Seguro que has pasado más de una vez por delante del bar restaurante Trueba de la calle Miracruz, ubicado exactamente en la parte trasera de los cines Trueba. Pero si lo has hecho en las últimas dos-tres semanas te habrás llevado una grata sorpresa: el bar de pintxos de toda la vida, tirando a oscuro y que solían frecuentar muchos jubilados para echar su partida de cartas, ha sido sustituido por un nuevo bar-restaurante con un concepto diametralmente opuesto.
«Hemos retirado al público anterior, a los txiquiteros que venían aquí», reconoce Carmen, que junto con Nekane se ha encargado de enderezar el nuevo rumbo de un local que junto con el bar Zinema Corner y su apañada plaza y los cines Trueba con películas en versión original conforman un más que interesante triangulo.
El lavado de cara ha sido completo. Para empezar, lo han remodelado de arriba a abajo. Han pintado las paredes con tonos blancos y grises, han colgado de las paredes muchos cuadros con elegantes fotos en blanco y negro, han poblado el interior de madera, han cuidado el tratamiento de la luz… Aunque dicen que no tienen referentes y que lo han hecho a su gusto -«queríamos un acabado blanco, clarito y sencillo»- recuerda a uno de esos locales para jóvenes urbanitas que se han multiplicado estos años en los barrios modernos de las grandes ciudades.
Cualquier hora es buena para entrar al bar Trueba. Se encuentra en una zona de paso y puede ser un buen plan para antes o después de ir al cine. «De momento no tenemos horarios: estamos desde las siete hasta que terminamos», confiesan. Los desayunos son sanos, las comidas empiezan a calar en la gente (tienen un menú por 7 euros) y por la noche puedes probar el pintxo de la semana (brandada de bacalao por 2,5 euros, por ejemplo) o tomarte una copa mientras escuchas agradable música indie. La selección es más que aceptable: durante nuestra visita suenan de fondo Belle and Sebastian, Surfjan Stevens, Devendra Banhart, Beirut y otros trovadores del mundillo independiente.
«Abrimos muy pronto y damos desayunos como cereales con yogur y frutas naturales», explica Nekane. «También tenemos un plato del día con un postre elaborado que está rico, ¿no?», le pregunta Carmen a Nekane. Y ambas sonríen. Se llevan muchos años de diferencia, pero desprenden química. Se llevan bien. Y son muy simpáticas. Las pillamos en plena faena durante el turno de comida. Parece que la gente está disfrutando. Sirven ensaladas, cremas, un hojaldre relleno, un entrecot… Un poco de todo. A años luz del anterior bar Trueba. Ojalá la metamorfosis surta efecto.
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