Últimamente, el tramo de la calle Miracruz que va desde el cruce del apeadero del tren de Gros hasta el Paseo de Francia ha acogido a tres nuevos bares creando un interesante triángulo. Se trata de un buen plan, sobre todo de cara a los soleados días de primavera, ya que dos de estos locales cuentan con una agradable terraza. Empezamos esta pequeña ruta casi a la altura del puente, concretamente en el número 1 del Paseo de Francia. El BAR ROBINSON sufrió un importante lavado de cara el año pasado y, manteniendo la esencia de su decoración señorial, le han dotado de un cariz sencillo y elegante. El interior es pequeño, así que la amplia terraza, enfrente del río, se impone con majestuosidad. Es, sin duda, su gran atractivo.
En julio y agosto del año pasado se especializaron en mojitos y algunos djs animaban los atardeceres. El servicio es atento y amable y sus generosas hamburguesas (6-7 euros) se han convertido en uno de los grandes reclamos de la carta. Además de pizza (a unos 10 euros, como para dos personas), sirven las habituales raciones en estos casos: patatas bravas, crujientes croquetas, tostas de jamón… Pero ya decimos que su fuerte es la terraza. Y una buena caña en una terraza es algo muy difícil de batir.
Antes de dirigirnos al ZINEMA CORNER (plaza Pinares), otro que tiene una terraza privilegiada, vamos a hacer una parada técnica en el BAR IPARRA, de la calle Iparraguirre. Estamos ante uno de los bares más imprevisibles de Donostia; tiene pinta de bar a la vieja usanza, a medio camino entre fonda de jubilados y bar de barrio. No llama especialmente la atención. Pero en su interior, a veces tienen lugar estupendas jam sessions con algunos finos músicos de la ciudad. El dueño, Toni Medina, es el compositor de Los Bracco y el cantante de este grupo de pop-rock melódico es Pablo Fernández, otro que suele estar en la barra. La atención es magnífica, por cierto.
Es cierto que el Zinema Corner no es estrictamente nuevo, pero hace poco le dieron una pequeña vuelta y se ha convertido en el bar de referencia, está literalmente a la vuelta de la esquina, de los espectadores de los cines Trueba. Las entradas para las películas se pueden adquirir en el propio bar, de hecho. Además, suele haber carteles de películas, críticas… Es como si en lugar del típico puesto de palomitas hubiera un agradable bar-cafetería. Los botellines de cerveza cuestan sólo 1 euro y los pintxos de la barra, para no ser un sitio especializado en pintxos, no están nada mal. Funciona asimismo como cafetería (tienen postres caseros) y la clientela es de lo más variopinta; desde señoras donostiarras hasta veinteañeros. La terraza está ubicada en una plaza que pasa bastante desapercibida, pero que tiene más encanto de lo que en un principio pueda parecer. Es una alternativa muy fiable en el atestado pintxo-pote de Gros de los jueves.
El triángulo -con permiso del Iparra y del Kaiola, éste bastante más canalla- se completa con el BAR TRUEBA (calle Miracruz, 13), a quienes le dedicamos un post entero la semana pasada. En resumen: es como entrar a uno de esos bares-restaurantes que han proliferado en los últimos años en los barrios modernos de las grandes ciudades. Estética cuidada y sin grandes alardes, buenos precios (sobre todo en las raciones) y un plato del día hermoso y rico. Y una simpática pareja detrás de la barra.
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