En el trayecto que va desde la Parte Vieja hasta Sagües, Gros bulle de actividad. Sus terrazas están llenas y la estampa de la Zurriola desde los cubos del Kursaal es la misma que la de cualquier otro día de verano. Sólo que hoy no es verano. Donostia disfruta de una insólita jornada de sol y calor a principios de octubre, el veranillo de San Miguel, cuyo patrón es el 29 de septiembre, y se está prolongando más de la cuenta. Cuando llegamos a la explanada final, nos sentamos en el muro mirando al mar con el objetivo de aprovechar los últimos rayos de la tarde. Sara Comerón se arranca con un largo y apasionado discurso sobre música. Y sobre Frank, su nuevo y, todo parece indicar, definitivo proyecto.
En unos días se presentan por primera vez ante el público en el bar Mikelazulo de Errenteria. Es el final de una etapa para Sara, tras cuatro años en el dique seco, sin haber pisado un escenario desde los tiempos hard rock de Super Trooper, y sin apenas haber ido a conciertos. “Ha sido un camino de largo recorrido pero parece que sí, que ha llegado el momento. Llevaba tocando para las paredes de mi dormitorio demasiado tiempo, sin compartir con nadie todo aquello que sentía al tocar y cantar estas canciones. Algunas canciones las compuse hace 15 años”.
La segunda escena es más reciente. Tras su exitoso concierto en el Ondarra del pasado viernes 13 de diciembre, el 4º de Frank desde el estreno en Mikelazulo, Juancar Bloody Mary, de la mano del hiperactivo Andoni Etxebeste (¡bateria en otras cuatro bandas!), se acerca entusiasmado a saludar al quinteto. Falta Flavio Banterla, el teclista, que ha debido salir a tomar algo. “Muy bien, ¿eh? Me ha gustado mucho el concierto. Me recordáis”, dice ahora clavando su mirada en Sara, “a esta chiquita gallega que tiene una banda buenísima. Cómo se llama… ¡Jane Joyd!”.
Frank está en boca de cada vez más gente. Han reunido a un público variopinto: algunos mods -arrastrados por Andoni, que toca en Supersweet-, indies, amigos, familiares y otros promotores musicales de la ciudad como Alex López y Borja Martín (Ayo Silver!) e Iñaki Castro (Red Ribbon), aunque éste ha llegado tarde. La cita en el Ondarra tiene su importancia ya que han grabado algún tema en vídeo. Sara se lamenta con cierta amargura de un problema técnico que ha sufrido con la guitarra acústica. Apenas tenían espacio suficiente en la planta baja del bar. Y qué. Con su sonido folk-rock de poso americano, los constantes cambios de ritmo propios de una banda bien engrasada, una poderosa voz, y un final intenso y emocionante, triunfal, a tenor de las reacciones, se han metido al público en el bolsillo.
El grupo se da más que por satisfecho. “Hemos salvado el concierto”, repite visiblemente contento Christian Rodríguez, el bajista. Acompañado del guitarrista, Iñigo Bailador, intercambian impresiones nada más acabar el concierto. Sara se incorpora rápidamente a la conversación. Dudan sobre el orden de algunas canciones, sobre cómo darle continuidad a su tema de mayor impacto emocional, “In The Storm”; sobre las bondades comerciales y artísticas de “Cuatro Golpes”…
Frank se visualizó en la habitación de una chica de 31 años fascinada por el universo de Jim Woodring y su cómic Frank. Soñaba, tal vez, con el origen etimológico del nombre, que significa «viajero libre». Pero tres meses después de su puesta de largo, y mientras graban con Yon Vidaur su primer EP, funciona como una banda al uso, una full band. “Cuando me sentí con la libertad y la capacidad para enfrentarme a que las canciones volaran por sí solas, no dudé ni un instante en ponerme a buscar banda”, afirma Sara. Iñigo y Sara suelen aparecer en el local de ensayo con los primeros esbozos para después darle cuerpo entre todos a la canción. “Otras veces ocurre que traemos canciones ya prácticamente hechas y sólo hay que ajustarlas y sacarles chispas en el local”, añade.
En su bandcamp se definen como un picnic imaginario entre Neil Young, Nick Cave y Odetta. También admiten las influencias de Paul Simon y John Fogerty. Frank bebe de la rica tradición norteamericana y se expande más allá de la habitación de Sara. “Es mi gran duda”, reconoce. “Realmente no sé cómo encasillarnos, bajo qué etiqueta ocultarnos. Creo que no hay nada concreto que nos identifique hacia uno u otro lugar. Hacemos las canciones como las sentimos, y aunque el deje americano es obvio por la música y el sonido que todos nosotros amamos, no sabría decir”.
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