Era el verano de 1958. El Zinemaldia no era una excusa para alargar el verano: aquella sexta edición se celebró en pleno julio. La ciudad ya entonces estaba atestada de turistas. Un jovencísimo Roman Polanski presentaba un corto y estaba invitado casi de carambola, gracias a que su pareja, Barbara Kwiatkowska, protagonizaba una de las películas de competición, “Eva quiere dormir”. Los productores españoles quedaron prendados de ella y querían contratarla. Polanski no le aconsejaba trabajar en España por la represión política de entonces. Y comenta que a ambos les disgustaba ver a la policía en la playa, con un metro poniendo pegas a los bikinis de las mujeres. Esto, como lo de la ciudad atestada de turistas, también está en cierto modo de actualidad.
Estas y otras anécdotas, con tintes de ecos de sociedad, las he leído en un muro de la exposición dedicada a la visita de Alfred Hitchcock al festival de San Sebastián. Se puede ver en la sede de Donostia 2016 y estará hasta el 14 de octubre. Tendréis que pasaros entre semana porque, sorprendentemente, cierra el fin de semana -excepto durante el festival-.
Al entrar, oigo el clic del contador de personas. Vaya, parece que no soy el visitante número 2016, pues ese tendrá premio, según han dicho. No caen globos ni serpentinas. Pero es otro sonido el que llama mi atención rápidamente: el de la sugerente música de Bernard Herrman para “Vértigo”, “Scene D’Amour”. No sé hasta qué punto el compositor definió el estilo de Hitchcock o cuánto marcó el director su sello de suspense en nuestra memoria al escuchar ahora esas notas. El caso es que la exposición se vuelve al instante un lugar enigmático, misterioso, quizá hasta peligroso.
La primera foto no es más que una vista aérea del avión surcando las nubes, con destino al aeropuerto de Biarritz. Puede ser el avión real o una imagen de una de sus películas, quién sabe, incomprensiblemente no hay una sola leyenda bajo las fotos. Sea como fuere, la imagen con esa música de fondo, y seguramente por la idea de que viaja en él el maestro del suspense, transmite cierta inquietud, una sensación cinematográfica de adentrarte, desde la primera foto, en un guión de película. Como si las fotos fueran un storyboard. Pronto pasamos a plano general de frontera Irun-Hendaia. A continuación, el director que siempre ha dicho temer a la policía, parado por un guardia civil. Entre cómico e inquietante.
Las fotos que, siendo de cualquier otro, podrían ser un aburrido reportaje turístico, con él tienen un misterio cinematográfico que te obliga a mirar. Como el voyeur de “La ventana indiscreta”. Como James Stewart -una vez más- siguiendo a Kim Novak en “Vértigo”. Será la música. Será que la imagen en blanco y negro de Hitchcock posando serio y distraído delante del pórtico de la iglesia de Santa María me hace pensar en “Yo confieso”. Del museo San Telmo llegó a decir que sería una buena localización para una de sus películas. Será que no sale en las fotos sonriendo a cámara, sino haciendo uno de sus cameos, a veces intrigante, a veces extrañamente cómico. Como en sus películas, en las que intentaba aparecer al principio para que el público no se distrajese buscándole todo el rato, una vez que le has visto sabes que estás en su cine, y que algo inquietante va a ocurrir.
Por eso, un par de fotos de la Concha y alrededores, sin gente, sin necesidad de que aparezca él, mantienen la inquietud. Para más inri, se hizo un reportaje en el cementerio, en Polloe. Tiene una foto junto a un cartel que reza “San Sebastián”. Todo muy tétrico. Era nada menos que una sesión de fotos para Paris Match y Gaceta Ilustrada. No desaprovechó el tiempo. Se dio un homenaje en Casa Cámara, en Pasai Donibane. También visitó Baiona y Lourdes. Todo está documentado con fotos y se mezclan con algunas imágenes actuales de algunos lugares.
Finalmente, hay montada una sala de cine con una proyección bastante redundante. Espero que la sala no se haya creado solo para eso. La exposición es interesante en cuanto a que las fotos de Hitch en Donostia son chocantes, llamativas. Solo por eso ya vale la pena. Aunque quizá, solo por eso. Creo que le falta un desarrollo, una idea. Peca demasiado de chascarrillo de alfombra roja y apellidos locales. Algo a medio camino entre Teledonosti y el NODO.
Aquel año los donostiarras tuvieron la suerte de ver una de las mejores películas de la historia del cine compitiendo en la sección oficial de su festival. Algo que hoy en día sería muy difícil de repetir. Hay una foto del Victoria Eugenia proyectando “Vértigo” que da verdadera envidia. Por supuesto, no ganó la Concha de Oro -entonces los jurados ya eran tan negados como ahora- y se quedó en una Concha de Plata, que además fue ex-aequo con Mario Monicelli. La que ganó fue “Eva quiere dormir”, en la que participaba Barbara Kwiatkowska. Sí, la pareja de Polanski a la que, como a él, no le gustaba la policía franquista en la playa.
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