Mi mujer es guipuzcoana y no tiene ocho apellidos vascos: tiene dieciséis. Con esto quiero decir que estoy acostumbrado a las miradas conminatorias, a los tú verás, al mensaje silencioso pero inequívoco de que la estoy cagando. Esta experiencia me prepara para lo que viene a continuación, cuando diga lo que voy a decir, y cuando ella se entere de que la he metido por medio.
Ahora a mi mujer le gusta prepararse, se pinta el ojo y se pone de vez en cuando un vestidito ligero o un leggin de cuero que nos garantiza la parada de los coches en los pasos de cebra. Pero cuando yo la conocí en San Sebastián, hace 15 años, vestía casi invariablemente botas Martens, vaqueros y camisetas. Y si hacía fresco, ropa de abrigo tipo expedición polar. También llevaba siempre un bolso muy feo de lona negra que colgaba del hombro con un balanceo tan inquietante que yo pensaba que allí guardaba uno o dos cócteles molotov. Con el habitual estado febril y un poco alucinógeno de los primeros episodios del cortejo, con esa combinación de miedo y deseo del enamoramiento inconveniente, yo imaginaba cosas terribles de aquella chica tan guapa y tan poco dada a las sonrisas: los dientes de una vagina del Alto Deba, el matriarcado poseyéndome, el hechizo inefable de la Corporación Mondragón. Pero sobre todo imaginaba, interponiéndose entre ella y yo, unas espléndidas y estancas bragas de Gore Tex, que era el tejido que empezaba a imponerse entonces.
Luego la cosa no fue para tanto, pero recuerdo el choque emocional que supuso para un bilbaino del mismo centro como yo enfrentarme a la rudeza estética de buena parte de Gipuzkoa, a su estilo severo, al acero corten y la piedra de su apariencia.
¿Qué tiene que ver todo esto con San Sebastián? Mucho, muchísimo. Porque las bragas de Gore Tex son para mí el símbolo de una mentalidad defensiva, agreste, sin alegría, meramente funcional, la metáfora de una frontera psicológica que separa, que impermeabiliza, que dificulta las relaciones personales. Y que, de paso, contamina la belleza romántica de esta ciudad con tanta gente vestida como si acabara de bajar del Txindoki. Belleza romántica. Qué cosas me hacéis escribir.
El Gore Tex nos ha invadido, como la avispa asiática o esas repugnantes plantas blancas que parecen plumeros gigantes. Dentro del abertzalismo, ya lo sabemos, es mayoritario. Non gogoa, han zangoa. En el homenaje a Otegi había más Gore Tex que en el campamento base del Everest. Es extraño que el Parlamento Vasco, Udabiltza o quien sea no haya reconocido ya de forma oficial el Gore Tex como el tejido nacional vasco.
Pero es que el Gore Tex ha superado además las barreras ideológicas y de clase social. Ya lo llevan en Egia y en Aiete, a izquierdas y a derechas. Hasta los del PNV se lo ponen cuando se tiran al monte. Todos menos los del PP, tal vez porque no hay, que yo sepa, chaquetas y cortavientos Goretex de color beis.
Quién no tiene un forro polar o un plumífero técnico que se planta cuando tiene prisa o cuando no sabe qué ponerse. En el Antiguo, por ejemplo, hay cuadrillas enteras en algunos parques infantiles y bares que parecen los anacondas de El conquistador del Amazonas. Yo mismo dispongo de una chaqueta con tecnología impermeable-transpirable, aislamiento térmico reflectante Microtemp XF-2 y sellado de costuras que utilizo preferentemente en las manifestaciones o cuando voy de sidrerías.
No puede ser. San Sebastián no puede permitirse estos lamparones. Una ciudad aristocrática, heredera de la Belle Époque, con ese Ensanche de Cortázar y ese Ayuntamiento que fue casino, una ciudad cosmopolita y abierta a Europa, favorita de Bruce Springsteen, polo de innovación y de acontecimientos culturales, debería reflexionar sobre el hecho de que posiblemente sea, en esta latitud, y en proporción, la capital con más densidad de prendas de Gore Tex de todo el mundo. Porque esa epidemia de tejidos tecnológicos arruina su posicionamiento como ciudad exquisita, surfista y festivalera. La ruraliza. La aleja de Cannes y la acerca a Zizurkil. La separa de una imagen aspiracional, pongamos un concierto en el Künstlerhaus de Berlín, y la equipara con las fiestas patronales de Goizueta.
No me extraña que se desesperen los gafapastas de la ciudad, esos especialistas en música indie, cine y toda clase de creaciones de laboratorio audiovisual. Entre la ñoñería de unos y la adusta, aburrida y mortificante vestimenta de mendizale de otros, los culturetas no hacen carrera. Mi corazón está con ellos. Yo es que veo a mi vecina con una chaqueta Hyvent los siete días de la semana o a un maromo de 35 años haciendo la compra con unas sandalias de monte y unos pantalones pirata con refuerzos en las rodillas y culotte clickfast y se me quitan las ganas de todo.
(En Bilbao no tenemos estos problemas. El pasado industrial y el mestizaje han producido un sindiós de apariencias que encajan muy bien con el propio desastre urbanístico de la ciudad. La mezcla de Londres y Barakaldo. Un edificio art déco y al lado uno de caca. Una ciudad hecha durante un terremoto. Tenemos Gore Tex, por supuesto. Pero como hay más variedad, pasa desapercibido. Tenemos la clase empresarial, que no se quita la corbata ni para correr por la cinta de cardio. Tenemos el look jatorra. El look Iberdrola. El look milla de oro. El look de Bilbao de toda la vida. El look colegio de pago. El look Athletic beti zurekin. El look África llora. El look diseñador gráfico gay aunque no sea gay. El look mujeres hombres y viceversa. El look menor extranjero tutelado. El look txikitero. El look Merindades. De todo. Como en Nueva York, Londres y otras ciudades de nuestra categoría.)
Yo propongo que todos, nativos y extranjeros, nos independicemos del Gore Tex. Que ayudemos a San Sebastián en su carrera por ser la ciudad más cool y universal y echemos fuera de las calles a plumíferos, chaquetas Dry Line, pantalones termosellados y botas de Keblack. Librémonos de la impermeabilidad y abrámonos al mundo. Quitémonos de una vez y para siempre las bragas de Gore Tex.
Bueno, yo dejaré esos esfuerzos para mañana. Que hoy duermo en el sofá.
29 Comentarios
No es que me de por aludido porque en mis 40 años solo he tenido un pantalón de monte, detesto el monte y solo uso alguna prenda de ese material en los «agradables» inviernos de lluvia y viento donostiarra. Pero francamente prefiero todo el goretex de la última espedición polar, al estilo de l@s zara-bershkas (que cuando has visto a un@ vestid@ de una forma no pasan ni dos días hasta ver los siguientes trescientos), los modern cool estilo muro de sagues, ondarra.. o las cutrecamisas y gafas de sol gigantes que tapan media cara de l@s hipsters(¿?) de la ciudad, con la acreditación del zinemaldi colgada día y noche 15 días al año. De todos modos, buen artículo y cierto lo del omnipresente goretex (o imitaciones chinas).
Pues fíjate que a mí, donostiarra viviente en Bizkaia, lo que me sorprende es que te haya llamado la atención eso. Por uso y abuso, lo lógico es que a un bizkaino le llame la atención estar en un lugar donde la prenda oficial no sea una camiseta del Athletic, porque ya sea en una prueba ciclista, en el manomanista del frontón de Miribillla o en un tanatorio, es imposible avistar 20 metros a la redonda sin ver media docena.
Razón llevas. Es de locos. El look Athletic beti zurekin del que hablo. Un look que se transforma en un uniforme cuando te lo pones sin pensar. Rollo tribu. Irracional. Acomodaticio. Etc. Como el gore tex. Como tantas otras cosas.
jajajaja
Es que ya me diras tu como huevos encajas un flequillo a hachazo con algo que no sea goretex. El problema no es de cuello para abajo, ni siquiera de cintura para abajo, es de flequillo para adentro. Hay una necesidad de encajar en un modelo que no ofrece concesiones al gusto. Es el paso previo a kinyonunizarse. Es el rechazo a lo alegre e intenpestivo a lo futil, a lo ligero, al vive y deja vivir. El goretex escayola no solo los cuerpos sino las almas. Ainsssss como me gusta leerte ladron!!
El goretex como escayola. Qué gran metáfora. La lesión permanente. El trauma. Es perfecto.
La primera parte fue buenísima y eso que una es de al lado del objeto atacado. Esta segunda también es de traca y eso que ya casi, casi, el daño colateral llega hasta mi pueblo. Pero es que además, eso del «quitémonos la braga de goretex» es que pone la braga a la altura de lo unisex y no me cuadra, oyes.
Es que es una braga sicológica, ya sabes, un refajo mental auto represivo para que nada se mueva ni se note ni traspase. Y eso es universal.
Hola, el paraíso de ellos son las tiendas de una gran cadena de distribución con nombre de diez competiciónes athleticas. En el parquín, las furgonetas-caravanas, dentro, ellos hablando en grupo en los pasillos… El yan del yin donostiarra que son las tiendas del centro. saludos
Como si en Bizkaia, Bilbo incluida el Gore Tex no fuera mayoría. Que por cierto, aunque no la utilizo y tampoco me gusta, tampoco crítico a quienes les gusta utilizarla. Es de pueblerinos. Como lo de decir soy del centro de Bilbao…hay gente de Zizurkil que te da mil vueltas en mentalidad…y te lo dice un Bizkaitxarra como tú.
Hay gente en zizurkil que me da mil vueltas en mentalidad y en muchas otras cosas. Y en San Sebastian. Y en Bilbao, en el mismo centro y en los alrededores. Y allí de donde seas tú. Pero ese no es el tema. Esto va de cosas concretas que suceden en esta ciudad y que le dan una personalidad única. Para bien y para mal. Eso es todo 🙂
Hace no mucho, durante la última manifestación de la izquierda abertzale en Bilbao, tuve la oportunidad de encontrarme cara a cara con varios cientos de personas que acudían a la manifa. Mi casa está en el recorrido habitual. Tuve que aparcar a varias manzanas de mi domicilo; ponerme la mochila a la espalda, coger las botas embarradas con mi mano dercha y, al otro extremo de la correa que sujetaba con mi mano izquierda, estaba mi perra más embarrada que yo mismo (…y yo venía «guapo»).
Ni que decir tiene que, de todas las botas que por allí había, las únicas que habían pisado monte eran las mías….pero lo más curioso del caso eran las miradas, entre atónitas y de rechazo, que recibía de los que compartían uniforme con migo.
Es que a quién se le ocurre. A las manifas se va con la ropa de monte de los domingos. La de las ocasiones. Limpita y reluciente.
Jo, pero entonces si vas a Ordizia, Tolosa, Azpeitia, Oiartzun, a Mundo Astore (Mondragón-Aretxabaleta-Eskoriatza), te quedas catatónico.
Ya por no hablar de Lizartza, Régil, Antzuola, Aizarnazabal…
Claro que Donosti siempre te dará ese toque de camiseta de 40 € para arriba… ¿Lo has notado? No es lo mismo.
Termino. Hay un sitio peor que Donosti para ver ese tipo de ropa. Y sí: ¡es el monte! ¡Que tiempos en que ibas con unos vaqueros, y una camiseta, y un jersey viejecillo si era invierno, aunque se empapasen al llover y pesasen mientras mezclaban el agua con el sudorcillo tibio! Ahora vas y parece el Circo del Sol. Y vas como antes, y te miran como si fueses un pobre, un marciano, o un pastor sin ovejas, o todo junto.
Cuando yo era pequeño, siempre había algún niño que se ponía de portero equipado con rodilleras, coderas, guantes y de todo. Y luego no paraba ni una. En el monte pasa un poco lo mismo. Hay una asombrosa sobreequipación. Mucho rebozado y poco calamar.
como se te ocurra subir a Aralar en chandal de algodón y camisetilla te sentirás la mayor bicho raro del planeta, todo lo invade el negro plasticazo disfrazado de ropa técnica
qué se quiten las bragas sitéticas y vivan las bragas de lana para ir al monte en invierno, para eso los norteños europeos nos llevan un buen trecho
Jajaja! Totalmente de acuerdo. Siempre me ha alucinado el hecho de ir de ecológico, de natural y jatorra… forrado de plástico!! De todas formas, es un fenómeno que afecta a todo Euskadi. Porque en Bizkaia, ‘yo he visto cosas que vosotros no creeríais’.
Saludos de otro Sanseacabó desde hace 10 años, pero en este caso madrileño afincado en Donosti.
Ja,ja, genial.
Soy donostiarra….
.. Vivo lejos y noto mucho cuando vuelvo a Donosti la cantidad de gente que va vestida como para ir al monte. En invierno lo comprendo pues las prendas de frio y agua combinadas son un punto, pero en verano….
Lo has descrito genial!
Son prácticas. Tienen design. Se combinan bien entre ellas. No se ensucian. Muchas ventajas. Pero también tiene ventajas ir en pijama. La ropa de monte es el chandal de hace 20 años.
Alejandro, con lo que has escrito y lo anterior, te perdono el haberte escuchado en el Born que íbamos a la fnal de Copa a perderla. Porque fuiste tú, ¿no?
Sí, soy otro sanseacabó desde hace 13 años.
¿Cómo? ¿Estuviste? ¿Quién de los cuatro eras?
Me quedé en la entrada, no tomé asiento y lo escuché, ja, ja,ja. Mi acompañante quiso intervenir pero le disuadí. Acabamos tomando una cerveza en la plaza de al lado.
Me pudo la responsabilidad, como a nuestros jugadores al día siguiente. Hablar no es lo mío. Creo que lo dije o lo que quise decir es que era conmovedor que 70000 personas acudieran a que les rompieran la cara en directo. Aunque yo pensaba que no, que íbamos ganar. Pero había que guardar las apariencias.
Nada, queda entre tú y yo, dos bilbaínos en Donosti, capital europea de la cultura
Suscribo todo… viva la diversidad!!!
Muy bueno…
Jo, tío, eres un genio. Como sigas con este nivel en los posts, lo de ser bilbaino en donosti va a pasar a ser un mérito recnonocido en lugar de un estigma secretamente envidiado.
Gracias. Muy amable.
Muy divertido. Lo he leido entre plato y plato en un restaurante y en algunos párrafos no he podido contener la risa. Algo de razon tiene, aunque yo no estoy en contra de la moda de usar a diario prendas deportivas. Son prácticas confortables y duraderas. Hay una motivacion razonable en su uso diario y un cierto «postureo» en contra de lo clasico, lo pijo y los dictados de la moda. Sin embargo es cierto que en determinados hambientes (no si si sólo en Donosti) se ha podido convertir precisamente en un «dictado de la moda»
Ah! Y por cierto, soy bilbaino y vivo en el Alto Deba. Asi que entiendo un poco a quien suscrube el post.
Mujeres de aúpa en el Alto Deba, ¿eh? y el Non gogoa, han zangoa también es de allí. 🙂