El día que Vinyland se estrenó por todo lo alto en la pasada edición del Zinemaldia, sus organizadores pensaron que era una brillante idea alargar la fiesta y montar un concierto en la azotea de Tabakalera. Eran días de vino y rosas para la antigua fábrica de tabacos: la inauguración, que duró tres días -del 11 al 13 de septiembre- fue un éxito y los productores de la peli querían aprovechar el tirón del nuevo edificio para que después de la proyección todo el mundo se desplazase de los cines Príncipe a la cuarta planta del edificio a bailar rock and roll. Iban a tocar Lie Detectors y después pinchaba Juan de Pablos, el mítico locutor del programa «Flor de pasión» de Radio 3.
La actuación del grupo guipuzcoano fue un desastre. Trataron de acolchar el sonido con una gran lona negra detrás del escenario, pero no hubo manera. La música salía disparada por todos lados y rebotaba con la rapidez de una pelota de goma en un frontón. La voz de su cantante, Txema, se confundía con su propio eco. Habré visto a Lie Detectors más de media docena de veces y éste ha sido, de largo, su peor show. Con la pinchada de Juan de Pablos no mejoró demasiado el asunto; como se oía francamente mal, muchos optaron por quedarse en la terraza a charlar y tomar algo y disfrutar de las vistas. La pista quedó desangelada. La barra petó, literalmente. No funcionaban los cañeros y las cervezas las subían en el ascensor los del chiringuito de la entrada. Cuando se abrían las puertas, el público se abalanzaba desesperado sobre la bandeja del camarero. Los menos avispados tenían que descender hasta la planta baja para hacerse con una consumición. Tabakalera nunca ha estado más cerca de convertirse en una sabana africana de salvajes animales sedientos como aquel día.
Nada de esto hubiera ocurrido hoy
Un año después hay un restaurante -en realidad, una pizzería donde también sirven cafés- que se inauguró el pasado mes de abril. El servicio de bar de la terraza -como se ha podido comprobar en las actividades que se han programado a través de la iniciativa Ud-Ha– ha funcionado perfectamente. También hay una sala de conciertos con un sonido inmaculado que ha abierto sus puertas hace poco, Kutxa Kluba. Si la fiesta de Vinyland se hubiera celebrado ahí, otro gallo hubiera cantado. La biblioteca de creación Ubik, el Espacio de creadores -que ha acogido a 68 artistas- y un total de tres exposiciones han ido rellenando la programación de Tabakalera.
A finales de mes se abrirán las puertas de Basque Living, el nuevo espacio dedicado al interiorismo, el diseño y la decoración. El hotel estará listo, dicen, en abril del año que viene y para el restaurante está esperando la licencia para empezar la obra. Fuera de su control, pero dentro del edificio, está ganando protagonismo -aunque aún esté verde y se encuentre en fase de definición- el enorme espacio asignado a Kutxa Kultur y luego están las iniciativas privadas de la planta baja, como el microteatro Sekadero y Arteuparte, entre otros.
Al principio, sin embargo, esta hermosa mole gris aún estaba en construcción. Casi todo estaba por hacer y había que hacerlo, además, corriendo. Es como si te mandan a casa una estantería Billy a la hora de comer y te dicen que lo tienes que montar antes de que se enfríe la sopa. «Lo más importante de este año ha sido poner en marcha el centro y darle vida 365 días al año con esa exposición pública constante a la que se somete un proyecto cuando está tomando forma. Hace un año estrenábamos una hoja en blanco, sin saber muy bien cómo iba a reaccionar la ciudadanía. El trabajo de estos 12 meses ha demostrado ser clave para poner en marcha el centro y hacerlo parte de la vida de la ciudad y el territorio», reconocen desde Tabakalera. Sobrevivir, esquivar los golpes y adaptarse al entorno. Básicamente de esto ha tratado el primer año.
En la entrevista que su directora, Ane Rodríguez, concedió a KULTURALDIA el pasado mes de enero, se lamentaba de no haber dispuesto ni de los 100 días de tregua que se les suele dar a los políticos en sus mandatos. Con más o menos razón, el escrutinio ciudadano ha sido constante (y en ocasiones feroz) desde el minuto uno: que si no se entiende el lenguaje, que si falla la información de la página web, que cómo puede ser que se celebre un cotillón pachanguero, que no hay gente, que hay días con un montón de cosas y en otros nada, que sólo van familias a resguardarse de la lluvia, mira lo bien que chuta wifi, las actividades son para minorías, el cine es demasiado underground… Al hilo de todo esto hay una anécdota que es bastante significativa. Cuando Unescéptico publicó en esta web que se había «cancelado un taller en Tabakalera por ser demasiado fácil de entender«, la oficina de Tabakalera echó humo: no pararon de recibir llamadas hasta bien entrada la noche. Muchos, incluidas algunas instituciones políticas, habían picado el anzuelo.
Diego Manrique y las cifras
«Los proyectos como Tabakalera requieren tiempo para madurar», explican al hacer balance. «Ha sido un año de prueba a la hora de tomarle el pulso a la ciudad y a nuestra programación. Inevitablemente, hemos coincidido con la programación de la capitalidad que, junto con la nuestra, ha supuesto una densidad importante». En el futuro cambiarán pocas cosas y apuntalarán aquello que marcha por el buen camino. «El curso 2016/2017 lo dedicaremos a hacer mejor lo que hemos hecho: el cine, las exposiciones, los programas públicos, por ejemplo, a dedicarles el mimo y tiempo que se merecen para sacarles todo el jugo y acercar el contenido de manera más accesible. Será muy importante también interrelacionar más todas las áreas y beber unas de otras».
¿Y qué pasa con las cifras? Según sus medidores Tabakalera habría recibido más de 640.000 visitas, lo que le colocaría como uno de los centros culturales más visitados del Estado, a menos de 100.000 visitas de distancia, por ejemplo, del MACBA de Barcelona, que en 2014 obtuvo 716.000 visitantes. Según dice el periodista musical Diego Manrique cuando le preguntan por el número de discos vendidos de un grupo, «de las cifras hay que creerse la mitad de la mitad».
4 Comentarios
Curioso que sea factible que en un espacio público rija la ilegalidad como en el caso de El sekadero, que ni da de alta a sus actores ni sigue el convenio de EAB (Unión de Actores Vascos).
¿Curioso o fraudulento? ¿Es eso cierto?
El periodista eres tú.
Llama a unos y a otros.
Y el daño que hacen a la profesión los que actúan allí pese a esas condiciones es incuantificable.
«Sueño de una noche de verano», producida por Donostia2016 con un presupuesto de 800.000 euros, ofrecía una remuneración de mil euros brutos por más de treinta días de trabajo a quienes trabajaban en figuración. Incuidos domingos y festivos. Los ensayos no se pagaban.
Evidentemente, estas condiciones no cumplían el convenio de EAB.
¿Denunción EAB las condiciones que se daban en «Sueño de una noche de verano»? ¿Alguien susurró al oído de Donostia2016 que esas condiciones laborales eran paupérrimas en una capital cultural europea?
El silencio de los grillos fue atronador.
El Sekadero no tiene porque dar de alta en la seguridad social a sus actores porque no son «sus» actores. Lo mismo que el Bukowski o el Dabadaba no dan de alta en la seguridad social a los músicos que componen las bandan que traen. Lo mismo que Donostia2016 no dio de alta a los cientos de voluntario que tomaron parte en el evento de inauguración de la capitalidad cultural europea (que, aunque fueran voluntarios, desarrollaron un trabajo).
En el caso de El Sekadero, entre las compañías y la sala se entabla relación contractual en la que se definen las condiciones de pago (un porcentaje de la taquilla en este caso). Este método es el mismo que se utiliza en la gran mayoría de las salas privadas del estado (quizás desconozcan este hecho quienes únicamente tratan con instituciones públicas en su vida laboral).
Las compañías que actúan en El Sekadero no hacen daño a la profesión. Son compañías que tratan de hacerse un hueco y sobrevivir en un momento y un lugar donde la cultura es lo de menos, infravaloradas incluso por el sindicato que pretende (y debería) defenderlas. No es que estas compañías cobren menos que el resto, es que no pueden cobrar otra cosa porque nadie les da más.