Pocos discos tan icónicos en la historia de la música moderna como el debut de The Velvet Undeground & Nico (1967), el capricho de un visionario llamado Andy Warhol que en su día pasó con más pena que gloria y que se ha convertido en uno de los trabajos más reivindicados de la historia del pop. ¿Qué era aquello? ¿Un insólito tratado de pop retorcido y ruidista? ¿Rock and roll arty? ¿Un canto al lado salvaje y oscuro de la vida unos cuantos años antes del despegue en solitario de Lou Reed? Puede que entregas posteriores de la banda gocen de mayores méritos artísticos («White Light/White Heat» o el mismo «Loaded»), pero la onda expansiva del álbum del famoso plátano sigue siendo imparable, como muestra la jugosísima reedición en su 45 aniversario ¡de 6 cedés! o que Neil Halstead (Slowdive, Mojave 3), a quien lo ubicábamos en la misma orilla de un Bob Dylan o Neil Young contemporáneo, se atreva a reinterpretar una obra tan emblemática. La principal sorpresa de la noche del viernes en la casa de cultura de Intxaurrondo -que, por cierto, se ha convertido por su notable acústica, comodidad y atractiva programación en la sala de conciertos de referencia de Donostia- tuvo lugar en el último tramo de la actuación. Halstead y su banda habían seguido el mismo orden del disco y cuando en los bises algunos esperábamos -como ha sucedido en otras entregas del ciclo We Used to Party, en el que un artista se mete en la piel de un álbum ajeno- varias perlas de la discografía de la Velvet Underground, el barbudo britanico salió solo, armado de su guitarra acústica y acarició el micrófono como si Nick Drake hubiera bajado del cielo durante unos 10 mágicos minutos.
Fueron en la práctica dos conciertos en uno. Extrañó que no sacase más jugo a la preciosa voz de Kezia, su teclista, rubia como Nico y que también ejerció de telonera. En «Femme Fatale», «All Tomorrow´s Parties» y «I´ll be your mirror», los tres temas a los que pone voz la musa de Warhol, fue Halstead quien llevó la batuta y Kezia se limitaba a ejercer los coros. No resulta sencillo emular la intensidad y el hipnotismo de un disco lleno de capas y estructuras complejas. Pero salvo en «There She goes again» -donde metieron la pata un par de veces- y las dos canciones que cierran el álbum -donde se baja el listón- Neil Halstead lo consiguió con solvencia pisando a fondo los múltiples pedales de las guitarras eléctricas. «Run Run Run» sonó a furioso rugido rockero y quizás ése fue el mejor momento junto con el fantástico in crescendo de «Heroin». En total, una hora escasa de actuación que nos dejó con más ganas de Velvet y de Halstead, lo mismo daba, y que pareció contar curiosamente con más fans del hombre de Mojave 3 que de la banda que dio a conocer a Lou Reed. El sábado vimos otra muestra de rock and roll en Intxaurrondo, puede que más clásica pero igual o más excitante si cabe. Pocas caras repetidoras entre el público y una respuesta similar a la noche anterior, unas 300 personas. A John Paul Keith lo habiamos conocido en otoño de 2012 en el Café Irun presentando el estupendo «The man that time forgot» ante poquita gente y en formato trío. Su nuevo disco, «Memphis Circa 3 am», carece de la pegada de su predecesor pero está logrando captar a más público y, detalle importante, le ha permitido traerse a su banda (bajo, batería y teclado) de gira por Europa.
Ha ganado presencia -salió vestido como un gentleman y gafas Ray Ban-, ha perdido algo de punch rockero -¿será por el pulcro sonido de Intxaurrondo? ¿Por las nuevas canciones? ¿Por una banda engrasada de aroma jazzístico?- y fue claramente de menos a más, finalmente reconvertida la actuación en un frenético maratón de rock and roll de ¡dos horas! Se vino arriba el cantante y guitarrista de Knoxville, ciudad ubicada en el mítico Estado rockero de Tennessee, y la gente lo agradeció, sedienta de bailar r&r, country, rockabilly, garage, e incluso alguna gotita de soul.
Ante tipos como John Paul Keith uno siempre tiene la sensación de estar asistiendo a una lección de historia sobre música norteamericana. Y aunque los años 50 -y en menor medida, los 60- planean constantemente sobre su repertorio, no deja para nada una sensación de aburrida calcamonía revivalista, sino que es la viva imagen de que eso que se llama rock and roll es un género inmortal y no tiene visos -por mucho agorero que pronostique su muerte una y otra vez- de fallecer. Antes de su exhibición, los veteranos Balerdi Balerdi defendieron con mucha dignidad un concierto en euskera y en clave power-pop. Y una gran noticia: Gran Yate Especial, banda donostiarra hecha con retazos de Señor No, Discípulo de Dionisos, Supersweet… mejora y mucho en su versión en directo. Voces depuradas, actitud, garaje y rock and roll marítimo.
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