A los hondarribitarras que hemos nacido en la Parte Vieja siempre se nos ha considerado unos ciudadanos de segunda; no lo digo en plan despectivo. En un pueblo con una identidad tan marcada como Hondarribia, se distinguen (o se distinguían: hablo de la década de los 80/90) dos tipos de clases: los que han nacido en la Marina, la parte baja y animada del municipio que cuenta entre sus habitantes a muchos pescadores o a hijos de pescadores, y el resto.
Hasta no hace demasiado, la Parte Vieja era una zona algo deprimida en la que recalaban personas de otros pueblos de los alrededores. En casa, mis padres venían de Oiartzun y, como es lógico, no vivían las fiestas con la misma intensidad que los locales. Una tradición tan arraigada y que se transmite de generación en generación perdía en mi caso una vía fundamental de conexión. Pero en Hondarribia el ruido que genera el alarde es infinito (ensayos, la expectativa de quién será la cantinera, los amigos del colegio que se meten a “cuberos”…) y no hay vías de escape.
Así que yo era como uno de esos espectadores de la NBA que ven los partidos desde la cancha. Nunca salen a jugar pero están sentados a pie de pista, a un palmo de los jugadores.
Y llega el famoso 1996. Como ya se sabe, hasta este año, sólo los hombres marchaban vestidos de soldados y es entonces cuando un grupo de vecinas de Irún y Hondarribia se rebelan contra la tradición y deciden también desfilar como soldados. Estalla una enorme tensión entre dos bandos enfrentados, con más virulencia en Hondarribia, y en algunos casos llega a las manos. Insultos, escupitajos, familias rotas. ¡Aquello era una especie de guerra fría!
Como todo lo que pasa(ba) en Euskadi resultaba imposible abstraerse del contexto social y político. Lo recuerdo excesivamente politizado. Más que una fiesta, parecía una opción de voto: en esos años de plomo y Miguel Ángel Blancos, la izquierda abertzale enarbola la bandera de la igualdad y el resto de partidos políticos, salvo EB y con muchos matices PSE-EE, apoyan sin fisuras el alarde tradicional.
Pierdo el contacto con mis amigos del pueblo y salgo fuera a estudiar. Pasan los años y el alarde mixto logra el reconocimiento institucional (apoyo del Defensor del Pueblo y del Gobierno Vasco), jurídico (se aprueba la Ley de Igualdad) y amplía su base social. Desde fuera (vivo en Granada, luego en Madrid) parece que las aguas vuelven a su cauce y cesa el ruido mediático pese a la insistencia de algunos vecinos en seguir sacando plásticos negros.
Año 2013. Me alegro de que estrenen un documental que dé voz a ambas partes. Me entristece enterarme de que un jardinero, Alberto Lizarraga, el que fuera General del Alarde Oficial (mixto) de Irún, un buen tipo, muy agradable, no aguantaba la presión vecinal y se ha visto obligado a marcharse fuera.
Año 2014. 8 de septiembre. Me vuelvo a poner triste al ver la calle Mayor manchada de negro.
1 Comentario
Yo pondria balas de verdad en las escopetas ….!!! en ambos bandos …!!! y luego traeria la fiesta del toro de la Vega a Hondarribia….!! o Oñarbi (que ahora es mas cool) despues mezclaria las fiestas de San Marcial de Irun (que son una guarrada)
Y llevaria a los impresentables que e van de marcha a la parte vieja (si esos que se mean en la calle, le dan patadas a la basura etc..etc) por supuesto llevaria a os moritos que antes pululaban por la consti (si esos que son unos marrulleros) junto con los de la calle Fuenterrabia de Irun y con todo ello haria unas fiestas de Hondarribia que ibais a flipar…!!
Pero bueno como me importa una puta mierda la tonteria de las fiestas del Pais Vasco ( ya conocemos la aficcion a montar fiestas de cualquir payasada y todas son una guarrada)
Solo diria que las diferencias emtre sexos existe gracias a la poca cultura y a la mala fe de asocioaciones etc..etc como las feministas y los clubs para hombres que se empeñan en hacer diferencias de sexos en vez de hacerlas entre personas….!!!
Ya que yo no veo hombre o mujeres, veo personas…!!!
Vaya panda de anormales