De entrada, y sin atender a más circunstancias, es fácil ver que sus salas están pensadas para otro tiempo, otro contexto, y no se adecúan bien a la realidad de hoy. Algunas tienen un aforo desmesurado, como si en estos tiempos se estrenase todas las semanas un Avatar. Y que las salas sean grandes no implica que las instalaciones sean buenas. Algunas salas de La Bretxa son estrechas y con mucho fondo, es decir, mucha butaca pero poca pantalla. Y aunque ha mejorado un poco recientemente, la calidad del sonido y las condiciones de las salas no son una maravilla. En definitiva, un cine que se ha quedado viejo, en concepto, quizá insostenible; y en mantenimiento, deficiente en parte por el poco margen de beneficios.
Ante el anuncio de cierre, el alcalde no ha tardado en anunciar sus planes para el complejo. Quiere un ambulatorio, un gimnasio y llevar allí la oficina de Turismo. Esto ha puesto en guardia a los comerciantes, que aseguran que llevan dos años presionados para dejar espacio a las nuevas instalaciones. La palabra que utilizan es “acoso”. Sin entrar en el fondo de la cuestión, que quizá no termine de aclararse nunca, lo que es evidente es que aquí el ayuntamiento no es un agente a favor. Las peticiones de renegociación del alquiler y demás posibles alivios de estos cines dificilmente llegarán a buen puerto cuando el ayuntamiento, lejos de tener interés en salvarlos, tiene prisa por verlos desaparecer.
Pero ahora La Bretxa se ha plantado y dice que no cierra, aunque mucho me temo que pueda ser un órdago para negociar una indemnización por su contrato hasta 2025 (el clásico “no me voy, que me echen”) y no una opción realista a largo plazo. Tengo la sensación de que, en Donostia, los cines cierran un poco por cuestión de taquilla y otro poco por tejemanejes inmobiliarios. Recordaréis el caso Warner.
Creo que el (posible) cierre de estos cines, más allá de su calidad y condiciones, es una mala noticia para la ciudad. Y lo creo por estas 7 razones:
1- La crisis
Cualquier cierre de un negocio es una mala noticia, y más en estos días. Unos cuantos empleados se van al paro.
2- La crisis del cine
En un momento difícil para el cine, que se cierren otras salas es una muesca más en una caída cada vez más peligrosa. Menos salas, menos posibilidad de distribución de películas y una tendencia que nos lleva a acostumbrarnos a vivir con menos cine.
3- Monopolio
Si cierra La Bretxa, todos los cines de la ciudad serán propiedad de la SADE. Estamos acostumbrados a que cuiden al cinéfilo trayéndonos cine a veces minoritario, en V.O. y con una gran calidad de proyección. Sin embargo, los monopolios nunca suelen ser buenos para el consumidor. Prefiero que haya competencia, aunque sea de menor calidad.
4- Alguien tiene que hacer el trabajo sucio
Es posible que muchos de nuestros lectores no fueran el perfil de público de La Bretxa, y prefieran el cine en V.O. del Trueba o los estrenos de calidad de los Príncipe, antes que el cine adolescente, las comedias tontas y los thrillers de garrafón que suelen poblar La Bretxa. La cuestión es que ese cine tiene un público y se debe estrenar, y si estas salas desaparecen, otro tendrá que hacer el trabajo sucio. En definitiva, terminará contaminando las salas de la SADE, dejando menos sitio para otras propuestas minoritarias.
5- Las joyitas entre la basura
No siempre el buen cine es elegante y de reputación intachable, a veces convive con lo mediocre. Nos lo recordaba uno de los personajes de “Eden”, una de las películas más interesantes de este Zinemaldia, al explicar con buen tino que “Showgirls” es una obra maestra. Si “Showgirls” se estrenase hoy en Donsotia, ¿dónde creéis que lo haría? La Bretxa está repleta de comedias estúpidas para adolescentes, pero también estrenó la comedia del verano, el año pasado, “Juerga hasta el fin” (traducción chapucera para “This is the End”). Metacine y una representación clave de la nueva comedia americana -tranquilamente podría incluirse en el ciclo del Zinemaldia sobre el tema-, “Scott Pilgrim contra el mundo”, disparate underground moderno que cualquier indie que se precie debería ver, sólo se estrenó en La Bretxa. El cine reciente de Arnold Schwarzenegger no habría tenido cabida en Donostia sin estos cines, y esto supone prescindir, no solo de su icónica figura, sino de los directores con personalidad con los que se junta el bueno de Arnie. Cuidado con la dictadura del buen gusto, a la larga, nunca es positiva para el arte.
6- Relevo generacional
Quizá por la oferta, quizá por su localización, lo cierto es que los jóvenes suelen optar por estos cines. Si habéis ido recientemente, seguro que habéis compartido la cola de las entradas con chavalería. Si cierran los cines, puede que se adapten y vayan hasta El Antiguo. O también puede ser que, tal y como están las cosas ya, dejen de ir al cine. Si perdemos a los chavales, lo perdemos todo.
7- No debería ser una buena noticia
Que el cierre de unos cines sea una buena noticia para el ayuntamiento de la ciudad, es un signo de que algo no anda bien. Aunque sea con la buena intención de mejorar las instalaciones del ambulatorio. Así que alabo el empeño de los cines por seguir resistiendo contra todo. Como el Scott Pilgrim que pasaron en sus salas, La Bretxa contra el mundo. No sé cuánto durarán, pero, por mi parte, nos veremos en la próxima de Nicolas Cage.
1 Comentario
[…] soy quien para opinar que es mejor para la ciudad respecto al edificio de La Bretxa, no me correspone; pero ojalá, sea cual sea el proyecto que se decida, sea compatible con unas […]