La palabra «casta» se ha convertido en una recurrente muletilla cuando hablamos de política, pero también existe otra acepción mucho más amable que hace referencia a lo genuino, puro y típico. En este sentido, los bares castizos son exponentes de los usos y costumbres de un lugar y muchas veces nos recuerdan de dónde venimos, cuáles son nuestros orígenes. Por eso les tenemos tanto cariño. Porque son los guardianes de nuestras esencias. Porque son baratos. Porque es lo más parecido a estar tumbado en el sofá de tu casa con la camisa abierta viendo el partido del Plus un domingo por la tarde. Porque no hay postureo de ningún tipo. Es 100% auténtico.
Y no hace falta viajar hasta Madrid para dar con uno de estos bares tradicionales donde es habitual encontrar servilletas de papel arrugadas tiradas en el suelo, un ligero olor a fritanga, jamones colgados del techo y clientes devorando raciones de bravas. En Donostia tenemos unos cuantos sitios de estos, castizos a su manera. Si tu ideal de local es uno en el que su dueño se llame Manolo o Pepe, pongan buenas cañas y el trato con el cliente sea afable, PACO BUENO (calle Mayor, 6) debería ser tu bar de cabecera. Básicamente encontrarás gambas a la gabardina (vienen dos unidades por pintxo), bocatas de merluza rebozada que se deshacen en la boca, serrín en el suelo, pósters de boxeo, fotos de rugby y buen rollo. El buen ambiente que se respira en el bar lo ilustro con una pequeña anécdota personal: cada vez que entro, uno de sus camareros me saluda al grito de «¡qué pasa Liam Gallagher!», por mi supuesto parecido con el cantante de Oasis.
El único problema de Paco Bueno es que no se sabe muy bien cuándo abre y cuándo cierra. Así que más vale tener un as (castizo) en la manga. La mejor opción y la más cercana es el bar NARRIKA en la calle del mismo nombre, tirando hacia la 31 de Agosto. Estos días -también es casualidad- están de vacaciones, pero no es lo habitual. Hay quien defiende sus bocadillos -el Autónomo es un clásico-; yo me quedo con su plancha, curtida en mil batallas grasientas. Es la clave de una cocina sencilla, centrada en raciones de champis, pimientos y setas a la plancha. También sirven bravas y mejillones. Más clásico imposible.
Vale, lo reconozco: con Carmen, una de sus caras visibles, tuve mis más y mis menos. Y me consta que no soy el único. Puede comportarse de manera arisca y seca, susurra más que habla y te da apuro pedirle algo tan inofensivo como un vaso de agua. Pero ten un poco de paciencia. Dale tiempo. Ya verás cómo se ablanda. Y cuando, de repente, un buen día te regala una sonrisa que ilumina su rostro se te olvida todo lo demás. Por cierto, uno de sus camareros es un confeso rockero y suele poner buen rock and roll y garaje. Otro aliciente más.
Guillermo es la cara opuesta de Carmen. Sin temor a equivocarme, puede que estemos ante el hostelero más simpático de todo Donostia. Más majo imposible. Se lo digo directamente. «¡Y de alrededores!», me suelta mientras en el interior de su bar-restaurante, LA CUEVA, no cabe un alfiler. Entrar a La Cueva es retroceder varias décadas en el tiempo, volver al lugar en el que se debieron criar tus abuelos. Ubicado en el único edificio que se salvó de la quema de la ciudad en 1813, en la plaza de la Trinidad, los champiñones laminados a la plancha con pimentón son una de las indiscutibles cimas de la casa. Las guindillas, el pulpo y los txipirones son también apuesta segura. Últimamente, por 2 euros, sirven tortillitas de camarón al estilo andaluz.
Y ya fuera de la Parte Vieja vamos a hacer una parada más en CASA VALLÉS de la calle Reyes Católicos, donde dicen que se inventó La Gilda, el pintxo castizo donostiarra por antonomasia. Como buen bar a la antigua usanza que se precie, la barra está llena de camareros orondos en edad de jubilarse. Son de pocas palabras. Hay jamones por todas partes y como novedad puedes comer un apañado menú de pintxos. Pero sería injusto si no mencionase su jugosa y deliciosa tortilla de bacalao. Se merece un monumento.
4 Comentarios
¿Y La Espiga? ¿Qué pasa con las banderillas de La Espiga?
Cierto. La Espiga la tenía en mente y es uno de mis bares de referencia -ayer estaba cerrado, por cierto- para este tipo de rutas
No tortitas: tortillitas de camarones, porfavó
¡Corregido!