Un cocinero. (¿Quién?)
Sólo treinta comensales. (¿Quiénes?)
Una noche especial. (¿Cómo?)
No te dicen ni dónde. (¿¿¿???)
Estos son los únicos datos que se dieron a conocer al ponerse en marcha, a las nueve de la mañana del jueves 30 de julio, la venta de entradas para la Cena Secreta. Una cena que tendría lugar ese mismo jueves. 30 entradas a 70 euros cada una que se agotaron en 14 minutos y nos devolvieron la fe en los ciudadanos donostiarras. Así empezó la cena secreta en Donostia, conocidas mundialmente como Supper Club, y así vendieron las 30 vacantes los organizadores (Noticias de Gipuzkoa, Stylo, y San Sebastián Food, disclosure, donde yo trabajo).
La gente que se apuntó recibió un solo correo: 20.00 horas, en el lobby del Maria Cristina. Al llegar, recibieron un solo sobre con un guante, una tarjeta llave, un número y unas reglas que se deben cumplir.
Hay cosas emblemáticas de esta ciudad que si eres donostiarra nunca las has hecho (menos los que nos casamos en plan VIP, aunque hoy en día, ¿esto qué es?). Una de esas, fijo, es encontrarse con una copa de cava en la terraza de una suite del Hotel María Cristina, mirando el río y los cubos del Kursaal. De esta forma comienza la noche de la Cena Secreta, con música de guitarra acústica de fondo y unas vistas impresionantes.
Los asistentes han formado grupos de cinco o seis personas con gente más a menos desconocida y han bajado por las tripas del hotel con la instrucción de ‘seguir el camino’. Al final de dicho camino llegan a la escuela de cocina de San Sebastián Food y al momento guante. Les espera un mini gin-tonic con romero caramelizado y un amuse bouche de pepino que colocan en la mano de cada comensal para comer del guante.
Todo el mundo ya está abajo. Hay comensales de todo tipo, desde joyeros a cocineros y periodistas. Se acercan a la enorme mesa de madera de la sala al lado, donde se servirá la cena. Sale el cocinero para desvelar su identidad. Y es un chaval. Un chaval de 24 años, que con 19 ganó el premio de Mejor Chef Joven de Suiza. Pero un chaval. Escucharle hablar a Sandro Zinggeler, sin embargo, es escuchar su pasión por la cocina, por el producto, por el acto de cocinar. Y al volver a la cocina, el primer plato no nos decepciona.
Un mini hamburguesa llega envuelta en papel de periódico. Da un poco de miedo. Es un pintxo que se ve demasiado a menudo en los bares de la ciudad, pero con un bocado nos da la sensación de comer algo nuevo y muy cuidado. Un brioche negro con tinta de txipiron de la receta de la madre de Sandro. Una burger de gambas, con berza escabechada y lima. Ojala que un 1% de los burgers de Donostia supieran así.
El segundo plato es otro plato común en los bares y restaurantes Michelín de la ciudad: el huevo escalfado. El huevo de Sandro se ha cocido durante 10 horas a baja temperatura. Lo llama Huevo perfecto. Se oye a algún aficionado de la cocina susurrar que es sí, que es “perfecto”. Para mí, sin embargo, lo que logra Sandro con la crema de guisante lo deberían aprender todos los cocineros de aquí. Eso es aprovechar un producto local: cremoso, sabroso, perfecto. Entre cada plato van llegando vinos, maridajes de cada plato, presentados por Agus de San Sebastián Food. Y nuestras copas se llenan solas por atentos camareros.
Los dos platos principales vienen del mar y de la tierra. En primer lugar, el bonito. Crujiente por fuera y muy tierno. Se sirve con aguacate, mango, sésamo e hilos de arroz crujientes. Sabores del este y del caribe con este pez tan autóctono. Y después, dos cortes de ternera: uno fácil (solomillo) y otro mas interesante, feo y grasiento. Un mille-fuille de patata y una crema de apio nabo, con toques de trufa y long pepper, un ingrediente que Sandro tuvo que buscar en Akelarre para incluirlo en la cena.
Quiero parar un momento para subrayar que los sabores de cada plato son de nivel estrella Michelín. Os estoy describiendo una noche llena de buena conversación y un menú interesante, pero no puedo seguir sin poner énfasis en lo rico que estaba todo.
Sandro sale una vez más para hablarnos a buenas sobre la (falta de) tradición del postre en nuestra zona. Este amante del postre ha preparado una tarta de queso marciana…. Una crema de queso fresco, con hielo, y sabor a saúco, sobre un cesped de cookie crumble y frutos del bosque. Exquisito. No deja a esta repostera indiferente.
Con un café y un vino dulce se acaba la noche. Todo el mundo tiene la sensación de haber participado en algo único aquí en Donostia. Y con ganas de otra.
3 Comentarios
Tal cual lo cuentas Martik. Yo también me quedo con los sabores y la grata compañía en esta sorprendente cena. Una pena que hubiésemos que irnos un poco antes, pero en Pamplona no era fiesta. Una gran sorpresa que me preparo mi esposa, pero que fue la primera sorprendida . Felicitar también a la gente de San Sebastian Food por la perfecta organización del evento.
Oye, suena molón pero ¿cualquiera podía comprar la entrada o eras elegido de antemano?
Hola:
Por lo que dice el texto se podían comprar las entradas de antemano. Lo malo: se agotaron en un visto y no visto.