Nada más entrar un lema hedonista que recuerda a una película de Ang Lee, pero muy apropiado para un bar-restaurante, da la bienvenida al visitante en euskera: jan, edan eta gozatu (bebe, come y disfruta). En la carta le sigue una texto en euskera donde aparece la palabra drinka. «Es de un escritor vascofrancés, Manex Etxamendi», aclara Carmen Cobreros sentada en su mesa favorita, situada en un hueco que divide la zona del bar y el comedor. Es viernes por la noche, son casi las 12, y está apurando una caña Mahou bien fresquita tras una frenética jornada de trabajo que la ha mantenido ocupada en la cocina hasta ahora. Lo cierto es que a la hora de la cena costaba abrirse un hueco en la barra para llegar al fondo.
Así de intensa y ajetreada ha sido la actividad del Drinka (calle Matía 50) desde que abrió sus puertas el pasado 13 de octubre. «No hemos parado» comenta Elena, hermana de Carmen y que durante el servicio de la cena se ha ocupado de atender a los clientes y coordinar el trabajo de la sala y barra. Carmen y Elena habían llevado las riendas del diminuto bar La Consentida de Gros durante cerca de 10 años, pero tenían «ilusión» por hacer algo más ambicioso. Vieron un local en el Antiguo que tenía «posibilidades» y al que el anterior inquilino no le había sacado todo el jugo que, vistos los resultados, ahora se puede apreciar.
Acogedor, rústico y de aires nórdicos, el sello del Drinka es muy similar al que caracterizan últimamente a muchos bares y restaurantes cool en las grandes ciudades: paredes blancas, un comedor diáfano, vigas vista y mesas de madera, muebles y objetos de corte vintage y una especial atención por los pequeños detalles. Imposible no sentirte a gusto en un sitio así. Su carrera en el Antiguo está siendo triunfal, un barrio que lo ha acogido con los brazos abiertos y que ellas han redescubierto tras haber dejado Gros.
De hecho, son las primeras que hacen una encendida defensa sobre sus virtudes (personalidad propia, vida de de barrio, fuerte sentido de comunidad).»Todo el mundo está en la calle, les gusta mucho estar en la calle. La gente del Antiguo no se mueve del Antiguo. Compran en la carnicería de siempre, en la panadería… y como mucho van al Super Amara a por alguna cosa especial». Como muestra del entusiasmo y dinamismo de sus habitantes, Carmen se afana en buscar el programa de fiestas del barrio para que veamos todas las actividades que tienen previstas realizar los vecinos.
Al otro lado del túnel del Antiguo también se habla del Drinka y, además, arrastran una parte de la clientela que les ha acompañado durante su etapa en La Consentida. Desde la mesa favorita, casi un trono de madera hecho a medida por Bois et Fer, Carmen cuenta hasta 7-8 clientes que están tomando algo en la barra y eran habituales del bar de Gros. De allí han exportado algunas cosas como la curiosa hamburguesa de bonito, del que compraron 250 kilos pensando que les iba a durar una eternidad y apenas les quedan algunos lomos. En la carta hay cosas sencillas, alguna que otra innovación y un poco de todo: croquetas caseras, raciones (pulpo, guacamole con nachos, mejillones…), ensaladas, hamburguesas (entre otros, de txuleta), bocadillos y postres caseros. Elena recomienda el bocadillo de papada (carne de cerdo ibérico) que lleva mojo de vermut, rúcula, cebolla, mahonesa… y con la que acabas gustosamente pringoso.
Aunque al principio barajaron el nombre de txin-txin o topa para su negocio, al final se quedaron con Drinka y lo han adoptado como verbo-muletilla en el bar. «Venga, vamos a drinkar«, dicen. Levantan las cañas, brindan y se preparan para la foto con el alma gemela de Bette Davies fumando con mirada desafiante en la pared de atrás.
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