La semana pasada Juan Karlos Izagirre cumplió 98 años. Nos recibe en su casa de Igeldo con un caldo y un firme apretón de manos. Se mueve con dificultad, pero en cuanto comenzamos a hablar derrocha un entusiasmo contagioso. Charlamos de sus años como alcalde de San Sebastián y de su carrera política, que son la historia de una época convulsa y apasionante.
Usted ejercía como médico, y de la noche a la mañana alcalde de San Sebastián.
Sí, aquello fue tremendo. Piense que yo era joven e inexperto, no tendría ni 48 años en aquel momento. Traté de adaptarme lo mejor que pude, pero no fue fácil. Yo venía de un trabajo que consistía en ayudar a la gente, pero en seguida me di cuenta de que en la alcaldía esa experiencia no valía demasiado.
Y para colmo usted llegaba como defensor de la independencia de Igeldo.
Mire, aquello fue una campaña de desprestigio muy bien orquestada. Yo desde el primer momento me definí como independentista, que yo lo considero una actitud ante la vida, un estado de ánimo, un sentimiento. No engañé a nadie, cuando era un niño quise tener mi propio cuarto, luego quise irme de casa, después luché para salir de Donosti y en último término para independizarme de España. Ahí está la hemeroteca.
Años duros, donde no podemos olvidar el escándalo de las olas gigantes.
El año 2014 fue especialmente difícil, en un principio nos extrañó muchísimo la violencia del mar contra la ciudad. En las reuniones del partido no dábamos crédito, precisamente nosotros, que estábamos trabajando tan duro a favor del medio ambiente, por el reciclaje, contra las obras faraónicas que tenían un impacto terrible sobre la naturaleza.
Había cosas que no cuadraban…
Era muy sospechoso, en mitad de un concierto acústico de Su Ta Gar en el Kursaal apareció una ola de 20 metros y arrasó todo. Cristales rotos, guitarras acústicas a la deriva, heavies de más de 50 años llorando, un desastre. Después de eso calma chicha. Al mes y medio, con el auditorio ya en condiciones y a punto de empezar una actuación de Pirritx eta Porrotx, surgió de la nada la madre de todas las olas y ocasionó un destrozo que nos obligó a cerrar los cubos durante casi un año.
Y empiezan a investigar.
Fue la compañera Nora Galparsoro la que nos puso sobre la pista. Esto es cosa de España, dijo en una bilera. En un principio no le dimos más importancia, son cosas de Nora, nos dijimos. Pero con el paso del tiempo vimos que aquello no era normal y recordamos sus palabras. Hablamos con un contacto que teníamos en la Ertzaintza y nos avisó de movimientos sospechosos. Nuestro hombre nos dijo que la Guardia Civil había puesto hace un par de años un anuncio en forocoches.com donde se buscaban ingenieros especializados en energía maremotriz.
Ese fue el punto de partida para desenredar la madeja.
En realidad se descubrió la operación en muy poco tiempo, supuso un escándalo mayúsculo. Habían tardado 20 meses en crear una estación submarina en alta mar que generaba olas gigantes con una precisión increíble. Terrorismo de estado puro y duro.
Se trató de llegar hasta arriba, buscando el cerebro, pero fue en vano.
Logramos que dimitiera el director de Euskalmet, que era más de lo que pensábamos conseguir. El Director General de la Guardia Civil pidió una excedencia y a su vuelta fue nombrado Ministro de Interior, ahí acabaron las responsabilidades políticas. Electoralmente sí que se notó, el Partido Popular afianzó su mayoría absoluta gracias al caso y nosotros ganamos en Donostia cuando las encuestas nos colocaban como quinto partido.
Usted repite como alcalde cuando ya estaba preparando las maletas…
Hablé con el partido y me convencieron. También fue un ejercicio de responsabilidad, había proyectos importantes que llevar a cabo, sobre todo la capitalidad cultural y Tabakalera.
La solución que encontraron para Tabakalera fue muy polémica.
¿Por qué lo dice?
Decidieron convertir el edificio de Tabakalera en el polideportivo de Igeldo.
No se hizo más que aplicar el sentido común. Igeldo no poseía ningún tipo de infraestructura para realizar actividades deportivas de primer nivel, y no se iba a acometer una obra en los terrenos de Igeldo que supusiera la destrucción de la flora y fauna autóctonas.
La capitalidad cultural del año 2016 era un acontecimiento clave.
Según se acercaba la fecha yo lo veía cada vez menos claro. Me iban pasando informes, actividades a realizar, y no entendía absolutamente nada. Al principio me molestaba en preguntar a los asesores o en mirar el significado de algunas palabras en el diccionario, pero al final ni me preocupaba. Me di cuenta de que nos habíamos metido en una carrera absurda que no nos llevaba a ninguna parte. El 31 de diciembre del 2015 tomé la decisión, les mandé un email a los de la Unión Europea diciendo que muchas gracias por todo, pero que renunciábamos. Eso sí, redactado con mucha educación y en euskera.
¿Cuál fue la reacción de Europa?
A los pocos días me llegó un email diciendo que esa dirección de correo no existía.
¿Me quiere decir que renunció oficialmente a la Capitalidad Cultural y que no se enteró nadie?
Yo dije a mi equipo que ese año íbamos a hacer todo normal, nuestro festival de jazz, el de cine, el abordaia, los fuegos, y que para la capitalidad no había un euro ni íbamos a celebrar ningún acto. Lo curioso es que nadie se enteró de que no hicimos nada. Ni la oposición ni la ciudadanía.
Y al poco pierden las elecciones.
Sí, yo acabo muy quemado de todo aquello. Había dedicado mis mejores años y mis mejores ideas a la ciudad, estaba cansado. Decido apartarme de la política, eludir responsabilidades y tomarme unos años de descanso.
Se refiere a cuando se hace senador.
En efecto.
Coincide con los procesos de independencia.
Un caos terrible. Varias comunidades autónomas se lanzan a la carrera independentista, primero lo consigue Cataluña, y luego nos adelantan por la derecha y por la izquierda: Galicia, Canarias, Extremadura, Andalucía y Navarra.
El electorado vasco no entendió que no dieran ustedes un paso al frente, cuando hasta el PNV estaba dispuesto a echarse al monte.
No era el momento de precipitarse. Habíamos estado trabajando durante muchos años para lograr la independencia y había que hacerlo bien. Decidimos crear asociaciones municipales que fueran planteando el tema a nivel local a la vez que desarrollamos un plan tractor a nivel nacional para sensibilizar a los colectivos más reacios. También contactamos con un grupo de independizadores internacionales para que el proceso se realizase con todas las garantías.
No cuajó, ¿por qué?
El asunto fue muy complejo. En un primer momento la gente estaba con mucha ilusión, se celebraban reuniones semanales donde todos prometían arrimar el hombro pero al final… al final cada uno tiene su vida. Un día el encargado de hacer la tortilla de patata trae una precocinada del eroski, otro día el que iba a encargar las pegatinas se va a las Landas, recuerdo otra reunión en la que estaba yo solo porque había partido del Athletic. El tema se fue enfriando.
Los votos siguieron cayendo.
Es cierto, pero no solo por esa cuestión. Supongo que ahora ya lo puedo contar y nadie del partido se molestará. En aquella época encargamos un estudio sobre nuestros votantes y se descubrió que su esperanza de vida era bastante inferior a la media. Nos dimos cuenta de que el estilo de vida al que les habíamos empujado no era el más saludable. Mucho tiempo bebiendo en las herriko tabernas, cenas populares a base de carnes rojas y patatas fritas, recibimientos de presos que acababan en barrikote, imagínate. Eso se traducía en cirrosis, problemas cardiovasculares, una verdadera sangría. Para colmo, cada 15 ó 20 días organizábamos una manifa en Bilbao donde se pegaban unas caminatas tremendas. Mucho tute para el cuerpo que se acabó pagando. Como médico puedo decir que enviamos a nuestros votantes a una muerte segura.
Usted decide pasar a un segundo plano y vuelve a Igeldo como concejal.
Decido regresar a mi tierra y recuperar el contacto con la gente, la política de base. Cuido mi huerta, paseo a mi perra y en mis ratos libres hago algún torniquete en el bar, como hobby.
Finalmente, en el año 2044 condenaron a ETA.
Ese fue un gran error estratégico y una de las causas de nuestro desplome definitivo. Habíamos pasado los años más duros sin condenar y sin pagar un coste político por ello. Después de tanto aguantar el tipo decidimos cerrar ese capítulo y condenamos el terrorismo de ETA. Ocurrió que muchos de nuestros votantes más jóvenes no tenían ni idea de qué era ETA. Buscaron en la wikipedia y se quedaron escandalizados, no entendieron que hubiéramos tardado más de 40 años en condenar a un grupo terrorista. Eran otros tiempos y no supimos adaptar nuestro discurso.
A todo esto, Otegi sigue en prisión.
Yo confío en la justicia. Es cierto que en algunos casos puede pecar de lentitud, pero si el juez entiende que necesita 40 años para estudiar su recurso sus razones tendrá. Si algo he aprendido en mi carrera política es que las oportunidades pasan, pero el cargo y el agradecimiento al partido que te lo ha proporcionado deben permanecer.
5 Comentarios
Grande!!! Una gran entrevista esclarecedora… ; ))
Genial. Me he reido un buen rato
Jon: tiene puntos muy buenos, sí señor.
Gracias a ti, jon. A ver si vivimos para contrastar la entrevista.
¿Y el monte igeldo y el cosmicar siguen funcionando?