Los viernes por la tarde son sagrados para Naica. El quinteto se recluye en su local de ensayo de Psilocybenea, su campamento base, el edificio multiusos que se encuentra a la entrada de Hondarribia. Están poniendo a punto las canciones de «Saturnalia» (Psylocibina Records, 2014), su nuevo disco, el segundo de su carrera y que presentarán mañana sábado 15 en la fiesta Demoscópica de la revista Mondosonoro en la sala Le Bukowski de Donostia. La velada también está reservada para Frank, uno de los grupos revelación de 2013, y ya bien entrada la noche pinchará el dj indie La Fábrica de Colores. Tras el apañado y juguetón calentamiento de Iñigo Kabezafuego, telonero de la estrella de hoy en Hondarribia, Kelley Stoltz, toca hacer una visita al grupo.
La sala de conciertos y los locales de Psilocybe comparten espacio en el mismo caserón, pero hay que salir al exterior para llegar a una puerta trasera por la que volver a accceder al interior. Me invita a pasar Carlos Noain, cantante en sus inicios en Naica junto con Naia Mandaluniz -en esta nueva etapa del grupo, no: todos aportan sus voces- y un estrecho pasillo conduce al primer local, un pequeño cuarto rectangular de unos 10 metros cuadrados donde el resto (Mikel Azcona, David Martínez y Santiago Noain) se afanan en recoger sus bártulos. Stoltz toca en unos minutos y nadie se lo quiere perder. Se muestran expectantes ante la puesta de largo de «Saturnalia», un trabajo grabado en un pequeñito estudio en Bera y que adelantaron el pasado verano en uno de los escenario del Jazzaldia. Al fin le ha llegado la hora de la verdad en la pequeña gira con la que arrancan en Donostia.
Naica han dado un volantazo para relanzar su carrera musical: sin dejar de explorar su gusto por evocadores paisajes sonoros, entregan un disco de clara orientación indie-pop cantado integramente en castellano y comandado por un juego de voces chico-chica que recuerda inevitablemente a La Buena Vida. ¿Se considera Naica heredera del Donosti sound de los 90? «La mayoría de la banda tenía 12 años de edad cuando ocurrió aquello. No de manera directa, pero esa ola dejó grupos interesantes como Le Mans y sus influencias, Stereolab, etc. o las propuestas tan musicales y tan divertidas de Javi Pez. Y de todos esos sonidos sí podemos decir que hay un rastro en nuestra música».
Han dado varios pasos al frente y otros tantos a los lados, es cierto. Suenan a pop en un sentido amplio y poco trillado de la palabra: introducen sorprendentes giros instrumentales, añaden toques shoegaze, el omnipresente teclado transporta al oyente a otros mundos (¿Saturnalia?) y los estribillos se desvanecen en un conjunto rico y lleno de matices. Reservan para el final un fantástico cierre épico e intenso ·(«30 lunas«) y en canciones como en «Último Aviso» e «Ícaro» te imaginas elevando los brazos al cielo a bordo de una vibrante montañas rusa (o suiza).
No es de extrañar, por lo tanto, que «Saturnalia» haya despertado mayor interés en la comunidad musical -medios, industria, aficionados- que “Fish taco”, su predecesor y heterogéneo debut políglota de 2012. Al final todo ha quedado en «humo», pero han sido cortejados por sellos independientes. De momento se quedan en casa, Psylocibina Records, donde se sienten queridos y los tratan con aprecio. «Es un tema realmente complejo éste… ¿Cómo consigues que alguien quiera apostar por ti y trabajar permitiéndote llevar tu evolución?», se preguntan.
«Saturnalia» hace referencia a las fiesta paganas anteriores a la Navidad cristiana, aunque el título realmente lo escogieron «por su sonoridad musical, y porque había un disco de los Jane´s que se titulaba Paraphernalia y de vez en cuando volvemos al origen». Si nos guiamos por los títulos puede parecer que les mueven conceptos espacio-temporales («Llegada, «Deriva»), pero no son más que «códigos para entendernos en los ensayos». Naica relegan todo el peso de su propuesta a la música. «En Naica no hay un interés deliberado por lo literario y tanto las letras como sus títulos son fruto de ideas que pasan».
Guapos y con estilo, justo antes de volver a salir del edificio para volver a entrar a él y llegar a tiempo al concierto de Kelley Stoltz, Mikel se despide: «¡A ver si tenemos suerte con el sonido del Bukowski!».
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