(Para leer el post recomiendo escuchar este disco. Por ambientar y tal)
La verdad es que me he sentido como en casa. Con alguna pequeña diferencia. Me explico. Los desayunos, por ejemplo, son SAGRADOS. Y no son moco de pavo. Todo Cristo desayuna fuera de casa. Cada uno tiene su tasca de confianza, oiga. El desayuno andaluz, que se le llama, consta de zumo, café con su tostada, media o entera, acompañada de aceite del bueno (de eso saben un rato largo), tomate y jamón ibérico. De mantequilla y jamón de York. De manteca colorá. De paté… Las variedades de pan: mollete, bollo, viena… Un sinvivir. Desayuno sano. Y ¡ojo! muy barato.
Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es su devoción por los caracoles. Su tamaño es chiquitito, no como los que comemos aquí o en Cataluña. En primavera, plena temporada del bicho en cuestión, todas las terrazas se llenan de gente con su platillo de caracoles. Suelen dar bastante sed. Y si a esto le sumamos el calor que manejan… una palabra: CERVEZA. Por cubos.
El pescado, titis. Lo manejan como si fueran nativos de Getaria. O del Puerto de Santa María. Sevilla style. Y no sólo el pescadito frito. No. Es fácil toparte con tapas de bacalao elaborado de mil y un maneras. La urta, el mero y la corvina también lo clavan. En época de Cuaresma, Vigilia y esos días Santos, sale pescado por un tubo.
Llegar y besar el Santo: el homenaje
Vamos al grano. Nos instalamos en una casa de huéspedes en el barrio de El Porvenir, a escasos 25 minutos a pata del recinto ferial más conocido como la Calle del Infierno. Una casa con solera, con su patio interior, sus terracitas y sus enredaderas en flor trepando por las paredes. Desenfundamos los trajes y echamos un mus. Nos dan las 8 de la tarde. Hora del rancho. Vamos hasta La Taberna del Azafrán (c/ Luis Montoto, 148), en el barrio del Nervión. La taberna es una vieja conocida pues la visitamos por primera vez en las nupcias de nuestros anfitriones, Urrestarazu Jauna y Doña Irene. Urres es un vasco como la copa del Árbol de Gernika a quien Sevilla ha acogido como uno más hace ya la friolera de 8 años. La culpa, como no, de su señora. Cosas del amor.
El Azafrán es un local frecuentado habitualmente por toreros, deportistas y personajes populares de la ciudad. En la barra destacan los guisos marineros, los tradicionales y la caza (en temporada). Cañas bien tiradas para todo kiski y nos ponemos manos a la obra. Abrimos con la ensaladilla rusa, uno de mis indispensables. Entra como anillo al dedo. Fresca. La patata cocida en su punto y la mahonesa suave suave. No se le puede pedir más.
Seguimos con el flamenquín de pavo ahumado y queso, tapa típica sevillana que consiste en un rulo de pavo-o jamón-y queso rebozado (puede variar su elaboración dependiendo del sitio). Hablaremos de él más adelante.
De nuevo, cerveza para todo Dios. Mi memoria de elefante es infalible y no puedo evitar pedir el bacalao al ajo confitado. La BOMBA. Explosión de sabores. La salsa de tomate que lo acompaña es como para chuparse los dedos. Literal. Tiene mérito que en una ciudad de interior la tapa de bacalao sea una de las estrellas. Esto no ha hecho más que empezar.
Otro clásico, las croquetas de cabrales y nueces. 5 por ración con sus papas fritas. La combinación de cabrales, nueces y una bechamel fina como la seda de una corbata Pietro Baldini le dan un no sé qué que qué se yo. Más. Sería pecado capital no pedir la carrillada de ternera al amontillado de Jerez, jugosa y tierna como ella sola. Una vez más la salsa está de muerte. Primo, sácate unas cañas que estamos secos. Se anima la cosa.
Tostones de pueblo con Anchoas imperiales, una rebanada de pan tostado con anchoas que parecen tiburones ballena. Más pescado. La ventresca a la plancha con papas panaderas y ajo caramelizado. En su punto. Néctar imperial. Me vengo arriba. Es leer tacos de salmón ahumado con alcaparras y huevo cocido picado y ponérseme los ojos como platos. Me gusta pedir salmón ahumado allá donde voy y en este caso es un acierto. Al dente que no duro: COJONUDO. Patxi (allí todos los camareros se llaman Patxi), cerveza rubia por favor. Gracias. Y quedan dos. Especialidad de la casa: solomillo a la mostaza de sidra. Sí, señoras mías, es habitual encontrar sidra Zapiain en Sevilla. No saben nada ni ná…
La última tapa exige esperar 15 minutos pero como decía aquél, “la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. Llega la corvina a la parrilla y nos la zampamos como si fuera la primera de la tarde. Patxi, cafés, chupitos de orujo y la cuenta. Las vueltas para el chalé. En total, 17 tapas y 16 cañas. Cagando leches a ver el partido de la Real con sus correspondientes copazos y a planchar la oreja. Nos esperan tres días apasionantes.
La feria
Los orígenes de la Feria de Abril, una feria puramente ganadera y agricultora, se remontan al 25 de agosto de 1846 cuando dos empresarios asentados en Sevilla City, Narciso Bonaplata (catalán) y José María de Ybarra (vasco), redactaron una propuesta que llevaron al Cabildo Municipal pidiendo que le autorizaran durante los días 19, 20 y 21 de abril para celebrar una feria anual. A partir de la década de 1920 la feria se empieza a parecer a lo que es ahora, una ciudad artificial y efímera de sólo unos días de duración donde se instalan casetas para el regocijo de los visitantes foráneos y autóctonos, vendedores, parranderos, curiosos, artistas y famosos.
Os diréis, ¿la Feria de Abril en mayo? -pregunta a la Asociación de Hosteleros, me dicen-. A mí plin. Como si la hacen en diciembre con pingüinos tocando las palmas.
Pero vamos a dejar la teoría a un lado. Fueron 3 días de sevillanas, Tío Pepe, jolgorio y comida. Mucha comida. Y mucho jolgorio. A continuación os presento siete platos típicos de las casetas. Siempre bien regados, como no. Al lío…
Plato de ibéricos: jamón y lomo. Cortado a cuchillo. ¿Sabéis cuántos jamones pueden detallar entre las más de 3.000 casetas durante toda La Feria? Yo no.
Pimentada de chanquetes: lo que vienen a ser unos huevos rotos con pimientos, un poco dulces, patatas y chanquetes rebozados. Cojón de pato.
Croquetas de jamón y picadillo: pues eso. Croquetas de jamón cocido y ternera muy picada. De bocado. ÑAM.
Lagrimitas de pollo: sólo tres palabras: nuggets de VERDAD. Punto.
Solomillo al whisky: como suena. Solomillo de cerdo al whisky con patatas fritas. De este cayeron unos cuantos.
Flamenquín: el amiguete de antes. El de esta caseta en particular, aparte del jamón y el queso, lleva picadillo. Son hermosos, como para una persona.
Delicias de carrilleras con foie: para mi, las triunfadoras de La Feria. Saquitos rellenos de carrilleras y foie. Repito: carrilleras y foie. Dos orejas y el rabo.
Todo esto acompañado de Tío Pepe. Bien frío. Se sirve en un catavino jerezano hasta la mitad.
En resumidas cuentas, los 3 días de Feria han sido: comer, beber, bailar, beber, bailar, comer, beber, beber, bailar, comer, bailar, comer, comer, de vez en cuando hablar, beber, bailar, comer… Y así todo el rato.
Quiero dar las gracias a toda la gente que nos ha tenido a cuerpo de Rey: a Irene y Ion porque los tengo en mi corazón. Soy un poeta. A Antonio y Rosa por abrirnos las puertas de su caseta. A Rafael por su arte. A Reyes por su salero (y por ese gintonic que nos sacó). A Silvestre, te voy a desí una cosa, porque podría estar escuchándole durante horas. A Salvador y Alba porque son más majos que las pesetas. A Maria Jesús por esos ojos que le han dado. A Paula por su misión imposible de intentar enseñarme a bailar (un oso panda tiene más sentido del ritmo que yo). A Ale porque como el año que viene no esté, montamos La Feria en la China si hace falta. Y a Urko y Lore porque encontrarse a dos donostiarras en La Feria no tiene precio. Para todo lo demás…
¡Salud!
1 Comentario
Genial.