El emblemático edificio del Bellas Artes, ubicado en la intersección de las calles Urbieta y Prim, es la puerta de entrada al centro donostiarra. Construido por Ramón Cortazar en 1914 en un principio se planteó como sala de cine y más adelante funcionó como teatro con un aforo superior a las 1.000 localidades. En su última etapa, hasta 1977, sirvió como sede de la Orquesta Sinfónica de Euskadi. Y 100 años después parece que su historia está a punto de reecribirse. El próximo jueves 27 de febrero el Pleno del ayuntamiento de San Sebastián votará sobre el grado de protección que se le va a otorgar al antiguo teatro. Es una decisión de enorme calado. Tras la enmienda presentada esta misma mañana por el grupo municipal del PNV, todo parece indicar que se mantendrá la categoría de protección C propuesto por Bildu (derribo del interior, mantenimiento de la fachada) para que se le pueda dar un uso al inmueble.
¿Un uso? ¿Qué uso? Recordemos cuál es las posición de partida: la empresa SADE -propietaria del Bellas Artes y grupo a su vez que aglutina los cines Príncipie, Trueba y Antiguo Berri- pretende construir un hotel de lujo, lo que ha suscitado un enconado debate entre defensores y detractores. El grupo socialista ha celebrado esta semana una consulta entre sus afiliados y simpatizantes con un resultado esclarecedor: el 77% de los votantes se han mostrado a favor de «permitir su derribo y conversión en hotel manteniendo la imagen externa».
«Dificilmente es adaptable a una tipologia de habitaciones. Tanto un hotel como viviendas no son posibles en el actual edificio», reflexiona Jonander Agirre Mikelez, el arquitecto donostiarra que el año pasado impulsó con éxito -más de 10.000 firmas- una petición a través de la plataforma Change.org dirigida al consistorio donostiarra con el objetivo de frenar su derribo. «Fue una sorpresa y se consiguió una gran repercusión». Sin embargo, considera que con la iniciativa «no se han cumplido los objetivos» propuestos. «Cuando llevas un tema de estos siempre tiende a generarse un debate simplista de opuestos: a favor o en contra y esto lo aprovechan los políticos muy bien».
«He visto carcoma política, manipulación mediatica descarada y el empuje de intereses privados trabajando juntos. En general me ha dado una perspectiva muy negativa, no solo del tema del Bellas Artes, sino más bien de toda la ciudad y de cómo funciona», añade con pesimismo.
Todas las voces que hemos querido reunir en este reportaje, incluida la de Jonander, apuestan por una alternativa distinta a la del hotel. El local de Maushaus se encuentra a escasos metros del Bellas Artes, en la calle Pedro Egaña número 2. Carlos Arruti y Anabel Varona definen Maushaus como un laboratorio de ideas que gira aldededor del arte y la arquitectura. Su opinión merece ser recogida en una historia que parece condenada a abrir una nueva etapa alejada del espíritu inicial. «El planteamiento original de Cortazar, en el centenario de la quema de la ciudad, nos propone un local de pública concurrencia, de uso recreativo y no en un uso privativo, que no es de nuestra incumbencia».
«Convertir un cine en un hotel es descabellado, no se me ocurren programas más opuestos», afirma por su parte Edorta Subijana, también arquitecto y artista multidisciplinar. «Otra cosa es construir un hotel y disfrazarlo de Bellas Artes, lo que me parece igualmente absurdo. Si van a hacer un hotel, la única opción razonable es olvidarse completamente del edifico actual». Entonces, si no queremos un hotel, ¿qué uso le damos? «¿Que tal un cine?», responde Edorta. «En San Sebastián se da una coincidencia interesante: conservamos un edificio anterior a la primera guerra mundial construido como cinematógrafo y un festival de cine de máxima categoría internacional. Creo que no hace falta ser un genio para relacionar edificio y festival».
El profesor y dj de rock and roll Jokin Misterklin también apuesta por salvaguardar la identidad cultural del Bellas Artes, «un edificio que ha de ser hotel de culturas y no cultura de hoteles. Los hoteles son necesarios en esta ciudad, que duda cabe, pero no a costa de patrimonio cultural; ese edificio es un simbolo de culturalidad». Si por él fuera, y las condiciones de uso así lo permiten, lo haría «multifuncional,moderno, ejemplo de convivencia, pluridisciplinar… La gran apuesta para ser referente cultural de calidad».
En esta línea Jonander cree compatible la convivencia de Tabakalera con un Bellas Artes netamente cultural, pero avisa: «Éste no es un tema de lo que se puede o no se puede hacer, sino más bien de lo que se quiere o no se quiere hacer».
2 Comentarios
Hay una tendencia a decir que » se va a derribar un cine o un teatro para hacer un hotel», y eso es mentira. Se va a derribar un edificio en ruina para hacer un hotel.
Queda fantástico decir que sería mejor hacer un cine, un teatro, una sala de conciertos, un centro multidisciplinar… pero ¿una ciudad de 185.000 habitantes que tiene el Principal, el Victoria Eugenia, el CC Intxaurrondo, el CC de Altza, Jareño, los dos Kursaal, además de otras salas privadas y 4 multicines, necesita otro recinto así? ¿acaso se llenan los anteriores? ¿acaso hay tanta demanda? ¿Quién va a gestionar un recinto así? ¿Alguno de los que piden convertir el Bellas Artes en un centro cultural estarían dispuestos a invertir algo de su propio dinero en un centro así?
Yo, como asiduo de las salas de cine, los conciertos y las exposiciones de San Sebastián, no veo la necesidad de una sala nueva, no creo que exista el público suficiente para mantener otra local así y prefiero que SADE ponga un hotel, le vaya estupendamente y eso le permita no tener problemas económicos que le hagan plantearse otros negocios más lucrativos en locales como los del Trueba o el Principe. Que ojalá se llenasen, pero no lo hacen casi nunca. Como los demás locales culturales de esta ciudad.
Yo soy donostiarra y vivo en Lavapies(Madrid). Siendo que es un barrio humilde tenemos cerca de 15 o 20 salas de teatro y centros culturales, y yo voy, y como yo, mucha gente necesitamos vida cultural. Nunca sobran los espacios escenicos. Y menos una obra con firma. No me imagino al propietario de un picasso destrozándolo por el simple argumento de ser propietario. Yo iré al bellas artes cuando se restaure culturalmente. Por favor respeto a la obra del autor.