Parece que era ayer cuando iniciábamos este ciclo Nosferatu, dedicado a Max Ophüls, con su última película, “Lola Montès”. Como aperitivo atractivo, se colocaba en la inauguración, antes de empezar con un repaso a toda la filmografía del director alemán. Un repaso tan exhaustivo que hasta se incluyeron por sorpresa algunos de sus cortometrajes -donde pudimos comprobar que fue todo un precursor del videoclip ya en los años 30-. Lo cierto es que la oferta de cada año de Nosferatu es toda una oportunidad para descubrir y completar, ya sea ciclos de un director o temáticos. De momento, no sabemos cuál será el siguiente, aunque Josemi Beltrán, responsable de la unidad de cine de Donostia Kultura, nos dio alguna pista en esta última sesión: no será un director y, al parecer, habrá películas de varias épocas. Veremos.
Volviendo a Ophüls, sus películas con más relevancia, y en mi opinión, de mayor calidad, se encuentran al final de su carrera. Por esta razón hemos tenido un final de ciclo excelente. Sin embargo, ya desde sus inicios, aunque en muchos casos trabajaba con guiones algo irregulares, el director demuestra una capacidad asombrosa en la realización. En las condiciones tan complicadas del equipo de la época, especialmente en sus primeros trabajos (en los años 30), sorprende su ritmo, tanto en movimientos de cámara como en montaje. Un dominio de la técnica que va depurándose con los años, al tiempo que se apoya en nuevas posibilidades, para terminar deslumbrando con planos secuencia milimétricos y complejísimos. En “El placer”, nos dejó con la boca abierta con un movimiento de final imposible, en vista subjetiva y sin cortes. “Lola Montès” comienza con unos ambiciosos planos en un circo que hacen válido el más difícil todavía.
Narrativamente, en varias de sus películas juega con elementos de metacine muy avanzados a su tiempo, mucho antes de que la Nouvelle Vague coqueteara con ello. Lo podemos ver muy claramente en “La ronda” y en “Lola Montes”, y un poco también en “El placer”. No sólo integra al narrador en la acción, sino que se atreve con algunas piruetas intertextuales, insólitas para la época. En cuanto a la temática, Ophüls habla de cuestiones tan actuales como el poder de los bancos o la composición de Europa. Su retrato social es casi siempre preciso e incisivo.
Aunque quizá, su mayor seña de identidad la encontremos en su elegancia y sofisticación al rodar. Su gusto por el plano de detalle y reencuadre, que tanto ha influido a Wes Anderson. En “Madame de…”, precisamente la favorita de este director, tenemos planos perfectamente diseñados para navegar desde el detalle de unos pendientes a composiciones bien distintas, sin cortar el plano. Demuestra un gran aprecio por las historias de época -muchas veces ambientadas en la Europa de principios de siglo- aprovechando al máximo el lujo y esplendor de aquella época. Capta las miradas y los gestos con maestría, en dramas como la conocida “Carta de una desconocida”, a cuyo guión pondría yo más de un pero, pero de realización exquisita.
Mis favoritas
1- «La Ronda»
Por su avanzado empleo del metalenguaje, con juegos en sus niveles de ficción que aún tienen validez en películas tan modernas como “Rubber”. Por su plano secuencia inicial. Por su ácida visión de las relaciones amorosas.
2- «Lola Montes»
Por su ejecución espectacular, por su narrativa sorprendente, una vez más, adelantada a su tiempo. Por su historia original. Una mezcla entre espectáculo y melodrama que se adelanta muchas décadas a lo que haría después Baz Luhrmann con “Moulin Rouge”. Un dominio de la técnica que no tiene nada que envidiar al actual cine de Joe Wright.
3- «Madame De…»
Por su elegancia y gusto a la hora de tratar un drama romántico. Por su capacidad de representar el dolor interior a través de los detalles. Por sus movimientos de cámara milimétricos, que pasan de un espejo exactamente direccionado, hasta llegar a un pequeño objeto. Y por una bellísima y afinada Danielle Darrieux.
4- «El placer»
Por la manera en la que integra una narración clásica dentro de la propia historia. Por su incisiva e inteligente sátira social. Por su escandaloso plano secuencia en vista subjetiva.
5- «De Mayerling a Sarajevo»
Por esa capacidad de representar el lujo de principios de siglo, y por su ambicioso acercamiento a la complejidad de la vieja Europa desde una historia de amor.
El público
Hablamos con tres abonados que han asistido a prácticamente todas las sesiones y que son habituales de Nosferatu. También son tres cinéfilos twitteros conocidos: @Retroclasica, @Fer_Iradier y @Dricius.
Coinciden en sus películas favoritas: “La Ronda”, “Lola Montès” y “Carta a una desconocida”. Dricius añade que “Los herederos” le sorprendió muchísimo y “Der Verliebte Firma”, su primera película “que era medio musical”, le pareció divertidísima. El punto débil, las condiciones algo precarias de algunas copias, aunque coinciden en restarle importancia. “Es un poquito la gracia de los ciclos viejunos” opina Retroclásica. Para Fer_Iradier ha sido todo un descubrimiento, ya que no había visto ninguna de sus películas. “Me ha parecido un adelantado a su tiempo, se me ha hecho corto”. Los tres coinciden en destacar la calidad del ciclo.
En cuanto a futuros ciclos, Fer_Iradier vota por “Cine y homosexualidad”. A Dricius le haría más ilusión un ciclo de cine fantástico o de cine negro. En esto último también coincide Retroclásica. Y piden algunos directores que les encantaría tener en pantalla grande: John Frankenheimer, Sam Peckinpah, René Clair, Samuel Fuller o Carl Theodor Dreyer.
Habrá que esperar al nuevo curso para conocer la temática del próximo ciclo, pero lo que está claro es que Nosferatu se ha convertido en una vértebra anual imprescindible para el cinéfilo donostiarra.
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«Das gund Verlidenger»