Podrás estar más o menos de acuerdo con la línea de Víctor Iriarte para Tabakalera, pero lo que no se le puede negar es ilusión. Se emociona hablando de lo que está por venir, de lo que se ha conseguido, de sus ideas para probar cosas nuevas. Se nota que disfruta con su trabajo, y aunque admite que no todo lo que programa le gusta personalmente, se viene arriba con algunos de los pases. A veces los más insospechados: lo que más le ha gustado de todo lo que se ha proyectado hasta ahora fue un pase de cortos con “Lupino” y “Archipels, granites Dénudés”.
Hablamos de su criterio de programación. Uno de los elementos que le resulta interesante es el que pueda venir un invitado para contar el proceso. Sin embargo, hay películas en las que aunque no pueda venir nadie, hay que ponerlas. Pone el ejemplo de “Informe General 2” que se proyectará en abril, y para la que Pere Portabella, su director, no podrá estar. “A cambio, le daremos un valor añadido recuperando ‘Informe General 1’ también”. Hay películas que tienen que estar, afirma. “Cuando nos llega la Caimán es como… estas pelis se tienen que ver. No puede ser eso de ‘vivo en Donosti y en Madrid y Barcelona ven pelis y aquí no’”.
¿Está funcionando?
“La sala ha necesitado un tiempo para asentarse, pero me da la sensación de que poco a poco va teniendo su público. Hay un público que viene a las sesiones de los domingos de ‘La era atómica’, otro viene a la línea dura. Yo estoy contento de cómo vamos programando y cómo van respondiendo”. Pone como ejemplo “Mysterious object at Noon” de Apichatpong Weerasethakul, que se pasó muy al principio, en octubre, y no funcionó bien. “Ahora habría funcionado mejor”. Y así ha sido: más adelante se programó la última película del director tailandés, “Cementery of Splendour”, y tuvo bastante éxito.
“La sala está muy bien situada», opina cuando se le pregunta sobre la posición del cine de Tabakalera con respecto a otras salas similares. «La sensación que tenemos cuando hablamos con programadores es que en Donostia se está haciendo algo bueno en cine”. Asume, no obstante, que es complicado que venga gente de lejos para ver una proyección. “Yo no voy a Barcelona por un estreno pero, si voy a Barcelona, me gusta tener un cine al que pueda ir. Debería ser algo así: voy a pasar la Semana Santa en Donostia y miro a ver qué dan en el cine. Sí que puede pasar que alguien quiera venir a un taller”, como ha sucedido con la semana dedicada a los cineastas franceses Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval.
¿Es demasiado duro el cine de Tabakalera?
“Una sensación que tengo desde dentro es que de inicio se pensaba que la sala de Tabakalera iba a ser una sala difícil, pero creo que combina cosas. Puede tener la última de Apichatpong, que funcionó muy bien, las películas de la Filmoteca Vasca, que se van llenando con sus grandes clásicos… Es una sala que se parece bastante al Festival de Cine de San Sebastián. Puede ser un Zabaltegi del festi”. Entre lo más accesible de la programación destaca el ciclo «La era atómica» sobre la adolescencia y juventud.
“Mirando cómo programan otras salas, considero que la nuestra está formada por un público que tiene curiosidad. Muy pocas veces ha habido pelis de línea muy dura; otra cosa es que consideremos que la última de Apichatpong es línea muy dura. Para mí algo muy radical es una película abstracta que dure 12 horas”. Las más experimentales, y sobre todo, las que están en 16mm se proyectan en la Sala Z. Ambas se pueden ayudar mutuamente, si sus públicos sienten la tentación de probar la otra, apunta.
A mejorar…
Iriarte cree que ya se han hecho varias mejoras importantes. “En octubre empezamos con mucha programación y eso ha ido asentándose. Es algo que hemos ido haciendo por prueba. Había sesiones dobles y películas con tres pases, y para Donostia eso es mucho. Pero el tipo de cine sigue siendo el mismo”. En Tabakalera los miércoles está reservado para el ciclo Nosferatu, los jueves programa la Filmoteca Vasca y de viernes a domingo es el turno de la programación propia de Tabakalera. No le gustaría tener más días; la ciudad, cree, no daría para tanto.
Al principio había una agenda en papel con toda la programación mensual. Después, se le fue añadiendo más información sobre las películas. A partir de ahora, la publicación pasará a cubrir la programación trimestral para así tener información más a largo plazo, algo que les ha costado trabajo conseguir. Habrá algunos huecos en su contenido -“tiene que haber huecos”- para dejar espacio a selecciones de última hora.
Admite que deben mejorar la comunicación. “A veces al público le cuesta la manera en que contamos lo que hay y el mensaje no llega”. El pase de “John From”, por ejemplo, no tuvo la respuesta del público que esperaban. “Una peli súper popera, colorida… Haces todo el trabajo para conseguirla y después ves cómo funciona. Tenemos que contar de manera más atractiva lo que hay y por qué es atractivo para un tipo de público concreto. Todos los meses hay algo para un tipo de público. Esto es algo en lo que estamos todavía en proceso. Cómo podemos contar todo esto para que llegue a la gente”. También echa de menos la comunicación en sentido contrario; es decir, le interesa que el público pueda tener un contacto más directo con ellos, por ejemplo, a través de las redes sociales. Otra de las cuestiones en la que están trabajando es en la implantación de un bono, una tarifa plana, con el objetivo de premiar al espectador más fiel.
Tiene otras ideas. “Me gustaría que hubiera más contaminación. ¿Qué pasa si aquí en algún momento se puede programar la línea más Tabakalera de los festivales de la ciudad? ¿Podría pasar con el festival de Derechos Humanos?” Y sube la apuesta: “¿Podría pasar con la Semana del Terror? La peli esa rara que ha estado en Sundance… Que se entendiera que la sala de Tabakalera es un lugar donde se pueden pasar películas que van más al límite”.
Lo que vendrá…
Hablamos de lo que van a traer en los próximos meses. Se emociona con “Kaili Blues”, una película que tuvo buena acogida en el festival de Locarno y que, al verla, ha quedado encantado. “Esto tiene que estar en Tabakalera”, dice. El ciclo dedicado al director argentino Martin Rejtman le hace especial ilusión porque son películas que, en su mayoría, no se han podido ver aquí. De lo que van a poner, le apetece mucho “Mes Petites Amoureuses”, la última película de Jean Eustache. “Eso en pantalla grande… ¡yo quiero verlo!”, afirma con emoción. Y le ocurre algo parecido con el debut de Roy Andersson, “Una historia de amor sueca”.
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