«Gross para mí fue el pistoletazo de salida en este mundillo, que como bien le digo a Andoni Galdos, otro enfermo del lúpulo y el alma de Gross, una vez que entras ya no hay salida». Imanol Basterra, dueño del bar Akerbeltz, habla abiertamente sobre el origen de una de sus mayores pasiones, las cervezas artesanales. Su adicción a esta bebida refrescante y con mil y un sabores y variantes empezó un tiempo atrás en alguno de sus viajes por Estados Unidos, cuna de los craft beers, las cerveceras pequeñas e independientes. «Muchas veces no sabía ni lo que estaba bebiendo, ya que no tenía mucho conocimiento», reconoce. «A raíz de que abriesen el bar Never Stop en Reyes Católicos empecé a probar craft beers europeas y a interesarme más en los diferentes tipos de cervezas».
Todas las cervezas, las industriales y las artesanas, se componen de cuatro elementos básicos: cebada, agua, lúpulo y levadura. La diferencia entre unas y otras consiste, básicamente, en una cuestión de calidad y… cariño. «¡Es cómo se hacía hace unas décadas hasta que vinieron las macro empresas y se jamaron a las locales!», señala Andoni Galdos, de Gross. «La cerveza artesana está elaborada con materia prima de primera calidad con sus debidos procesos y tiempos de fermentación». En pocas palabras, resume Andoni: «Está hecha con mimo y poco a poco».
Sin darnos cuenta nos hemos encontrado con que la oferta de cervezas se ha multiplicado en muchos bares y en tiendas más o menos especializadas. Cada vez oímos con más frecuencia expresiones como «pinchar un barril» o conocemos a gente que se apunta a catas de cervezas. Acostumbrados como estábamos a encontrar en los pasillos de Eroski media docena de tristes marcas de fabricación industrial esto es una pequeña revolución. La cerveza artesanal está de moda.
Es un mundo en el que resulta sencillo quedarse fuera de juego. Se suelen emplear un puñado de tecnicismos, en su mayoría anglicismos o prestamos lingüísticos, que a los no iniciados les suena a chino. Te sientes como un bicho raro cuando en las conversaciones entre amantes cerveceros se cuelan palabras como «pale», «ale», «craft», «brew», «lúpulo», «fermentación»… Imanol le quita hierro al asunto. «La jerga birrera no es para tanto. Todo viene de palabras inglesas y tipos de birras. No hace falta ninguna noción especial. Lo que si que es verdad es que te tienes que dar un tiempo para que tu paladar se adapte a estos nuevos sabores y amargores diferentes». Y pone un ejemplo con un estilo de cerveza llamado Ipa. » Significa Indian Pale Ale, viene de la Ale (nombre que se le da a las cervezas que fermentan a altas temperaturas) inglesa, que al tenerla que exportar a lugares mas cálidos como La India, le tenían que añadir mas lúpulo y alcohol para que la birra llegase en buenas condiciones».
Al final, se aprende con la práctica, o sea, bebiendo. En Donostia podemos empezar una ruta de cervezas artesanales por el bar Akerbeltz (calle Mari, 19) de la Parte Vieja donde tienen marcas vascas (Naparbier, Gross, Bidassoa), españolas (La Quince y Califa), muchas estadounidenses y europeas. En total ofrecen 15 botellas y latas «que van rotando cada semana» además de dos grifos exclusivos para craft beers y los can glass o vasos lata. No puede faltar en esta guía la clásica e inconfundible cervecería Etxeberria (calle Iñigo, 6) ni tampoco el bar heavy Txiki de la calle San Lorenzo, 11. En el centro el bar Never Stop (Reyes Católicos, 6) es un referente ineludible -«el Rey», según Imanol- y en esa misma calle, el Drop, que sustituye al mítico Auld Dubliner que cerró el año pasado, también cuenta con un grifo de la cerveza Gross.
En el barrio surfero prueba en los bares Mompas y Scanner, ambos en Sagüés. Pero si lo que quieres es comer y al mismo tiempo disfrutar de una cerveza en condiciones tendrás que ir al bar Essencia (Zabaleta, 42) o a uno de toda la vida, el clásico Ezkurra, en Miracruz 17. Y ya fuera de Donostia destaca el bonito restaurante Estebenea de Irun, un antiguo caserío con una terraza al aire libre y grifos de cerveza artesana.
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