Si perteneces a la quinta de la transición es probable que hayas visto algún videoclip de Jesús Franco y no lo sepas. “Himno Generacional nº 83”, el primer single del disco “Pop” de Los Planetas, el tema con el que algunos descubrimos al grupo granadino, se rodó en la Sala El Sol y tuvo bastante eco (indie) a mediados de los 90. La gracia consistía en que J y Florent eran acribillados a balazos por un grupo de niños mientras interpretaban la canción subidos al mítico escenario.
A medida que avanza el tema, se van cubriendo de más y más sangre y se intercalan imágenes de terror clásico. Aparece incluso algún escote pronunciado de una especie de atractiva vampiresa. Humor, terror, erotismo, fantasía… Vamos, puro tío Jess. “Me encanta ese videoclip”, reconoce en la entrada del Teatro Principal Pedro Temboury, director del documental “La Última Película de Jess Franco”. “Me hubiera gustado haber incluido alguna escena pero no siempre se pueden conseguir los derechos de las imágenes de todas las películas. Es una tarea laboriosa y muy costosa. Hay que tener en cuenta que en muchos casos eran coproducciones. Además, piden grandes sumas de dinero para pequeños fragmentos que en algunos casos se quedan en 10 segundos”. En el caso de Los Planetas la responsabilidad correspondería a la multinacional RCA, por aquel entonces sello de la banda.
Esta tarde, viernes 1 de noviembre, se acaba de proyectar el primer pase público de su película en el marco del Festival de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Mientras emiten la película sorpresa -la japonesa “Why Dont You Play in Hell”, una comedia de acción con muy poquita gracia- Temboury charla en la puerta del Principal con varios amigos donostiarras de surf, música y cine, claro. Mientras, un grupo de manifestantes a favor del acercamiento de presos de ETA invade la calle y nos tenemos que echar a un lado.
“Si vienes como director tienes que hacerlo con cierto sentido de la autoparodia, de poder reírte de ti mismo. Si no es así, lo puedes pasar mal”. En un lugar donde los comentarios a viva voz de los espectadores son casi tan importantes como las películas, no merece la pena tomarse demasiado en serio. Temboury recuerda el caso de algunos directores que se han sentido “ofendidos y dolidos” por los abucheos de la gente. A él se le ve contento porque su documental ha sido recibido con un escrupuloso silencio, con el mayor de las reverencias, que achaca al “profundo respeto que se le tiene en San Sebastián” a Jess Franco.
Quien conozca “Karate a muerte en Torremolinos” o “Ellos robaron la picha de Hitler” quizás le choque el tono académico que emplea en su nueva película. Exceptuando el principio y el final, donde el propio Jess Franco, fallecido en abril de este año, realiza un breve cameo, no hay rastro del sello Temboury. Está planteada de un modo convencional: abundan las entrevistas, muchas con el clásico fondo negro, al mundo artístico del que se rodeó el bueno de Jess y están salpicadas por imágenes de algunas de sus películas más emblemáticas.
Aquí Temboury chocó, además de con los derechos de autor, con una filmografía de alrededor de ¡200 títulos!, una cifra prácticamente imbatible que Jess Franco logró dirigiendo hasta tres películas al mismo tiempo sin que los propios actores fueran conscientes de ello. El cine era su vida y los bajísimos presupuestos con los que contaba los suplía con una imaginación desbordante. Muchos de los guiones los escribía sobre la marcha, improvisando. “Era un director poliédrico que hizo todo tipo de cine”, señala.
Sí ha logrado rescatar algunos hitos de su vertiente fantástica y erótica de los sesenta (“Gritos en la noche”, “Fu-Manchu y el beso de la muerte”, “Marquis de Sade: Justine”), tal vez la época más celebrada por la crítica, y traza una completa línea de su obra que más o menos termina con su resurrección en “Killer Barbies” en 1996, película musical sobre el grupo vigués de punk-pop del mismo nombre. No se sabe qué fue del viejo Jess en los últimos 15 años. A la espera de una versión definitiva de la cinta -al documental le sobra metraje y le falta algo de ritmo- se reivindica como una valiosa puerta de acceso al padre de la serie B y del cachondeo, no tanto una despedida como un acercamiento a su peculiar visión del cine.
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