Desde hace algunos años, el Día de la Música se celebra en todo el mundo coincidiendo con la entrada del verano. Lo que empezó siendo una fiesta de músicos callejeros se ha convertido en una gran oportunidad para ver a algunos de tus artistas favoritos en la calle de forma gratuita. Los escenario se integran en distintos rincones de la ciudad y la música se adueña de las calles por unos días. Es una estupenda iniciativa para todos los públicos que se ha ido asentando en los últimos años y que en nuestra ciudad tiene su punto neurálgico en la calle Loiola a la altura de la FNAC.
Seamos justos I
La edición del sábado fue un rotundo éxito de público que se redondeó con una enérgica y efectiva actuación de los jóvenes vizcaínos Belako. Estos cuatro chicos que rondan los 20 años están bastante más experimentados de lo que su edad indica: dominan con pericia distintos instrumentos (Josu intercambió guitarra, bajo, voz y teclados) y manejan los tempos como veteranos curtidos en mil y un conciertos (la triada final comandada por «Sea of Confusion» entusiasmo al personal). El giro electrónico de su nuevo EP, «Bele beltzak baino ez», les ha dado un nuevo aire y han ampliado la paleta post-punk con el que se les relaciona desde el principio. Vamos, que Belako es algo más que una banda influida por Joy Division y compañía.
Además, da gusto cómo se lo pasan durante la actuación, bromas incluidas, como cuando Josu mojó a Cris con un botellín de agua. Desprenden energía juvenil y buenas vibraciones a partes iguales. Fueron sin duda los grandes triunfadores de una tarde que había empezado como si hubiéramos retrocedido a la época de las raquetas de madera y los polos de Fred Perry. Pasadas las 17:30 horas los pamplonicas Wilhem and The Dancing Animals salieron vestidos de tenistas vintage y le dieron un toque festivo a su ya de por sí propuesta indie, alegre y saltarina. Quizás un sonido tan alto no les beneficia -hubiera sido un detalle repartir tapones para los de las primeras filas-, pero tuvieron el mérito de romper el hielo de la tarde con canciones que parecen hechas por una comuna de hippies obsesionados con toneladas de optimismo pop.
Por su parte, los zestoarras Grises -que lucieron, por cierto, unos impolutos flequillos modernos- también pertenecen a Origami Records. En los últimos años se han ganado el cariño de revistas especializadas como MondoSonoro y también lo suyo es el pop de corte independiente que puede recordar tanto a Dorian como a Twoo Door Cinema club en su vertiente guitarrera. Tienen los mimbres necesarios para conquistar al aficionado medio del indie-pop español. Ahora bien, analicemos fríamente «Animal», single de adelanto del nuevo disco del mismo título: uno ya no sabe si es por culpa de estar asistiendo a una fotocopia del original o por esas voces un tanto chillonas, pero cuesta entender el fenómeno que se ha montado alrededor de la banda.
Seamos justos II
Es cierto que Iker Lauroba y Makala jazz funk band juegan en otra liga, pero también es verdad que sus actuaciones estaban programadas al mediodía y contaron con mucho menos protagonismo que la triada indie de la tarde. La música es una maravillosa manera de expresión que tiene la virtud de contar con mil y un géneros distintos, casi contrapuestos, y es una lástima que el plato fuerte se limite casi exclusivamente al pop.
¿Dónde están el soul, el rock and roll, el punk, el hardcore, el garaje, el punk y otros tantos estilos musicales? ¿Por qué no festejamos el día de la MÚSICA metiendo en el mismo saco propuestas (de calidad) distintas entre sí? ¿Por qué no copiamos a otros eventos o festivales como el Primavera Sound donde los géneros se solapan con naturalidad y nadie se echa las manos a la cabeza por ver a Caetano Veloso justo antes de Kokoschca? ¿Por prejuicios? ¿Por miedo a arriesgar? ¿Por qué no interesa? ¿Por pereza? ¿Por desconocimiento? ¿Porque el indie mola y el resto no?
Felices días de la música.
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