LA ANTICRÓNICA DE LA INAUGURACIÓN DE DONOSTIA 2016 (PARTE 1)

Hace diez días me mandaron un mail muy amable desde el departamento de comunicación de Donostia 2016 para ver si quería escribir un texto sobre la inauguración de la capitalidad. Al parecer me habían «seleccionado» entre varios bloggers, lo que me produjo un leve cosquilleo en el estómago y un repunte vanidoso. Los periodistas tenemos muchos defectos y algunas virtudes y la humildad no suele ser precisamente nuestro fuerte. Al final tuve que declinar la oferta por dos motivos:

a) No me iban a pagar

b) Lo iba a escribir de todos modos en KULTURALDIA

Si voy a redactar una anticrónica -por poco certera y cero académica, prolija en detalles secundarios, escrita en primera persona, incompleta, y, por lo tanto, muy alejado de lo que dictan las facultades de Comunicación, pero espero, bastante más entretenida, simpática e ilustrativa que la media-  sobre los primeros cuatro días de 2016, no me quedaba otra que tragarme alguna conferencia, toparme con discursos institucionales con más huecos que una obra de Chillida y abrirme paso a trompicones entre la masa como en un concierto de estadios para llegar a rozar al mesías con la yema de los dedos.

He sobrevivido a todo ello, así como al atracón inaugural de «más de 70 actos» que habían anunciado a bombo y platillo desde la organización. También es verdad que he racionalizado mi participación sumándome sólo a lo que consideraba indispensable a partir de esta guía de recomendaciones y con el hecho-hándicap de que este fin de semana me tocaba hacer guardia en mi (otro) trabajo. No era plan de empacharse a las primeras de cambio. El fast-food, aunque se disfrace de cultura, tampoco es saludable. Adelanto que no hay nada sobre los guiños a 2016 de la gran Tamborrada en la Concha. Ni carnaza sobre la polémica con los pitos al Himno oficial de la  UE en la izada, que ví desde el pequeño televisor de un bar de Riberas de Loiola con una compañía de tamborreros atronando en la plaza de al lado. Desconozco los motivos, pero si indirectamente también pitaban a Miguel Ríos tampoco está tan mal, ¿no?

Jueves 21

Pensé que, en primer lugar, sería buena idea informarse sobre lo que hicieron otras capitales culturales y dejarme empapar por sus experiencias dentro del ciclo «Diálogos europeos». Me picaba la curiosidad de formar parte del fanzine colectivo de Tabakalera pero, como ocurre con los grupos que se solapan en el Primavera Sound, no me quedó otro remedio que elegir entre una cosa o la otra. Acudir a una charla en la que presumiblemente me iba a encontrar a jubilados con mucho tiempo libre no suena tan apasionante como oír las nuevas canciones de Suede en el parc del Fórum. Culpa de la decisión a mi yo periodista, que no paraba de insistir en que esto también es parte indispensable del menú de 2016 .

Entro al San Telmo sin los deberes hechos: no sé cuáles fueron las ciudades de la cultura el año pasado. Y me pregunto -sentado, esperando a qué empiece con el mismo entusiasmo al que me enfrentaba a los exámenes de Geografía- cuántos en esta sala lo saben, descontando al equipo de 2016 que anda desperdigada y a gente curtida como Mitxel Ezquiaga, que parlotea animadamente en una esquina. Suena música francesa antigua de fondo. Y en el escenario, además de cómodas butacas, luz ténue e iconografía asociada a 2016 hay una preciosa bola del mundo para subrayar el ¿cosmopolitismo? del ciclo.

La charla es en inglés. Me hago el chulo y no he cogido cascos de traducción simultánea, que para algo me saqué el First. Una chica que ejercerá de moderadora introduce a nuestros hombres. Y se desvela el secreto: Y´ves Vasseur viene de Mons, Bélgica, y Jiri Suchán de Pilsen, República Checa. Fueron los directores generales de sendas capitales europeas de la cultura el año pasado. Se sientan y transmiten la sensación de estar cómodos, al estilo de los invitados de Bertín Osborne en «En tu casa o en la mía». Pero lo más novedoso radica en el formato: un ilustrador dibuja en directo con su ordenador ambos perfiles, apunta ideas, esboza figuras… Y todo ello se traslada en tiempo real a la pantalla del fondo. Funciona a modo de simpático resumen ilustrado. Es una idea realmente original, aunque por momentos puede acabar desviando la atención del espectador.

Y´ves Vasseur habla con fuerte acento francés y defiende el rol de las pequeñas ciudades (Mons no llega a los 100.000 habitantes). Admite que la capitalidad supuso una «metamorfosis» para ellos: construyeron 5 museos, invirtieron en infraestructuras y pasaron a recibir 2 millones de visitas. El discurso de su homólogo checo, con un inglés más fluido, es bastante similar. «Empezamos como outsiders, éramos una de las candidaturas con menos opciones» debido principalmente a su tamaño (170.000 habitantes). Y también pone mucho énfasis en el turismo. El turismo (asociado a la capitalidad) que puso en el mapa a Pilsen más allá de la ciudad de la cerveza. El turismo que también alcanzó los 2 millones. Turismo. Esa es la palabra talismán.

«Vosotros ya tenéis bastante turismo», dijeron refiriéndose a San Sebastián. Lo que cuentan no tiene mucho que ver con el proyecto donostiarra, la verdad, y se ve lastrado por unos problemas técnicos que hacen que el micrófono del representante belga suene distorsionado, como el zumbido de una mosca que revolotea en la habitación. Los técnicos no son capaces de acabar con el molesto ruido. Dan la palabra al público. Y después de la larga intervención de una señora francesa abandono la sala entre irritado y decepcionado con el equipo técnico. No han estado a la altura de los invitados.

Viernes 22

El plan previsto de hoy lo tengo clarísimo: a las 19:30 inauguración de la exposición «1966 / Gaur Konstelazioak / 2016», a las 20:30 película («The Invitation«) en el Antzoki Zaharra y a las 23:00 horas concierto de Discípulos de Dionisos en la sala Dabadaba. Finalmente me pierdo el bolo donde, maldita casualidad, me cuentan que ocurre algo entre absurdo e increíble. Al parecer, una chica tuvo que subir al escenario para pedir al grupo que retirasen las imágenes porno que se estaban proyectando. ¿Acaso no sabía que DDD son los embajadores del porno-punk-rock? ¿Qué estaba haciendo ella allí en lugar de, no sé, acudir a una obra de teatro con Concha Cuetos de protagonista? Lamentablemente, al grupo no le quedó otro remedio que retirar esos vídeos ante un público perplejo ante la kafkiana situación.

Sabía que no me iba a dar tiempo para disfrutar en condiciones de la exposición sobre el movimiento Gaur. Pero lo que no contaba era con un acto protocolario que se alargó bastante más de la cuenta debido a la perorata del comisario, Fernando Golvano. El resto de representantes institucionales (el alcalde, Eneko Goia; el diputado general, Markel Olano; y el director general de 2016, Pablo Berástegui, el más lúcido en su intervención) fueron más o menos breves y se ciñeron al guion previsto. Golvano se pasó tres pueblos y arañó preciosos minutos a mi carrera de contrareloj cultural. Finalmente no me quedó otro remedio que ver la expo al día siguiente.

Me dejó un sabor agridulce: la muestra está dividida en dos partes. La primera es magnífica y está dedicada a modo de retrospectiva a la «constelación más importante y renovadora del arte vasco» que se presentó a través de un manifiesto en 1966, hace exactamente 50 años. Me atrapa todo o casi todo: el universo poético de Amable Arias, el estallido de color de Rafael Ruiz Balerdi, la evolución de Mendiburu, el acercamiento pop de Zumeta y también la parte más euskomainstream representada por Basterretxea-Oteiza-Chillida. Ver todo esto reunido en un mismo espacio es glorioso.

Seguramente se deba a mi pobre formación artística o a mis limitaciones sensitivas con el arte más conceptual y moderno, pero no consigo conectar con la segunda sala, una nueva «constelación de estrellas» contemporáneas que según el folleto «presentan obras que establecen un diálogo entre sí y, al mismo tiempo, con las obras del contexto de los años sesenta realizadas por los artistas de Gaur». En las piezas de Txomin Badiola y también en la de Iratxe Jaio + Klaas van Gorkum esa conexión es evidente y explícita. El resto no sé bien de qué va. Este paquete de obras envuelto con el pretencioso nombre de Kairós (palabra griega, toma ya) contemporáneo me deja más frío que un partido en el estadio José Zorrilla de Valladolid.

Al contrario que los cinéfilos de las primeras filas del Principal, me encandiló el terror efectista de «The Invitation», ganadora de la última edición de Sitges. Te ata a la butaca del cine y no te suelta hasta el final. La sala no se llenó y en el anfiteatro se veían bastantes calvas. Había acudido el director del prestigioso festival catalán a presentar la película y dijo que se trataba de una reunión de amigos que hacía mucho tiempo que no se veían y en la que, como en las películas de Woody Allen, se van desvelando secretos y avanza la trama. Para mí fue cómo ver una versión perturbadora de «Los amigos de Peter» con secta de por medio. Cine indie, doméstico, eficaz y con final desbocado. Y con el «malo» de la peli, Michiel Huisman, con un aire a Juan Diego Botto.