Menos mal que al final no fuimos de vacaciones a Donosti el verano pasado. Eso pensé cuando Alicia, de YAQ, la distribuidora de mi corto “La buena muerte (Cristo de)”, me avisó de que estábamos seleccionados en la Semana del Cine Fantástico y de Terror y me invitaban a presentarlo antes de la proyección. Iba a tener la oportunidad de conocer la ciudad a coste reducido (cutre que es uno) y, muy importante, en plan Rodríguez (padre que es uno). Y como el eje Córdoba-Euskadi no existe a efectos de transporte público, decido hacer el viaje al volante disfrutando del paisaje con el rabillo del ojo. Hago noche en Madrid para dosificar el kilometraje y ceno con amigos, entre otros el donostiarra Álvaro Manso, actor y Doctor de la Impro, que, paradójicamente, me asesora en la planificación de mi a priori visita express a la Bella Easo.
Al día siguiente cruzo el norte de la meseta central tras quedar en un bar de carretera con Mauro Muñiz de Urquiza, mi actor fetiche, que va con su coche porque se vuelve al día siguiente. Cuando llegamos a la altura de Burgos escuchamos unas trompetas apocalípticas y nos adelanta El Diablo Sobre Ruedas con un calvo sobre la cabina que se hace solos virtuosos con una guitarra de dos mástiles a lo Fury Road. Decidimos que ese es nuestro GPS para llegar a la primera a la Semana y lo seguimos a duras penas. Tan penosas que a la entrada de Donosti me lío y doy media vuelta, y acabamos pagando dos peajes de la autopista para poder dar la vuelta.
Por fin llegamos al hostal Alemana, estupendo, limpio, bien atendido y situado; y metemos un riñón en el maquinorro de la zona azul para poder aparcar toda la tarde.Comemos con Josemi, director de la Semana, y con Amaia, de organización. Encantadores, nos presentan al resto de cortometrajistas seleccionados (me muero por ver la ópera prima de Haritz Zubillaga, El Ataúd de Cristal) y nos dirigimos al Teatro Principal, donde el guitarrista desquiciado de Burgos nos espera en la fachada.
Salimos al escenario para, según Josemi, hacer campaña electoral de cara al premio del público. Público que parece sacado de Gremlins 2: gritan, patalean, nos aplauden y nos abuchean al mismo tiempo. A la única directora que hay, le piden que se desnude. A otro chaval, que imite a Chiquito de la Calzada. En cuanto digo que soy andaluz, me exigen a gritos que cuente un chiste. Lo que tengo claro es que no voy a pedir el voto: “No creo en la democracia”, digo. Y aplauden.
Durante la proyección, cachondeo generalizado, chistes crueles con los cortos. Sufro por mis compis, pero estoy deseando que nos pongan a caldo. Masoquismo de artistilla. Cuando empieza lo nuestro, Mauro y yo sonreímos nerviosos. Cuando ven a Estefanía de los Santos hablar con acentazo sevillano, le gritan que hable en cristiano. Pero llega un momento en que se callan. La jauría se está comiendo con patatas nuestro western cortijero. Mauro tiene una epifanía y me dice que nos cae premio fijo. Tú flipas. Yo flipo. Salimos a tomar una caña y a la vuelta, Amaia me dice que me quedo en San Sebastián dos días más de lo previsto. Imposible, no tengo dos riñones más para la zona azul. Y digo que flipo porque me dice que hemos ganado el premio SyFy al mejor corto español, y que TENGO que quedarme. Es la primera vez que me obligan a alargar unas vacaciones, y es tan extraño que no lo asimilo.
Mauro y yo nos abrazamos y lo celebramos. Pintxos y cervezas, gin-tonics en lo viejo, y a las tantas fiesta karaoke en el Dabadaba. Sin poder decir que estamos premiados, ojo, controlando la euforia. Me marco un “Te estoy amando locamente” de Las Grecas para alimentar el tópico, y Los Gremlins me lanzan de todo: viva la democracia, joder. Nos volvemos a perder de vuelta al hotel, y tras la espiral por kaleas de nombres impronunciables para mi, aparece Borja Crespo con su aire zen y nos orienta hasta el Alemana, recomendándonos de paso las maquinejas de vending que hay frente al hostal. Chequeamos el lugar y comprobamos que venden manos de latex a pilas de función onanista. Como somos muy jóvenes y muy viejos al mismo tiempo para esas cosas, nos vamos a dormir.
Mauro se vuelve a Madrid a ejercer de padre y nos despedimos en La Concha. Qué grande es Mauro, gracias por acompañarme, amigo. El relevo de acompañante lo cubre mi colega Asier Guerricaetxebarría, que viene de Bilbao a pasar el día en el festi. Bebe cervezas como un condenado y eso no ayuda para digerir “Bridgend”, que empieza muy bien pero se va por los cerros de Úbeda a mitad de metraje, convenimos. Nos ponemos al día de proyectos y cotilleos varios, y Asier se vuelve. Decido descansar de una vez por todas para poder disfrutar de la ciudad a la mañana siguiente.
Me llama la atención lo grande y lo pequeño que es todo al tiempo en este lugar. Tráfico controlado, es un lugar amable para el paseo. Me compro el “¡Martínez!” de Luis Bustos y Santiago García para tener algo de lectura comiquera y exploro el universo pintxos más a fondo. Los mejores, en Casa Vergara. Alguien me había recomendado el lugar pero no recuerdo quién (guiño, guiño).
Me uno al tándem Ángel Valera y José Andrés, director y director de fotografía de “Pesanta”, el corto que gana el Premio del Público. Es un cortometraje impecable, de terror-terror, no como mi pastiche. Después de todo Los Gremlins saben de cine. Nos metemos a ver “Attack on the Titans 1 y 2”, que adapta el anime, y alucino con la primera parte y su rollo zombies gigantes (Neptuno devorando a sus hijos, la clava el Sr. Crespo de nuevo); mucho menos con la segunda. Después más pintxos, más cerveza.
No voy a volverme a casa sin bañarme en La Concha. Le echo valor y me congelo, pero esto tengo que contarlo. Menos mal que hace una atípica temperatura de casi 20 grados de noviembre donostiarra. Me acabo el ¡García! en el café de La Concha. Recomiendo ambos, tebeo y terraza.
Vuelta al festi, me encanta “I´m your father”, el docu sobre David Prowse que han hecho Marcos Cabotá y Toni Bestard. El lado oscuro de Hollywood, el hombre detrás de la máscara y mucho amor por el universo Star Wars que deja un documento apócrifo para la posteridad. Hay que verla. La peli sorpresa es “Final Girls”, a la medida de un festival como este con amor por la casquería y el buen humor. Sin embargo parece que el público está como ausente, no la celebran como esperaba.
Me presentan a Pablo Viñuales, que ha perdido su avión y se ha tragado 500 kilómetros para entregarme el premio de SyFy. Es de agradecer, y lo hago en euskera sobre el escenario. Después, volvemos a Casa Vergara con Ángel y José Andrés y compramos décimos de lotería de navidad para todos, en una exaltación del espíritu cuñao de vacaciones.Terminamos en la fiesta de clausura en Bataplan, pero ya se han acabado los pintxos y las cervezas a manos de Los Gremlins. Nos tiramos al gin tonic. Conocemos a Javi, uno de los comentaristas performers de las proyecciones, todo un veterano que nos habla de tiempos inmemoriales, de Rebor y de todo aquello.
Me retiro y duermo aferrado a mi trofeo. A veces la lotería toca. El Gordo, no exagero, descubrir un certamen que hace honor a su fama y es una fiesta continua, en una ciudad estimulante y amable a partes iguales, y con gente cojonuda por todos lados. Hay que volver.
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