nada, no por cambiar nada. Solo porque conozcan esa realidad y esa opinión.
Si Xabi Alonso, Aranzabal, Guerrero y Orbaiz van a la selección, el Correo titula: “Cuatro vascos en la selección”…jajajajajajajaja que cachondo
Parece un guión de Ocho apellidos donostiarras
Uy, que peligroso eso de desbordar emociones. En la mayoría de casos expresar emociones conlleva un fin chantajista. Entre conocidos cercanos no hace falta ser muy expresivo emocionalmente para que el uno del otro sepa sus sentimientos. Creo que la virtud ha de estar en el receptor y no en el expresivo. Siempre recuerdo a la Rocio Jurado o la Pantoja cada vez que le entrevistaban en la tele. A los dos segundos ya estaban expresando emociones y penas con la lágrima deslizándose por la mejilla y, en consecuencia, arrastrando audiencia y seguidores.
Nota> me recuerda mucho tu prosa a Patxi Alonso citando e introduciendo perlitas pseudoculturales.
Un saludo,
Hombre, entre desbordar emociones y salir de la entropía emocional hay un término medio, ¿no? Ahora bien, si la alternativa aperturista se asocia a la Jurado, la Pantoja o Patxi Alonso es normal que esta cerrazón sentimental no tenga remedio. Lo de pseudocultural me gusta. Eso es justo lo que soy: un pseudo, un sí pero no, un fingidor, un falso escritor, un falso hombre culto y un falso adaptado a la ciudad. Con estas confesiones precisamente trato de reformarme. De hecho, ya noto mejoría y me siento más real. Un saludo. Mrs Grapes.
Me he reído, otra vez, al leerte . Qué razón tienes al describirles y qué bien lo haces. Digamos que son más contenidos que nosotros, aunque yo también estoy convirtiéndome en un «contenido».
Pero pasiones como lo del fútbol, nada, ya viste que en ese caso, se desatan.
Sigue así, aunque te conviertas en el Saviano del marco incomparable.
Que sean contenidos me salva de ser Saviano 🙂 Yo también me estoy volviendo un contenido. Supongo que es inevitable en esta belleza de ciudad, que te ablanda sin darte cuenta. Tal vez estas confesiones sean el canto del cisne antes de convertirme definitivamente en uno de ellos. Si no fuera por el Athletic, que actúa a modo de crucifijo frente a los vampiros, ya habría sucumbido a los placeres donostiarras.
Eso suena a «Ohhh» en los fuegos y heladito posterior.
Un artículo genial. Lo de la alambrada emocional es un concepto maravilloso, no sé si lo has inventado tú, pero aciertas de pleno. Es bueno tener amistades «ligeras», sin grandes pretensiones, con las que poder ir tirando de vez en cuando. Pero siempre me ha parecido tristísimo que gente que queda desde hace milenios no conozca lo más mínimo a la persona que ha tenido al lado suyo toda su vida. Y es común, y es algo aceptado socialmente, pero no crea más que personas amargadas y muy solas, aunque estén rodeadas siempre de los otros
Eso mismo pienso yo. Muchas gracias, Malarrina.
Soy guipuzcoano, trabajo en Donosti y tengo cuadrilla de toda la vida en Donosti, y afirmo categoricamente de que todo lo que se dice en este artículo en cierto al 100%. Una ciudad de reprimidos.
Amén. Coincido con todo lo que dices.
You know nothing Alejandro F. Aldasoro
Ni siquiera inglés.
Como bilbaino residente aquí, recuerdo perfectamente cuando oí por primera vez los chistes y las pullas simétricas. Fui a estudiar fuera en el 84. Hasta entonces, donosti y la real eran los que sujetaban la ikurriña al otro lado de Iribar.
En el 90 hice amigos vascos nuevos donde estaba y esos ya traían los chistes de bilbainos y giputxis puestos.
Lo que fuera, ocurrió en la segunda mitad de los 80. Al menos, para los vizcaínos.
Aquí leí una vez que el germen del asunto estaba en un programa de radio donosti que pedía a la gente que llamara para contar chistes de bilbainos. Igual ya pre existían entre la gente.
Juraría que es un tema que va a menos, no?
Igual llevo aquí demasiado tiempo.
Recuerdo que una bilbaína que fue compañera mía en el trabajo me aseguraba con total convencimiento que la Aste Nagusia auténtica (desde siempre) era la de Bilbao. Por supuesto, ignoraba que había sido una copia en toda regla de la de Donosti (con concurso de fuegos artificiales incluido). Dentro de unos años (pocos), oiremos decir que las finales de pelota siempre se han celebrado en el frontón de Mirivilla; o que el festival El Sol era bilbaíno desde su creación, aunque, provisionalmente, en sus inicios, tuviera la sede en otro lugar. Incluso los más osados asegurarán que el museo del Guggenheim de Bilbao es el verdadero y el de Nueva York no fue más que un ensayo experimental destinado a servir de prueba para un proyecto de mayor envergadura. No importa que esto no sea cierto. Ya nos explica este simpático Alejandro que los bilbaínos, en sí mismos, constituyen una pleamar permanente de sentimientos, donde, al igual que en Lepe, los ciudadanos han interiorizado los chistes que sobre ellos mismos se cuentan y eso les ha servido para fortalecer su carácter. Y, por lo que se ve, vengas de donde vengas, eres aceptado, «por cojones».
Lo que aquí cuenta Alejandro tiene cierta base real y algo de gracia, pero, en realidad, es una simplificación de la realidad basada en una serie de topicazos. Yo soy un donostiarra que ha pasado la mayor parte de su vida en otros lugares. He hecho amistades diversas y me he corrido juergas locas adaptándome al sitio donde me encontraba, intentando buscar lo positivo de cada ciudad, pueblo o país. En todas partes, he encontrado amigos, pero, en general, solo he hablado de temas serios y personales cuando he considerado que era el momento oportuno para hacerlo y eso ha solido suceder después de haber adquirido confianza con mis interlocutores. Es cierto que, en unos lugares, la gente es más abierta que en otros, pero en todos los sitios hay gente variada y existe la posibilidad de encontrar personas afines a uno mismo (probablemente incluso en Corea del Norte); en cualquier caso, la mayor parte de las conversaciones humanas suelen tratar de asuntos banales. ¿Quizá este blog pretende lo contrario? ¡Arriba los corazones y abrazos al pil pil!
PD. ¡Qué difícil es dejar un comentario aquí! ¿Acaso existe algún tipo de filtro norcoreano?
Yo es la última vez que lo intento con el corta-pega… Agur.
¡Es cosa de los robots informáticos! Barkatu, Carlos. Ya está tu comentario en órbita y lejos de influencias norcoreanas 😉
Bilbao se apropia de todos los eventos molones que ve por ahí y al poco los presenta como propios, desde la Aste Nagusia al Festival de Publicidad, desde la pelota al día de Santo Tomás. Cierto, aunque no sé qué tiene que ver eso con el tema que he tocado. Esto no va de una comparativa entre Bilbao y San Sebastian, cosa que me aburre muchísimo. En todos los artículos pongo algo de Bilbao dudosamente elogioso (o eso intento) para expresar mi sensación de separatidad tanto de unos como de otros. Los de Bilbao son tan presos de la descripción de sí mismos, de sus limitaciones, sus complejos y sus herencias como los donostiarras de las suyas. O los de Sevilla, con sus procesiones y su gracia perpetua. O los de Tordesillas y su desgraciado toro alanceado.
Esto es una simplificación de la realidad a base de topicazos. Cierto, ciertísimo. Pero estarás de acuerdo conmigo que en los tópicos se encierra una gran parte de verdad y que se mantienen mientras la realidad no les deja sin contenido. Esta ciudad puede ser muy moderna y abierta al mundo, y tú y muchos como tú pueden haber viajado por el mundo entero y traer de vuelta aire fresco y aperturas de todo tipo, pero eso no quita, en mi opinión, que los donostiarras tengan unas llamativas dificultades para expresar sentimientos. Mucho más que en Bilbao, que está aquí al lado. Por lo que sea. Y eso no cambia por muy cool que se muestre San Sebastián, y no tiene que ver con la evidente necesidad de guardar las distancias cuando no hay la confianza necesaria. No veo variaciones que justifiquen la muerte del tópico. Mi guipuzcoano suegro sabía cinco idiomas o cogía aviones de diez horas cada mes, pero se murió sin decir nada de sí mismo, exactamente igual que haría su bisabuelo y su tatarabuelo, allá en el caserío. Yo hablo aquí en base a tópicos no solo porque sea más gracioso, sino porque existe una base real que produce la identificación del lector. En general, claro. Hay gente para todo. Y sin pretender tener razón. Solo escribo de lo que veo. O de lo que creo que veo.
Este simpático Alejandro. Falso. Si me conocieras, verías lo soso y cartesiano que soy. Tengo un carácter mucho más donostiarra que bilbaino 🙂
En cualquier caso, gracias por escribir. Has sido muy generoso. Pasaré tu informe al Politburó.
Oye Alejandro, una pregunta que me intriga: ¿tú crees que la animadversión o la crítica hacia San Sebastián desde Bilbao es una respuesta a una actitud simétrica desde el otro lado que ha surgido simultáneamente, o por el contrario, piensas que es una respuesta a una actitud ofensiva generalizada iniciada en Donosti? Lo digo porque unas amigas y yo tenemos la sensación de que son más veces las que las agresiones conceptuales entre Bilbao-Donosti se inician en Bilbao de lo que parece. Es decir, intuimos cierto victimismo en el Bilbainismo, al menos leyéndote. Y se nos hace raro porque que no se corresponde para nada con vuestra superioridad real a nivel intelectual, económica y emocional. ¿No? Por lo demás, enhorabuena. Escribes muy bonito.
Jo, ni idea. Tendría que vivir en los dos sitios a la vez. En todos los lados hay agresiones y victimismo. Hasta en el Nepal. ¿Quién empezó? No sé. Qué más da, ¿no?
jajajaja! Me gusta lo que has escrito.
Puedo estar de acuerdo con algunas cosas, por ejemplo, que hay gente cerrada. Yo creo que como en todas las cuadrillas, hay abiertas y cerradas de mente…o de confianza hacia uno que viene de fuera.
Luego, también como en todos los sitios, nos gustan nuestras costumbre y las defendemos (tamborrada, la real…).
Lo de las mujeres..puff…eso es un caso aparte….no quiero opinar, porque conozco muchas mujeres que dicen que no son cerradas, sino que los tíos no sabemos ligar o vamos muy deprisa.
Pero bueno..espero que disfrutes más aquí la estancia jajajaja
Grande Alejandro! Un honor compartir mis penas y miedos contigo. Un abrazo inmenso