El próximo día 17 de mayo está ya apuntado en rojo en el calendario de muchos acérrimos fans de el Boss. Las entradas, cuando salgan a la venta el 4 de marzo, se liquidarán en un santiamén como ya sucedió en sus anteriores visitas a la ciudad en 2008 y 2012. Los que no son fans, en cambio, se preguntan si es necesaria una nueva visita de Springsteen a Donostia, si no existen más grupos de estadios por ver y no hemos tenido ya suficiente con sus conciertos y sus veranos en la playa de la Zurriola luciendo palmito. Confrontamos dos corrientes de opinión (a favor y en contra) con los argumentos de Txema Mañeru y Jon Pagola, respectivamente. Ambos están de acuerdo en que Neil Young, Bob Dylan, Elvis Costello o Paul Weller están por encima del rockero de New Jersey. Bueno, y que a este paso «Born in the USA» bien podría empezar a llamarse «Born in Donostia».
Txema Mañeru – A favor –
1- De entre todas las grandes propuestas de estadios (léanse U2, Rolling Stones, Coldplay, Muse, AC/DC) Bruce Springsteen & The E Street Band son los que más acercan al público al calor de un recinto pequeño. Su entrega, sonido y el magnetismo de un Bruce que parece no envejecer siguen incólumes. Además son los que más sorpresas cuelan de un concierto a otro y los que menos llevan milimetradas las cosas, algo que no suele gustar a los que somos asiduos a conciertos, pero que no parece importar a aquellos que sólo acuden a este tipo de gigantescos eventos una o dos veces al año.
2- Aunque sea algo redundante, y aunque Bruce haya visitado Donostia en 2008 y en 2012, cada gira es muy diferente de la otra y el volumen de repertorio que manejan es amplísimo aún dentro de una misma gira. Las sorpresas están a la orden del día. Sus progresos con los respectivos idiomas locales también. Y le veamos en la playa o no siempre te puede sorprender con alguna pieza nunca antes escuchada o con alguna versión cercana al lugar en el que tocan y que sus seguidores suelen agradecer.
3- «The River» (I). Bruce acaba de publicar una de esas golosas y completas cajas con las que está recuperando su mejor legado en los últimos tiempos, «The Ties That Bind: The River Collection» (Columbia / Legacy)». Fue el disco que dio el pistoletazo de salida a los 80 y uno de los más representativos de aquel año junto al legendario e imbatible «London Calling» de The Clash. En directo está tocando el disco íntegro con sus 20 joyas. La épica de la inicial «The ties that bind», que iba a titular el disco sencillo original. También por ese estilo se mueven «Two hearts» o ese extenso y emocionante «Drive all night». No faltan pelotazos comerciales pero con calidad como «Hungry heart», «Sherry darling» o «Cadillac ranch».
4-. «The River» (II). Me estoy extendiendo en este apartado, pero es que lo merece. Además están esas míticas y sobrecogedoras baladas como «The price you pay» o «I wanna marry you». «The river» (la canción) emociona incluso a su hermana, que se ve retratada en ella. A mí me encanta pero todavía me gusta más la tremenda «Point blank» que ha hecho en múltiples, diferenciadas pero siempre emocionantes versiones. Además de esa declaración de principios que le toca la fibra sensible a Loquillo desde que la oyó en su legendaria primera actuación en Barcelona, en abril de 1981. Hablo, claro, de «I’m a rocker».
5- No le he visto ninguna actuación desganada. Está gira se ha iniciado el 16 de enero en Pittsburgh y a Europa llega el 14 de mayo a su idilio constante que es Barcelona. Con esto quiero decir que estarán descansados y con ganas de brindar conciertos intensos, extensos, emotivos y, esperemos que muy especiales.
6- Como novedad tendrás la posibilidad de comprar, vía descarga digital o en formato físico, la grabación de cada uno de los conciertos de la gira. En este sentido, siguen la brillante idea que tuvieron ya hace unos años otro gran grupo como Pearl Jam cuyos directos son también especiales y variados como para que muchos de sus seguidores quieran tener bastantes de ellos.
7- Pudiéramos seguir con muchas razones, artísticas y de otra índole, más, pero quiero finalizar con otro motivo de gran peso, The E Street Band. A pesar de algunas tristes y recientes desapariciones la banda del Boss sigue siendo una de las mejores y más imparables maquinarias de rock’n’roll. Son casi tan potentes como los Crazy Horse de Neil Young y le añaden sabor con su superior aportación de matices al siempre óptimo resultado final.
No sé si te habré convencido o no. Tampoco sé cuántas veces más podremos disfrutar de esta espléndida expericencia de rock’n’roll. Pero esta vez es de cita obligada para un servidor. Y no me equivocaré al afirmar que la habitual sonrisa de oreja a oreja con la que sale la gente tras sus conciertos, se agrandará aún más hasta llegar a la del Joker protagonizado por Jack Nicholson.
Jon Pagola – en contra
1-. Los conciertos de estadios son un género en sí mismo que poco tienen que ver con uno en una sala pequeña. Los alicientes son otros: la épica, la comunión con miles de personas, el culto al líder, el tamaño como elemento diferenciador… Es como una misa pagana de rock mezclada con una manifestación que para arengar a los suyos emplea alta tecnología, pirotecnia y música a todo trapo. Para bien o para mal, Bruce Springsteen es el más terrenal de todas las grandes estrellas musicales, el más humano y cercano. Cualquiera de nosotros podría ser Bruce. Cuando voy a uno de estos macroeventos busco precisamente lo contrario a un concierto en un pub: cerdos hinchables volando por el aire, decenas de pantallas con imágenes en 3D, mensaje avasalladores, un líder inalcanzable que parece haber llegado desde Marte…
2-. Antes de contratar a Springsteen se me ocurren unos cuantos grupos que podrían atreverse a llenar el estadio de Anoeta y que nunca han pasado por aquí: Kiss, Muse, Foo Fighters, The Black Keys, Arcade Fire, Artic Monkeys… Sería muy saludable en aras de la variedad que fuéramos poniendo una x en las casillas que aún están vacías en nuestra ya larga historia del rock de masas, primero en el velódromo y en los últimos tiempos en el estadio de Anoeta. Otros como The Cure, AC/DC o Metallica hace 20 años o más que no han tocado en Donostia, así que tampoco estaría de más que pudieran repetir. No es nada sencillo el trabajo de una empresa de booking managment: hay que cuadrar agendas, cerrar cachés desorbitados, tener lista la maquinaria de producción y pelear con otras ciudades para llevarse el gato al agua, entre otras muchas cosas. Pero por mucho que queramos a Bruce (y Bono), ya están muy vistos.
3-. «The River» (1). Como todos sus trabajos de finales de los 70 y principios de los 80, es parte indisoluble de su época dorada. Toda la gloria de Bruce Springsteen se encuentra condensada en esta etapa. El hecho de que esté desgranando uno de sus discos bandera demuestra que tiene buen ojo comercial: se ha apuntado a la corriente de rescatar para el directo grandes discos, como es el caso de Television, Brian Wilson o Primal Scream. También corre el riesgo de que las expectativas se diluyan como un azucarillo en una taza de café XL. Han pasado 36 años desde entonces. ¿Estará a la altura del mito de o tendremos que conformarnos con una versión aseada y autocomplaciente?
4-. «The River» (2). Al contrario que la mayoría de músicos de su generación no se ha dormido en las laureles y ha publicado discos regularmente en los últimos 15 años. La crítica casi siempre ha estado de su parte y el público lo sigue adorando, aunque musicalmente no haya hecho nada que no hubiera hecho antes. Seguramente el listón que va de The Wild, the Innocent & the E Street Shuffle (1973) a Nebraska (1982) resulte imposible de superar. Los fans están lógicamente expectantes y ansiosos por escuchar «The River» de pe a pa, pero al mismo tiempo dejadme que ejerza de poli malo y extienda varias sombras de duda. ¿Por qué lo hace? ¿Estamos ante una jugada puramente comercial y sacacuartos de disco deluxe + gira? ¿Un lifting musical que hurga en el pasado donde los tiempos fueron, inevitablemente, mejores? ¿O es simplemente un regalo para sus seguidores?
5-. Que Bruce Springsteen es un currante del rock and roll lo saben hasta los taxistas que escuchan la Cope. Bruce, además, es todo un obrero del rock que puede tocarte la fibra sensible. Si arrastras pequeñas grietas emocionales es capaz de reparar tu deteriorado estado anímico durante las dos o tres horas de concierto. A mí me pasó hace algunos años en Madrid. Lo que acaba saturando es otra cosa: el seguimiento orwelliano de nuestros periódicos locales durante sus estancias en San Sebastián. ¿Es necesario que nos informen sobre en qué heladería del centro ha comprado un cucurucho de dos bolas? ¿Queremos saber de qué color son las toallas con las que se tumba en la playa? Él también ha venido a hablar de su libro.
6-. El precio de las entradas. Según Ticketmaster las entradas con asiento reservado en grada oscilan entre los 65 y 115 euros y los de pista, 80 euros, más gastos de distribución. El debate sobre si algo resulta caro o barato es una constante y suele conducir a un callejón sin salida o a argumentos relativistas; propongo recurrir a una votación popular para hallar una respuesta lo más democrática posible. También podemos jugar a las comparaciones. Ver a Springsteen no cuesta mucho más que un festival con un cartel tan poderoso como el de BBK Live (120 euros) en el que estarán Pixies, New Order, Foals, Arcade Fire…
7-. Aunque dos miembros originales de la E Street Band (Clarence Clemons y Danny Federici) ya no están entre nosotros, no seré yo quien ponga en duda una maquinaria tan fiable. Merecen el respeto y la admiración del mundo del rock. Pero siempre que sale Springsteen y se habla de la E Street Band me acuerdo (además del pelma de Manel Fuentes) de otros músicos de su misma cuerda que reciben mucha menos atención de la que merecen. Uno de ellos es Willie Nile. Bebe de la épica sprignsteeniana y ha publicado discos más redondos que Bruce en los últimos 15 años. Han tocado juntos varias veces. Sus canciones están hechas para los estadios de fútbol pero acaban sonando en salas de 200-300 personas. Un brindis para que los springsteens del mundo salgan a la superficie.
4 Comentarios
Yo lo veo más simple, a Bruce le gusta Donosti. Los promotores lo saben y le ofrecen la posibilidad de hacer el concierto. Sacan las entradas a la venta y el que desea (y puede permitirselo) va al concierto.
Si, en un festival cómo BBK Live podrás ver muchos grupos pero propon a una persona de 60 años o más que espere autobuses, suba hasta Kobetas etc. Supongo que se encontrará más cómoda en la tribuna disfrutando de Bruce.
Otros igual lo pasamos mejor en un concierto de una sala pequeña gastando menos dinero y apoyando a grupos locales. Si es un día de suerte, puede que salgas con una sonrisa al descubrir con los teloneros una nueva banda que no esperabas.
Al final se trata de que todos los públicos disfruten de las actuaciones en directo, cada uno a su manera.
Unservidor:
Sí, tal y como lo planteas me parece que está bien. Lo que pasa es que parece que estamos abocados a que en Anoeta (donde hay un concierto cada tres o cuatro años) sólo vengan Bruce o U2. Proponía poder explorar otras fórmulas (¿qué tal medio aforo de Anoeta como se hizo con Depeche Mode?) para poder disfrutar de un concierto de estadios con bandas grandes que también monten un buen espectáculo. Soy el primero que apoya los pequeños conciertos como espectador y como periodista. Voy a uno, dos y hasta tres conciertos a la semana en Donosti. Pero de vez en cuando me mola un chute de masas. De ahí mis apreciaciones.
MUSE tocó en el Velódromo en el 2004 y ¡fue un GRAN concierto!
Vaya, ¡se me ha escapado ese detalle! Gracias 😉