De todas las frases de “1, 2, 3 al escondite inglés” hay un par que quedan para el recuerdo. Una sería la del anuncio de la señora de televisión -“soy la madre de los Beatles pero hoy no vengo a hablaros de los éxitos de mis hijos, sino de las sopas…»- y la otra, sin duda, es la del niño que le recrimina a su madre que se ponga a hacer psicodelia en cuanto la deja sola. Y de todas las escenas de la película de Iván Zulueta, una especialmente imborrable: The End, uno de los grupos que participan en la película, cruzan dando brincos la Gran Vía mientras arranca “Cardboard Watch”, uno de sus temas más emblemáticos.
Enseguida llaman la atención de los recatados viandantes madrileños. Sus pelos largos, la ropa sixties, los aires hippies… Su físico extravagante les delata. Parecen los Kinks, que ya habían estado en Madrid unos años antes, sólo que en plan bestia. Enfilan la principal arteria de la capital dirección a la Plaza de España. Las caras de todo el mundo son un auténtico poema. ¿Pero quiénes son? ¿Por qué visten y cantan así?
Los músicos del director donostiarra podían pasar por marcianos en el Madrid provinciano de 1969. Es cierto que años atrás “Megaton-Ye-Ye”, en blanco y negro, había copiado la fórmula de Richard Lester cambiando a los Beatles por unos estupendos Micky y los Tonys. Pero en “1, 2, 3 al escondite Inglés” hay una abrupta ruptura formal favorecida por la estética pop de los sesenta. Es la única película puramente pop que se ha rodado en la historia de España: irreverente, colorista, juvenil, ingenua, alegre… Cuenta además con una magnífica selección de bandas pop, R&B, soul y psicodelia de la época. Todos son españoles. ¿Todos? Todos menos los melenudos que caminan alegremente por la Gran Vía.
Colin Giffin (saxo tenor, guitarra y voces), Dave Brown (bajo y voces), Nicky Graham (teclados y voces), Hugh Atwool (batería) y John Horton (saxo barítono) formaron una banda inusual en la Inglaterra de mediados de los sesenta. The End contaba con dos instrumentos de viento y estaban más influidos por el soul que el rithm & blues o el rock and roll, los estilos predominantes de la época. Giffin tenía buena relación con Bill Wyman y le convenció para que ejercieran de teloneros en la primera gira de los Rolling Stones como grupo de cabecera.
Desde entonces, el famoso bajista de los Stones se quedó prendado por el grupo y se convirtió en algo así como en su padrino, ejerciendo de manager y productor. Una carambola propició que el sello español Sonoplay los acabara fichando y pronto se hicieron un hueco en la escena madrileña compartiendo bolos con Los Bravos. Wyman supervisaba los movimientos de una banda que en poco tiempo se deshizo de los instrumentos de viento, incorporaron a Terry Taylor a la segunda guitarra y se fue interesando cada vez más por la psicodelia.
Tras el éxito de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» de los Beatles en 1967 les ánimo a que siguieran los mismos pasos. La grabación de “Introspection”, su único LP, arrancó en julio de ese año con las miradas puestas en el público anglosajón. La psicodelia era lo que estaba de moda y los próximos discos de las principales bandas británicas iban a ir por esos derroteros. The End editó primero algunos singles y durante el proceso de grabación tuvo lugar una curiosa anécdota: un coleccionista creyó que una de esas canciones, “Loving Sacred Loving”, pertenecía a algún descarte del álbum “Satanic Majesties” de los Rolling Stones.
Tardaron ocho meses más en grabar el disco y para principios de 1968 ya estaba todo listo. “Introspection” podía mirar de tú a tú a los grandes discos psicodélicos del momento, como el «Ogden’s Nut Gone Flake» de los Small Faces, la quintaesencia mod inglesa. Sin embargo, las trece canciones, incluida “Cardboard Watch”, la de “1, 2, 3 al escondite Inglés”, se quedaron acumulando polvo en un cajón año y medio debido a que el sello Decca quería asegurarse la mayor distribución posible a ambos lados del Atlántico. Bill Wyman, que bastante tenía con su grupo, no pudo encargarse de darle un empujón y acelerar su salida al mercado.
Finalmente, “Introspection” se publicó sólo en Inglaterra en noviembre de 1969. Por aquel entonces, la psicodelia ya no le interesaba a casi nadie y se imponía la emergente música progresiva y el hard rock. Triunfaban Led Zeppelin, Cream y Jimi Hendrix. Decca les dio la espalda. Pero 44 años después, The End está considerado como uno de los grandes grupos de culto de la psicodelia inglesa de los sesenta y aquella escena por la Gran Vía madrileña… uno de los momentazos en la filmografía de Iván Zulueta.
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