Soy Edorta Subijana, algunos me definen como salsero profesional. Disfruto con las cosas que hago y hago las cosas con las que disfruto. He tenido la suerte de hacer siempre trabajos que me han gustado y eso me convierte en una persona incapaz de hacer cosas que no le gusta hacer. No tengo claro qué es lo que soy, pero suelo presentarme a los padres de mi novia como arquitecto, aunque me veo más como dibujante.
Los montajes fotográficos del Kutxa Kultur Hiria Kubo han dado mucho de qué hablar. ¿Cómo surgieron estas propuestas para la ciudad?
Esta exposición empezó por el encargo que me hicieron para el Kutxa Kultur Hiria de junio. Me pidieron alguna proyección, fruto de las que había hecho con los organizadores para un concierto de Rafael Berrio y Mursego, pero en este caso no tenía sentido porque el festival era de día. Así que les propuse darle forma al festival y así salieron los montajes. Se expusieron los cuatro en la calle Andía como presentación de una futura exposición. Y en el Kubo ya expuse «La ciudad invisible«, haciendo referencia al libro de Italo Calvino con ese mismo título porque me gusta imaginarme San Sebastián como una de esas ciudades invisibles que describe él: un poco imposibles, pero con un carácter muy especial.
¿Qué pretendías con la exposición?
Las claves del festival Kutxa Kultur Hiria eran hacer una intervención en la ciudad que modificase el uso que hacemos de ella, pero sin tocarla. Al ver que una de las premisas era alterar la ciudad sin tocarla, se me ocurrió que la manera más fuerte de alterar algo sin tocarlo es proyectarlo. Pensaba en el proyecto de la pasarela de Sagües, ya que una vez que la gente vio el proyecto han seguido pensando en ello cuando están en Sagües, aunque no se haya construido. Se ha modificado algo con un proyecto que no se va a hacer, y así también se cambian las cosas. Yo veía proyectos irrealizables, que creía que iban a cambiar la manera de ver el sitio proyectado.
En esta exposición propones huertas urbanas en las azoteas, mercados en los bajos de La Concha, desfiles de moda en el náutico, graffitis en laterales de casas…
Los graffitis, por ejemplo, están vistos desde un punto de vista que tienen que ver con la ciudad, no como una firma de alguien. Están relacionados con el espacio para pasar al nivel artístico. También hay una intención de encontrar afinidad entre una mujer mayor de pelo cardado, caniche y vestido rosa, con un adolescente de 16 años con monopatín. Pretenden ser algo que pueda parecer bien a todo el mundo. Esperaba más polémica con esto, pero le ha gustado a mucha gente y no ha sido un escándalo. Lo que es algo bueno porque si el arte consigue conectar con el espacio se multiplican las dos cosas; la obra y el lugar. Y si hay un punto más de amor sobre algún punto de la ciudad se cuida más.
Y eso de dinamizar el río. ¿Tenemos el Urumea desaprovechado?
Hay que tener en cuenta que no es lo mismo un río de una ciudad de interior sin mar, que una ría que desemboca en el mar que tiene otra regla, porque no es tan estable, como hemos visto con los últimos temporales. Pero más allá de eso creo que está muy poco utilizado y que tenemos una relación muy mala con él: una relación muy mal resuelta. Un sitio que podría ser ideal para pasear o correr está muy interrumpido. Lo mismo ocurre con el paseo del árbol de Gernika, que creo que tiene espacio suficiente como para hacer muchas cosas; se podría potenciar allí la relación con el río. Es algo muy disfrutable y otra opción.
¿Y cómo resolvemos esta relación?
Creo que hay que hacer cosas adaptables porque todo cambia muy rápido: desmontables y hacer usos efímeros. Porque hoy montas un centro audiovisual con una inversión brutal y la cosa cambia en tres años aún cuando has hecho una inversión enorme en espacios y material. Creo que como todo cambia tan rápido que hay que hacer cosas un poco más ágiles de respuesta.
¿Qué le añadirías a la ciudad?
Cualquier cosa que haga que la gente salga más a la calle para que haya más actividad. Nos falta aprovechar más la calle, o saber cómo hacerlo. Creo que está bien planteada y tenemos espacios, es la ciudad donde más se pasea del universo, pero se limita a la bahía. Creo que cuando más se usa la calle, mejor funciona una ciudad. Aunque ahora esté bien, hay que ir a más.
¿Y qué le quitarías?
Hay muchas cosas que no me gustan, pero creo que son necesarias aún cuando no cumplen con armonía. Me imagino Donosti sin cosas que nos puedan parecer feas y sería una pesadilla, como un parque temático de mentira. Y además, no sé si quitar, pero creo que es terrible lo que se ha hecho con los mercados; eso me lleva a entender que no queramos hacer arquitectura nueva. Ha sido una destrucción total de algo que es patrimonio. No puede pasar en una ciudad en la que fardamos de gastronomía que tengamos un McDonalds en el sitio de lujo y, apartados en una marquesina horrible y desastrosa, a los caseros y caseras que tienen esos productos que deberían ser patrimonio a proteger. Se ha confundido totalmente el sitio de cada uno: como meter un Zara donde los caseros, como meter a los caseros en un sótano bajo tierra cuando deberían estar en el sitio de honor. Creo que se tenían que haber reformado de otra manera, no tanto por la remodelación arquitectónica sino por la de los espacios. Hemos perdido muchísimo: una oportunidad buenísima. Bueno, y ahora se quiere reformar el teatro del Bellas Artes en hotel. En esta ciudad donde un casino hace las veces de ayuntamiento nos gustan las cosas absurdas, parece.
Igual no entendemos bien la función de los edificios…
Está la falta de educación en cuanto a arquitectura. Se ha quedado como un resquicio para los arquitectos. No pasa lo mismo en otras disciplinas: pensemos en la música o el cine. Ves la cantidad de música que escucha la gente y la capacidad de análisis y de agrupar que tienen y no se parece en nada a la arquitectura. Además, hay miedo a la arquitectura moderna y se ha asociado a los arquitectos estrella. Se ha empezado a hablar de arquitectura con Gery o Calatrava, y parece que no existe hasta que aparecen estos proyectos multimillonarios. Hay muchos proyectos de gran valor que ni siquiera se valoran. La falta de conocimiento hace que no se entienda una arquitectura que no es un edificio, y que no se considere una obra como la Plaza de la Trinidad o la Plaza del Tenis.
¿Son estos dos lugares una obra de arquitectura?
Son dos de los espacios públicos más interesantes que conozco. La Plaza del Tenis es un lugar increíble que supone un final de la cuidad y una relación con el mar increíble. Para mí lo tiene todo: es perfecto. Pero como no tiene puertas y ventanas no sé si alguien lo ve como arquitectura. Me emociona el conjunto y el tratamiento de la ciudad allí, porque es un encuentro fantástico con todo. Lo mismo me ocurre con la Trinidad, sólo con ordenar algunos elementos con una trasera se ha logrado mucho, aunque luego se haya maltratado como se ha hecho. A nadie se le ocurriría poner un poliderpotivo en la Consti o colgar unas canastas del Ayuntamiento, porque lo valoran como arquitectura. La Plaza de la Trinidad, en cambio, se ha tratado, por desconocimiento, como si fuese cualquier cosa.
¿Algún otro ámbito de la arquitectura que tengamos descuidado en Donostia?
Con el tema de los festivales, aquí que tenemos tantos. Hace falta un poco de proyecto para los eventos porque se descuidan cosas desde el punto de vista arquitectónico. Montar un escenario o unos stands para unos libros puede ser un ejercicio de arquitectura también. Creo que la gente que se encarga no le da una segunda vuelta. Creo que siendo una ciudad tan pintoresca igual hay que trasladar la filosofía de los festivales Homeless al resto de festivales. Ha funcionado con el festival de Igeldo o con los conciertos del Jazzaldi en la Trinidad. Esa música no sería igual si se pusiese en un polígono industrial de las afueras. Habiendo tantos festivales, si diésemos un paso más en que esos eventos estuviesen bien ubicados… Me resulta molesto a veces cómo se pone el Kursaal para el festival de cine: no está bien resuelto.
Tenemos unos cuantos problemas entonces, ¿algún consejo para aprender a resolverlos?
Yo me lanzo a hacer cosas que no he hecho nunca, por eso no he llegado a un nivel muy alto en ninguna de ellas. En el caso de las proyecciones de Rafa Berrio la clave no estuvo en enseñar lo que podía hacer, sino en encontrar lo que necesitaba aquel espectáculo. Hay que poner la técnica al servicio del proyecto, del concepto. Todo parte de una pregunta: cómo se hace esto. Y respondo viendo cómo lo puedo hacer yo con mis herramientas. Y a veces miento y digo que sé hacerlo lo que me lleva a tener que aprender a hacerlo.
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