No sabemos de qué se alimentará Barrence Whitfield para sacar toda esa brutal energía que desprende en el escenario. Cuando hacia las dos y media acaba el festival se le ve charlando con algunos fans que le esperan a la salida
–¿Qué es lo que más te ha gustado de la gastronomía vasca? ¿Has probado la chuleta?
-Lo que me encanta es la mamia (lo dice así, en euskera). Ahora me comería una.
Y sonríe. Whitfield no sólo rompe los esquemas con sus gustos culinarios, sino que en el breve encuentro post-concierto se muestra cercano, amable y hasta dulce. Un perfil bastante alejado de la bestia parda que se ha subido al escenario de Ficoba, el recinto ferial de Irun. Junto con su banda de acompañamiento, The Savages -compuesto por el guitarrista Peter Greenberg, el bajista Phil Lenker, Tom Quatrulli al saxo y Andy Jody a la batería- han ofrecido el concierto más redondo del mini festival Irun Zuzenean, un chute de adrenalina que se inicia mentando a Chuck Berry (“Bip Bop Bip”), le sigue un single que suena a los Sonics (“The Corner Man”) y empalma con “Bloody Mary” , un guiño involuntario a la tienda de discos de Juancar, organizador del evento.
Tres temas, tres zarpazos. Whitfield, a sus 58 años, mantiene vivo el espíritu rockandrollero y salvaje de Little Richard y lo combina con el soul y el rithm & blues de los 50 y 60. Aunque nació en Florida vive en Boston, ciudad que alumbró algunas de las principales bandas del revival del garaje en los 80 (DMZ, The Lyres) y que también se incorpora al lenguaje musical de la banda. Su voz desgarradora brilla en las baladas (“You Told a Lie”, “I´m Sad About It”) y como buen soulman y entertainer sabe interaccionar con el público sin resultar cargante. Tampoco hace ascos al espectáculo: se despidió amagando un striptease después de la faena final.
Una intensa actuación que hubo que interrumpir durante unos momentos porque se había soltado algún bombo de la batería. Un parón anecdótico. Roy Loney también salió a cantar con Whitfield el clásico “Walking The Dog” de Rufus Thomas a modo de calentamiento. Luego, hacia la una de la mañana, le llegó su rol protagonista. La fórmula de Loney y los donostiarras Señor No, que cerraron el festival, sigue funcionando con solvencia y no da síntomas de agotamiento. Xabi y Roy se buscan mutuamente en el escenario, sonríen y se van lanzando guiños cómplices, una muestra de que la unión entre el ex Flaming Groovies y el grupo de Egia goza de buena salud.
Loney, que salió vestido de negro, conserva un digno chorro de voz y la actitud necesaria para que no sintamos lástima por un viejo rockero encima de un escenario. Con el pelo más corto de lo habitual, sigue siendo una especie de Joe Pesci del rock and roll, un hombre bajito y matón al que no te gustaría cruzártelo por la calle en una noche oscura. Así que no nos queda otra opción que perdonarle por haberse olvidado de “Shake Some Action”.
Tampoco lo hicieron nada mal los locales AZ/DZ, una fiel banda tributo de los rockeros australianos que se encargaron de animar al público corriendo de una punta a otra del escenario e incluso por el propio recinto. Un entretenido aperitivo antes la atronadora irrupción de ese hombre aficionado a la cuajada llamado Barrence Whitfield.
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