Irene Rouco es la veterana diva de Stradivarias II, un espectáculo que combina música clásica y popular, teatro y mucho humor. Se podrá ver este lunes 24 de agosto a las 20 horas en el teatro Victoria Eugenia. Y tiene pinta de que pasará como un tsunami en la Quincena Musical. Ideóloga del show -«nace fruto de un empeño personal»-, Irene es la única que ha sobrevivido a la primera parte de Stradivarias. Si con Stradivarias I ya rompieron moldes por acercar la música clásica a todos los públicos, mezclar Shubert con Police y, sobre todo, hacer reír al público, prepárate para esta nueva versión. Este divertido cuarteto de cuerda (violín, viola, violonchelo y contrabajo) se desmelena aún más. Será lo más transgresor y divertido de toda la Quincena Musical por unas cuantas razones de peso:
1-. Son cuatro divas nada divas. Se ríen de sí mismas y hacen reír.
2-. Reivindican tanto a los grandes de la música clásica (Schubert, Mozart, Beethoven) como a los grandes de la música popular (Queen, Stevie Wonder, Police). Todo es música.
3-. Mezclan canciones con humor y teatro. Saltan géneros, rompen formatos. Es informal y acaba enganchando.
4-. Son buenas músicas, pero no por ello se vienen arriba. No hay distancia entre el público y las artistas.
5-. El espectáculo gusta a todo tipo de público. A los más entendidos como a los no iniciados en la clásica. A los que le gusta ir al teatro, los que se quieren reír, niños, mayores… Es un espectáculo transversal.
6-. El objetivo del show es que el espectador se lo pase bien. Que pase un buen rato. No suele ser el primer mensaje que lanzan desde una orquesta. Ellas sí. Buscan entretener por encima de todo.
La historia de Stradivarias dio comienzo cuando Irene, que toca el violonchelo, empezó a darle vueltas a la idea de experimentar con la música clásica. «Estoy bastante loca y me gusta hacer cosas que supongan un reto», dice por teléfono mientras vuelve en tren a Madrid tras haber presentado el espectáculo en Cádiz. «No me conformo con un trabajo que me dé dinero y no me dé nada más así que me dije: ¿qué se hacer? Tocar el chelo. ¿Y qué me gusta? Reírme mucho, sobre todo de mí misma».
Stradivarias se inauguró el 5 de diciembre de 2009, pero no fue hasta el 3 de junio de 2010 que empezó a cuajar. Primero fueron a la Exposición Universal de Shangai y más tarde se dieron a conocer por diferentes puntos de la Península. En 2011 estuvieron 7 semanas seguidas en el teatro Alfil de Malasaña, en Madrid, y según el suplemento Metrópoli de El Mundo fue uno de los «mejores musicales del año».
Tres años después Irene decide empezar de nuevo: mantiene la esencia del espectáculo, cantan más y se rodea de nuevas divas. Ella es la única que repite. «Le he dado una vuelta de tuerca a todo. El formato es igual, pero somos un elenco nuevo. Seguimos siendo cuatro divas, aunque hemos introducido una sorpresa que se convierte en la estrella del show».
Los más puristas pondrán el grito en el cielo por, entre otras cosas, ¡mezclar Stevie Wonder con Beethoven! «Todo tiene más conexión de lo que pueda parecer», continúa. «Haciendo un trabajo de investigación, que básicamente es meter horas en un local de ensayo, te das cuenta de eso. El objetivo es hacer algo diferente: se puede tocar Queen, Police, Stevie Wonder, soul, copla, rock y lo que se quiera sólo con instrumentos clásicos».
Y antes de que la cobertura del teléfono juegue una mala pasada, una última pregunta. Entonces, ¿a quién va dirigido Stradivarias II? ¿Al que le gusta la música clásica, el teatro o la música pop-rock? «En realidad, a cualquiera le puede gustar. Va directamente a la emoción, así que el que vaya tiene que ir con los sentidos bien abiertos. Queremos que salga del espectáculo siendo un poco más feliz. Que al menos le haya servido para olvidarse un poco de las cosas negativas que le pasan a este mundo».
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