Me llamo Elena Barbé, soy soprano y llevo toda mi vida estudiando música. Ahora compagino mis actuaciones con la docencia en el Orfeón Donostiarra. Lo que más me gusta es cantar con orquesta. Me gustaría que poco a poco desapareciese el cliché de que la música clásica es sólo para élites, porque cualquiera puede disfrutarla si se sienta en una butaca y está receptivo. Aunque una obra no te guste, hay un abanico muy amplio, y seguro que hay cosas que te van a poner los pelos de punta.
Tengo entendido que ya eras solista en el Orfeón Donostiarra con sólo 14 años…
Así es. Siempre me gustó la música: de pequeña me ponía los discos sola y hay un montón de fotos donde salgo dormida con los cascos puestos. Mis padres consideraron que era interesante que tuviese una formación musical y me inicié en el taller de música Antxon Ayestarán. Empecé a estudiar solfeo y a los 14 años cantaba como solista en el Orfeón Donostiarra. Entonces, yo consideré que no estaba a la altura, que me tenía que formar más, y el director me recomendó a una profesora que había enseñado a María Bayo y me puse a estudiar con ella.
No tuvo que ser fácil compaginar el colegio con tus estudios de música en aquella época.
Siempre he sido muy responsable, incluso en exceso, y nunca tuve problema para sacar mis estudios. Era cuestión de organizarse. El fin de semana anterior a selectividad me fui a cantar a Barcelona, pero mis padres confiaban en mí, siempre me han apoyado mucho. Después hice la carrera en el conservatorio de Pamplona porque era conveniente estar en un ambiente musical, y a la vez estudié Magisterio Musical, para complementar mi formación y tener una opción B.
En una crítica que he leído el autor dice que llevas años luchando por conseguir estar en la posición en que ahora te encuentras, a base de mucho esfuerzo y de «incomprensiones”. ¿A qué crees que se refiere?
No estoy segura de lo que quiere decir el crítico, pero sí sé que como todo artista ha habido momentos en que uno cree que no le tienen la consideración que se merece en determinados sitios, o que le cuesta más de la cuenta. Es verdad que con el paso del tiempo y la madurez vas pasando de todo lo que ocurre a tu alrededor y te centras en hacer lo tuyo lo mejor posible, aprovechar las oportunidades que te dan, y buscar otras. Sin preocuparte demasiado de lo que ocurra alrededor porque siempre habrá cosas que consideres inacertadas, pero bueno, no se puede con todo. Yo intento vivirlo más al margen posible, y centrarme en mi estudio y mi carrera. Porque si no, hay cosas que te afectan más de la cuenta.
Pero más allá de esos ratos, vista tu trayectoria, está claro que el balance es positivo, ¿no?
Yo he tenido mucha suerte, siempre me he sentido muy bien recibida por los de alrededor. He cantado con todas las orquestas de por aquí, y me han tratado muy bien. Puedes pensar: podría ser más; pero también podría ser mucho menos. Prefiero valorar las opciones que me han dado. Me ha pasado que al terminar un ensayo los músicos me hayan aplaudido. Me respetan. A veces les he indicado que en tal parte quiero hacer esto, lo han apuntado y lo han hecho. Eso para mí no tiene precio. Porque sé que eso no es lo habitual; recibir esa respuesta por parte de los que te rodean. Así que no me puedo quejar de nada.
¿Me contarías alguno de los momentos más emocionantes que hayas vivido sobre un escenario?
Como ovación recuerdo dos: una en el Kursaal y otra en el Teatro del Orfeón. Una de esas veces que terminas y tienes la sensación de haberlo dado todo al público, de haberte entregado en cuerpo y alma, de haber sido una con la orquesta, de que todo ha fluido y que el público está sin respirar. Esa sensación es fantástica. Cuando rompen a aplaudir y les ves las caras. La otra parte que más me llena es cuando he trabajado con un gran director y me ha dado la enhorabuena.
Te confesaré que no soy una asistente habitual a la ópera, ni a recitales demúsica clásica o coral, pero tengo la sensación de que hay muchos como yo. ¿Me equivoco?
La verdad es que en nuestra cultura la música no ha sido una cosa muy elemental, aunque cuando se hacen cosas se llenan. Ahora se están haciendo cosas para niños, La Quincena Musical, por ejemplo. Esperemos que cuando esos niños crezcan pidan más oferta y consuman. Por eso no entiendo por qué no se apuesta por hacer más cosas. Tengo la sensación de que aquí todo tiene que ser en gran formato, pero hay otros países que tienen teatros de primera, segunda, tercera y quinta. Y eso da la oportunidad de ir como si fueras al cine, que es lo que ocurre en Alemania donde la gente va casi con palomitas. Eso te permite crear un movimiento muy diferente al de aquí donde un concierto parece algo extraordinario. Se ha creado la idea de que es inasequible o sólo para una élite, cuando no es así.
Ya que mencionas la Quincena Musical. ¿Qué me dices de este festival?
Es un festival que funciona muy bien y que hace mucho con los recursos que tiene. Porque llevan varios años con recortes y no han bajado el nivel. Eso es muy de agradecer y algo que habría que apoyar, porque la cultura mueve mucho dinero. Pensemos en los bares de alrededor del Kursaal cuando hay función, o en los taxis que vienen a recoger el público después.
Volviendo a ti, cantas en un montón de idiomas…
Canto mucho en italiano, porque además es un idioma que controlo mucho; también la ópera en francés, que me va bastante; en inglés; castellano para Zarzuela; latín para oratoria, que son textos religiosos; y algo en euskera. Hay cosas de la música vasca que son preciosas y siempre intento llevarlas fuera.
¿Y entiendes todo lo que cantas?
No puedo recitar un texto que no entienda y el público no puede notar que no domino el idioma, por eso manejo la traducción y la fonética. Cuando preparo una obra intento acercarme al máximo a quien domina esa lengua. Si trabajo ópera italiana me voy a Roma con una pianista de allí, me dieron una beca para ello, y me han dado facilidades. Porque no vale con la fonética. Hay que prestar atención también a la acentuación. Está claro que hay que tener un dominio muy alto del texto para que la música funcione. Además una cosa es el idioma y otra la fonética aplicada al canto.
Y además de la preparación de los textos está el cuidado de la voz.
Claro. Ahí hago lo normal: no enfriarme, mantener la salud mental y física lo mejor posible. -canto todos los días, aunque algunos descanso porque no estoy al 100% y entonces sólo estudio. La vida del cantante es como la del deportista: es un entrenamiento, un tema muy muscular de tener el cuerpo a tono y eso hace que tengas que estar a punto todos los días.
O sea que a ti no te pasa eso de salir a echarte una caña y liarte sin querer.
El sin querer no existe. Y a mí no me debe pasar. La verdad es que no me compensa. No me gusta encontrarme mal. Ahora vengo de la gripe y me cuesta mucho recuperar, que se me regenere la mucosa. Cuando estoy así trabajo, y el resultado no es el mismo. Y me gusta que si algo no sale bien que sea porque no lo estoy haciendo bien, no porque no tengo bien el cuerpo.
Confío en que te vayas recuperando. Cuando lo hagas, ¿dónde te podremos ver próximamente?
En la Basílica de Santa María el próximo 28 de febrero. Es un concierto benéfico que será muy bonito para todos los públicos, con extractos de muchas cosas. Para la gente que no está habituada, va a ser muy agradable.
(Fotografía: José Manuel Bielsa)
No hay comentarios