Resulta infinitamente más sencillo definir indie por lo que no es que por lo que es. Indie, -de independiente, y no de la India como aún piensan algunas madres- lo hemos oído millones de veces, ha salido hasta en la sopa, y sin embargo, en los últimos años nos hemos enfrascado en un recurrente y absurdo debate sobre su sentido real, sobre si es una soberana gilipollez, el nuevo mainstream u otras guerras dialécticas de difícil solución. Para algunos es un marchamo de calidad y para otros, al contrario, les sirve para poner a parir cualquier cosa que lleve aparejada la palabrita de marras. Muchas veces uno tiene la sensación de que se ha visto reducido a una marca, a una jugada comercial de compañías de teléfono tramposas y cervezas de dudosa calidad en macrofestivales de música y cine.
Pocas palabras, en definitiva, han sido tan maltratadas, manoseadas y prostituidas. A estas alturas ya no sabemos casi ni lo que es indie. Y no nos queda otro remedio que recurrir a los Smiths o a tipos hechos así mismos y alejados de pretensiones comerciales como Jim Jarmusch (Akron, Ohio, 1953) para poner las cosas en su sitio, por mucho que en su última película, la bella «Sólo los amantes sobreviven«, se ponga a contar una historia de amor de vampiros, un género muy en boga últimamente, pero al que Jarmusch se aproxima, como no puede ser de otra manera, desde su prisma de outsider, que es lo que ha sido toda su vida.
Ya en su opera prima, «Permanent Vacation» (1980) -que el próximo lunes 29 a las 19:30 horas tendremos oportunidad de disfrutar en versión original en los cines Trueba de la mano de Kresala Zinekluba- se aprecia su gusto por las figuras que viven al margen de lo establecido, una constante en su filmografía. A Jarmusch le gusta trazar personajes decadentes que van por libre, como si no perteneciesen a este mundo -Forest Whitaker haciendo de samurái moderno en «Ghost Dog«, Tom Waits interpretándose así mismo en «Down By Law«, probablemente su mejor película-, gente que deambula sin rumbo -¿hay alguien más perdido que Bill Murray en «Flores Rotas«?- y que le dan valor y significado a sus historias, muchas de ellas imperfectas, ambiguas y que parecen hechas a base de un puzzle en el que no siempre encajan todas las piezas.
Visionario y melómano, descubrió al mundo las dotes cómicas de Roberto Begnini antes de la explosión de «La Vida es Bella» -su papel del taxista Gino en «Noche en la tierra» es antológico-, supo captar a los White Stripes en el pico creativo de su carrera en las ingeniosas charlas de «Coffe and Cigarettes», reivindicó a Tom Waits y más tarde la música reggae, y de aquel extrañísimo experimento de «Los Límite del Control» de 2009 salió otro extraño y fascinante invento: la banda de psicodelia, stoner y ramalazos oscuros Sqürl, responsable junto con Josef van Wissem de la banda sonora de «Sólo los amantes sobreviven«.
Los géneros al uso no van con él y sería más correcto definir su cine, al igual que sucede con otros directores como el finlandés Aki Kaurismäki, como un género en sí mismo, cine de autor en su máxima expresión. Te puedes reír, divertir, aburrir y, sobre todo, dejarte hechizar por su varita mágica. Música independiente, estética cool y espíritu underground siguen siendo los pilares de Jarmusch, a la vanguardia casi 35 años después de la seminal «Permanent Vacation«. Si tienes alguna duda con respecto al auténtico sentido del indie acude a Jarmusch. No falla.
No hay comentarios