El Subespacio se define en su perfil de facebook como «tienda de productos de edición limitada, galería de arte alternativa y lugar de trabajo para diseñadores locales». Tres actividades en un mismo local que por su espíritu artístico y ubicación, un rincón de la planta baja del centro comercial La Bretxa, tiene vocación underground. «Yo lo resumo diciendo que es un espacio polivalente, un estudio-galería», tercia Sara después de preguntarle cómo explicaría a alguien ajeno a este mundillo qué es El Subespacio.
¡Yo he sido la última incorporación!», apunta Sol. Sara y Sol, junto con Javi e Iñigo, son los cuatro chicos que trabajan aquí. Todos menos Sol, que acaba de montar una consultoría de comunicación y organización de eventos, En Clave de Sol, son diseñadores gráficos. Tienen entre 26 y 31 años y han llenado de fanzines, talleres, moda y arte un sitio lugar tan poco propenso a la creación como un aséptico centro comercial. Para poder desarrollar sus incipientes carreras profesionales cuentan con el inestimable empujón del propio centro comercial, que les cede el espacio gratuitamente. A cambio tienen que pagar los gastos derivados de su uso y mantenimiento; luz, internet y agua, básicamente. Pero tienen un hándicap que les hace estar en alerta: si algún comercio se interesa en alquilar el local no les quedará otro remedio que marcharse.
El pasado 15 de enero celebraron la inauguración oficial del espacio. Y la experiencia está siendo muy positiva, entre otras cosas, porque venían con un plan diseñado previamente. «Nos reunimos los tres diseñadores e intentamos buscar un nexo en común para darle un poco de forma», continúa Sara. «Lo que no queríamos era que esto fuera como uno de esos matrimonios de conveniencia donde todo se divide. Queríamos compartir la esencia de cada uno». Además, montan exposiciones temporales que transforman el establecimiento y lo dotan de personalidad propia. El artista Jokin Oregi ha pintado un mural que encaja como un guante.
Por un lado, Iñigo se centra más en el mundo de los fanzines, como Mixtura, por ejemplo, que ha tenido muy buena acogida. La especialidad de Javi son los carteles mientras que la ropa femenina que cuelga de las perchas es cosa de Sara. Su marca se llama La niña bonita. También diseña invitaciones de boda, espejitos, abrebotellas… «La gente nos decía que íbamos a ser competencia pero, para nada, ¡nos complementamos!». No llega a ser un coworking pero tiene rasgos en común. Los roles de Sara y Sol, por ejemplo, están perfectamente definidos: la primera se encarga de la parte creativa y la segunda de la comunicación-difusión de sus trabajos. Se necesitan. Y se ayudan.
Los cursos y talleres que han montando (sobre manualidades, scrappbooking, estilo, etc.) están funcionando y van a tirar más por ahí. Los precios oscilan entre los 14 y 30 euros por sesión, dependiendo de los recursos que tengan que aportar. «Queremos darle más fuerza a los talleres y hacer cosas para los niños los sábados por la tarde. Tendremos una expo al mes, conciertos acústicos…», enumera Sol con energía y entusiasmo.
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