Se dice, muchos lo dicen, que el guipuzcoano nace siendo de la Real. Lo dice una voz autorizada como la del donostiarra Iñaki Gabilondo en el emotivo documental “25 años de la última copa” que ETB emitió el año pasado. Que una cosa va unida a la otra, que no se pueden disociar. Guipuzcoano y de la Real. De la Real y guipuzcoano. Salvando las distancias, recuerda a la célebre frase de John Cusack al inicio de “Alta Fidelidad”: «¿Escuchaba música pop porque estaba deprimido o estaba deprimido por escuchar música pop?».
En realidad, se puede aplicar la misma teoría a aquellas ciudades en los que el equipo local está socialmente implantado, como en Bilbao, Gijón o Pamplona. Pero cuando ves las imágenes de la final en el estadio de la Romareda de Zaragoza -y la posterior celebración en Alderdi Eder- entiendes algunas cosas: una ciudad pequeña unida en torno a un club, un mismo sentimiento, una alegría desbordante en medio de un clima social y político peliagudo.
Gabilondo también recuerda que en aquellos últimos años 80, años convulsos, Atotxa se convirtió en un refugio para muchos ciudadanos. Atotxa olía a restos de comida los domingos por la tarde, pero sobre todo era un oasis. Venía a decir que todos los colores políticos se diluían durante 90 minutos para animar a la Real. Nótese que ese “todos” en 1987 no tiene el mismo valor que en 2013. Quizás ésta es la razón principal por la que no está mal visto hablar de la Real en círculos culturales, que habitualmente rechazan el fútbol. Las madres, que no suelen ser demasiado futboleras, hablan de la Real, les gusta la Real. La Real Sociedad: el equipo de las madres y los culturetas. Algo bueno tiene este equipo cuando ha logrado semejante hazaña.
Han pasado 26 años y sí, parafraseando a Bernardo Atxaga, que vuelve a estar de actualidad, por cierto, pesan como siglos. Anoeta no es Atotxa, la Real se ha convertido en Sociedad Anónima (una empresa), los guipuzcoanos estamos aprendiendo a vivir en paz y, al fin, ya no necesitamos cobijo. Si, pongamos, algún aficionado txuri-urdin se quedó dormido en 1987 y se despertase hoy se echaría las manos a la cabeza. Se pondría en plan Alfonso Guerra: “¡A la Real no la conoce ni la madre que la parió!”. Y se sentiría desbordado ante la omnipresente Real.
Este hombre, que era socio de toda la vida, se conformaba con entrar a Atotxa cada dos semanas y seguir los partidos de fuera de casa por la radio. Ahora, tras un salto en el tiempo de 26 años, apagaría la televisión, hastiado, al comprobar que retransmiten partidos de fútbol todos los días de la semana menos el jueves (creo). Apagaría la radio porque no paran de colar deportes (=fútbol) en los informativos. Dejaría de comprar su periódico de siempre, El Diario Vasco: “Para leer 10 páginas seguidas de fútbol me quedo antes con el Marca”, argumentaría.
Entonces, a este guipuzcoano, también de toda la vida, le entraría una gran duda, una pregunta de las que se denominan vitales, existencial y catastrófica, casi de vida o muerte… “¿Sigo siendo de la Real?”.
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