Lurraldebus hace con los autobuses lo mismo que hago yo con la escobilla del baño, que por no limpiarla compro una nueva. Qué tapicería tan sufrida a la par que elegante, qué bien distribuidos los espacios para embarazadas, ancianos y coches de niño, qué sonido tan relajante al pulsar el botón de próxima parada. Subimos a uno de esos vehículos que nos lleva a San Juan con miedo, como si no fuéramos dignos de intoxicar con nuestra respiración uno de los grandes símbolos de la prosperidad guipuzcoana.
En San Juan nos encontramos con los padres y los niños junto a los que realizaremos la travesía. Los padres tienden a hacer planes con otros padres. La tutela de los niños se comparte haciendo más llevadero el peso de la responsabilidad: yo evito que tu hija se despeñe, tú evitas que mi hijo lance una piedra a ese grupo de franceses que va por el camino de abajo… Es una cadena de favores infinita que en la práctica supone que los niños hacen lo que les da la puta gana y nadie se siente culpable.
Cruzamos la motora que nos deja en San Pedro, pasamos al lado de la factoría Albaola y subimos las escaleras que conducen al Faro de la Plata. Otra de las razones por la que los padres hacen planes con otros padres es porque un niño que va al monte solo con adultos se transforma en un ente agonizante que se detiene cada pocos metros, resopla, se abraza a tu cintura, trata de trepar por tu espalda y emplea todo tipo de artimañas hasta conseguir que la culpa y la ira te conviertan en un comprador compulsivo de huevos Kinder, en un botarate que lleva a su hijo en la chepa mientras el último soplo de dignidad abandona su cuerpo. Pienso en ello mientras los veo corretear escaleras arriba y abajo.
Por fin pisamos verde y nos dejamos llevar por la alfombra de agujas de pino que se extiende a nuestros pies. Hacía años que no hacía este recorrido, y las nuevas señales con el logo de la capitalidad consiguen que nos perdamos. El problema de las nuevas señales consiste en que se basan en palabras, y las palabras son interpretables. Para leer algo con cierta eficacia necesito estar sentado, relajado y con la Wikipedia a mano. Cansado y hambriento puedo interpretar los colores primarios y algunos pictogramas sencillos como una sombrilla de playa o un tenedor. Acabamos en el merendero de Ulía tras dar algún que otro rodeo. El edificio me recuerda a la localización de una película de Emmanuelle, pero al observar el precio de los bocadillos el erotismo light se transforma en sodomía hard. Después de llenar el buche, y como todo no va a ser hacer deporte, tomamos un café en el albergue de Ulía.
Emprendemos la bajada hacia Gros y se comienza a vislumbrar la ciudad. Mientras que los adultos miramos al frente, los niños miran al suelo. Tú les avisas para que observen esa maravillosa vista donde se ve la Zurriola, Larrun, el ratón de Getaria, Peñas de Aia y si entornas un poco los ojos unos moáis y ellos están arrodillados acariciando una babosa, desenterrando un cartucho rojo con un palo o apartando a un caracol del camino. También tienen tiempo para comentarte sus grandes ideas:
-Aita.
-Dime, cariño.
-Si tuviera una escopeta te daba un tirazo y te mataba.
Al final del camino, cerca de un vallado donde pastan cabras y caballitos, nos encontrarnos con una mujer de pelo oxigenado y neuronas alborotadas. Nos dice que no nos acerquemos a los ponis, que no les demos de comer, nos echa en cara que la gente como nosotros no sabe lo que cuesta cuidar el monte y los animales. Sube el tono y el dedo índice, no hace falta haber leído El Quijote para darse cuenta de que nosotros somos los molinos de viento. Le digo que nos tenemos que ir, que hemos quedado con unos amigos para apalear unas focas y llegamos tarde. Grita algo a nuestra espalda que se confunde con el balar de una cabra.
Llegamos a Sagüés en plena fiesta final de Emusik, tomamos una cerveza en la terraza del Scanner mientras un grupo toca Sweet Child O’ Mine en el escenario. Además del dolor de piernas recuerdo el dolor de dedos que supone colocar una cejilla en el duodécimo traste de la guitarra. Mi hijo intenta levantar una valla que está tirada en el suelo y un municipal le echa la bronca. Viene y me pregunta por qué está mal levantar una valla, no sé qué decirle, hago una rima con valla y pongo cara de tonto. Se ríe, quizás por la rima, quizás por la cara o tal vez porque ya le queda menos para poder comprarse una escopeta.
4 Comentarios
Mira que no aprovechar y pagar una visita a los de la granja-secta de las doce tribús del sentido común…
Qué interesante, acabo de guglearlo y enterarme de su existencia. Siempre quise ser el Harrison Ford de Único Testigo.
jajaja que bueno lo de la rubia zumbada, forma parte de la excursion.
Yo tambien me la encontre en el mismo punto hace cosa de 3 semanas. A nosotros nos dijo que unos niños le habian metido palos en el ojo a uno de los ponys y tenia derrame de retina.
En cuanto la veais hay que salir corriendo. Si no esta ahi, bajando a Sagues, suele estar gritando a los de las bicis que pasan cerca de ella en Gros. Esta de atar.
Sí, dijo que ya habían puesto 2 denuncias. Luego le dio el arrebato y nos puso de vuelta y media. Ignoraba que Ulía tenía su propio Yeti.