SAN IGNACIO (JESUITAS)
Es el típico colegio en el que acabas ingresando porque tu padre también estudió con los Jesuitas y te sigue contando anécdotas de su época de estudiante. En Donostia está absolutamente mitificado por este tipo de leyendas que van pasando generación tras generación y que no son ni mejores ni peores que en otros sitios. Para el imaginario donostiarra viene a ser un punto medio entre la ortodoxia pija de Marianistas y la variedad controlada de La Salle que ya vimos en la primera entrega de esta mini-serie. Ahora que apenas quedan Jesuitas en activo, ha adquirido clara impronta ignaciana pero seguro que en tu época los religiosos le ganaban la partida -moral- a los laicos. En sus 85 años de historia a todos se nos quedará grabado el campo de hierba artificial que levantaron en el patio. Qué envidia. ¿Cómo distingues hoy en día a uno que ha estudiado en San Ignacio? Lo tienes fácil: si su cuadrilla supera los 20 miembros es muy probable que se hayan conocido en Jesuitas. Suele ser una manada muy compacta y numerosa.
ERAIN/ESKIBEL (OPUS)
El modelo educativo de separación de sexos lo llevan a rajatabla: a los chicos (Erain) los mandan al Alto de Gaintxurizketa, entre Irun y Oiartzun, y las chicas estudian en Eskibel, más allá de Añorga. Entre los años 90 y 2014 alguien puede pensar que han pasado muchos años (y muchas cosas), pero la vida para algunos no cambia: siguen impulsando «deportes de chicas» como la gimnasia rítmica. Tenían los mejores equipamientos deportivos (pistas de pádel, piscina climatizada…), aunque no eran los mejores deportistas. Ahora sacan pecho afirmando que el 100% de sus alumnos han aprobado los exámenes de selectividad, pero al menos en lo que respecta a la generación de 1999, tenían las peores notas. Los que estudiamos en la Universidad de Navarra veíamos cosas raras como «policías morales» merodeando por el campus para evitar que las parejas se dieran lascivos besos en la boca y nos preguntábamos cómo habría sido la educación de aquellos exalumnos uniformados de Eskibel y Erain. El dinero tiene sus cosas buenas: cuando tocaba reunión de padres servían el café con pastas y vajilla de la buena.
SANTO TOMAS LIZEOA
En primer lugar, cabe destacar su ubicación geoestratégica: a un paso de la UPV y de la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Navarra (Tecnun). El salto de la ikastola a la universidad, por lo tanto, es muchas veces eso, un pequeño salto exento de traumas en ambos casos salvo en el shock lingüístico que supone acabar en el Opus. Y es que, por lo general, el estudiante euskaldun del «Santoto» es una persona acomodada en un sistema que le es favorable y, por lo tanto, no ve motivos para la rebeldía. Además de su equipación deportiva de color naranja “butanero”, si algo distingue a los lizeotarras es un apego enfermizo hacia la institución que los ha tenido retenidos (a la mayoría) desde los 3 hasta los 18 años.
El lizeotarra medio es un tipo que está satisfecho con la formación recibida, tiene buena relación con los profesores con los que se encuentra de vez en cuando y recuerda con nostalgia a los que no están. Cuando abandone el nido descubrirá que no en todos los centros se anuncia la hora del recreo con una sonora txalaparta. El Santo Tomás era un microcosmos muy similar al de la ciudad de “El show de Truman”, un mundo feliz en el que todo va bien mientras uno no desarrolle en exceso el espíritu crítico. Fuera de la ikastola, el epicentro lizeotarra se situaba entre los bares Perku y Ttun-Ttun, o al fondo de la Ikatz kalea (Juan de Bilbao) en garitos como el Belea, siempre un poco más tibios en lo político que el Herria.
SAN PATRICIO
Es el colegio inglés por excelencia y más aún tras el cierre de San Jorge, de donde muchos de sus estudiantes acabaron estudiando. Además de sus competencias lingüísticas, presumía de la cantidad de hijos de futbolistas de la Real que acudieron (Mutiu, Kovacevic, Karpin) a un entorno que anteriormente estuvo rodeado por vacas. Proliferaban madres rubias con coches 4×4 (ML, X6, Q8, Range Rover, Grand Cherokee, etc.), que llevaban a sus hijos, también rubios, hasta la puerta del colegio. A estas madres rubias no se les conoce ni oficio ni beneficio y las encontrarás haciendo pilates, o tomando un marianito en el Club de Tenis de Ondarreta o Basozabal. Sus hijos se movían por Bera-Bera entre semana y el fin de semana se juntaban en los alrededores del Buen Pastor con otros estudiantes de colegios acomodados. Era pijo pero con un punto diverso que ayudaba el hecho de ser un centro laico. A diferencia de Eskibel las faldas iban varios centímetros por encima de la rodilla y su chándal verde manzana permanece aún en el recuerdo de muchos. Tiene alguna que otra anécdota que corrobora su vertiente liberal, como cuando una pareja de alumnos del 82/83 se dieron, en el puente de secretaría, uno de los morreos más largos de la historia del «Sanpa» (sí, tampoco se libraban del apócope cariñoso). Se retransmitió por la radio del colegio.
44 Comentarios
Egun on Jon,
Que pasó con Mundaiz! Un colegio que nació en el centro-centro y que fue a vivir entre un meandro del urumea y los castaños del cristina-enea.
Egunon, Txema!
A Mundaiz se le da su merecido espacio, claro que sí!
Hola, he estado leyendo sus comentarios para ver si me ayuda a decidir a que colegio llevar a mi hijo. Cumple 6 anos en Octubre, puede hacer primer grado? Lo que buscamos es un colegio que no sea tan estricto y supuestamente los religiosos tiene esa fama, la verdad no estoy muy enterada, espero recibir sus comentarios. Gracias.
hola me han encantado los artículos, he estudiado en el bartolo me has hecho revivir mi época de adolescente malote, espero que hagas alguno mas un saludo.
¡Gracias por tu comentario! Qué gracia lo de tu «época de malote». No creo que haya más, lo dejamos en trilogía…