Soy un escritor que se debate entre si ser un escritor full time o un proveedor de textos al servicio de múltiples clientes. Disfruto especialmente escribiendo guiones para cómic y letras para canciones. Y quiero darme el lujo del tiempo para lo que será mi siguiente libro, y para descubrir lo que será, porque todavía no lo sé.
“Txalorik ez, arren”. ¿Qué nos puedes decir de este ensayo?
Es un ensayo muy breve cuyo tema es el aplauso. Esto parte de un encargo que me hicieron del Artium: tenía que elegir una obra de su catálogo y escribir algo totalmente libre. Y yo elegí una obra de Antoni Muntadas: una videoinstalación con tres pantallas de un artista catalán con gente aplaudiendo en las pantallas de los laterales, mientras pasaban aleatoriamente por la pantalla frontal imágenes bélicas que no tenían nada que ver con los laterales en los que el público inocente aplaudía. Era un montaje. Partiendo de ahí, viene una pequeña reflexión sobre el aplauso, el éxito, qué se aplaude, qué no, el elogio, los peligros del elogio… va desvariando un poco y por ahí la cosa. Es un libro de bolsillo con una edición muy cuidada e ilustrado por Idoia Beratarbide, una artista de Errenteria.
La ilustración y el cómic es algo que va mucho contigo…
Sí. De mi vocación de escritor lo que más me gusta últimamente es guionizar cómic. He tenido la suerte de conocer a un dibujante muy bueno, también de Errenteria, Iñaki Holgado. Disfruto mucho con el cómic porque el guión para cómic es el cine perfecto. Yo escribo los guiones y él los ejecuta a la perfección, a diferencia del cine. En el cómic lo que está dentro de la viñeta es lo acordado y depende de dos personas, mientras que en cine depende de otras muchas cosas. Por eso creo que el cómic es el cine perfecto, y no entiendo cómo en momentos de crisis no se invierte más en eso. Un país que no tiene una buena tradición de cómic nunca tendrá un buen cine.
Hablas de tu vocación de escritor, pero estudiaste Derecho. ¿Cuándo y cómo empiezas a escribir?
Entonces ya escribía porque tenía bastante claro que me quería dedicar a esto. Empecé a estudiar la carrera en 1993 y no había talleres literarios; yo no encontré, o no supe encontrar, ninguna carrera afín a esa vocación. Entonces acabé en Derecho por cuestiones azarosas, por pura inercia, prácticamente. Tenía amigos en Filología, Filosofía y Periodismo, que me desanimaban. “No vengas, que esto no te va a gustar”, me decían. Me fueron disuadiendo, y como mi cuarta opción era Derecho y nadie me desanimó, pues la elegí. Esto sonará un poco raro, pero para mí el Derecho siempre fue como una especie de hobby. No pretendía en ningún momento en dedicarme a eso, aunque acabé la carrera porque yo era muy formal por aquel entonces, más que ahora. Es verdad que el Derecho tiene que ver con la ambigüedad del lenguaje, cómo se hacen las leyes a veces de manera ambigua, a veces concreta… Y sí, ayuda a estructurar un poco la cabeza y ver cómo está la sociedad montada, pero nunca fue mi vocación.
Escribías durante la carrera. ¿Y antes?
Yo escribía de antes. En mi clase nadie escribía y era una cosa rara cuando era adolescente. Por eso, el ganar un premio, y conocer a gente de mi edad que también escribía fue importante. Durante la carrera sí que me dediqué a escribir. De hecho, mi primer libro de poemas lo publiqué el primer año de carrera. Para entonces ya teníamos una banda literaria e íbamos leyendo cosas por los bares, por los pueblos. Recitábamos, y llegamos incluso a grabar una maqueta, por aquel entonces en casete, en el 94 en el Altxerri. Aquello era totalmente artesanal: te estoy hablando de la era pre Internet. Compramos 500 casetes y cada uno en su casa con doble pletina iba sacando 20 copias. Así que sí, de siempre: leer, escribir…
¿Qué es eso que te engancha de la ficción? ¿Qué te da que no encuentras en otro sitio?
El otro día leía en una contraportada de un libro de Fernández Salmón que el arte es la única disciplina capaz de hacernos entender que la vida es más importante que el arte. Y es paradójico porque sí, la vida es más importante que el arte, pero para entenderla hay que pasar por el arte o filtrarla de alguna manera. Para mí, leer y escribir es vivir dos veces, porque mientras escribes y lees te preocupas de otra vida, la vas moldeando. No van en paralelo, va todo unido. A mí me encanta mi vocación por eso: vivo dos veces.
¿Y cómo vives dos veces cada día? ¿Como escritor hay una rutina bien marcada?
Si estás enfrascado en el tramo final de una novela no hay nada más en tu vida. Es preferible desaparecer porque estás muy insoportable. Pero el día a día de un escritor es bastante normal. Le dedicas unas horas, generalmente por la mañana, y luego ya es reciclaje. Antes trabajaba más por la noche, pero ahora me doy cuenta de que hay dos horas que son las que rindes, y son las primeras del día. A partir de ahí puedes dedicarte a leer o a contestar emails, pero no estás al cien por cien. El tiempo del día en el que puedes estar al cien por cien son dos o tres horas al día. No son muchas, pero son puras.
¿Frecuentas alguna tertulia literaria?
Creo que uno de los fenómenos interesantes de los últimos años es la proliferación de clubes de lectura en los diferentes pueblos de Euskadi. Sólo en euskera puede haber en torno a 40, frecuentados por entre 10 y 25 personas que todos los meses, después de haber leído un libro, se reúnen para hablar de ese libro, a veces en presencia del autor, a veces no. Éste es el núcleo duro de una parte muy inquieta literariamente. A mí me ha tocado ir a muchos de ellos y creo que es una experiencia muy enriquecedora estar con los lectores cara a cara. Esto te lleva a ver tu propio trabajo y el de los demás desde otra óptica.
¿Te sorprende a veces lo que te dicen?
Sí, porque luego hay motivos recurrentes. Si con el mismo libro vas a una decena de sitios, ves que hay preguntas y reproches que se repiten. O cosas que gustan o que no gustan y es recurrente. Y eso te da qué pensar. No te digo que dependamos de eso, pero influye en nuestra escritura o nuestros futuros libros.
En el marco de estos clubes de lectura, no sé si contemplas una nueva generación de escritores guipuzcoanos……
Yo creo que ahí tenemos una asignatura pendiente. La mayoría de la gente de los clubes de lectura es público femenino. En cuanto a edad, hay poca gente menor de 30 años. Creo que la gente joven o lee de otra manera o acuden a otros ámbitos.
Y de Beñat Sarasola, ¿qué me dices?
Beñat pertenece a una generación un poco posterior a la mía, que ya está dando muy buenos frutos porque es una generación quizás más desprejuiciada con algunas cosas. Desde muy jóvenes han viajado mucho, han estudiado fuera casi todos, y esto les da una perspectiva más flexible con ciertos temas, se toman más libertades también. A lo que añadiría que por primera vez hay cuatro generaciones de escritores vascos escribiendo simultáneamente en euskera: esto no se ha dado nunca. Durante muchos años no había diferentes generaciones de escritores trabajando en activo a la vez, y hoy sí. Y eso da una riqueza y una heterogeneidad que hace 20 años no teníamos. Escritoras como Itxaso Araque, Garazi Goia o Irati Elorrieta: curiosamente muchas de ellas viven fuera y son mujeres. Viven en Londres o Berlín y escriben desde fuera y desde un modo de estar en el mundo que es diferente y más amplio de miras que las generaciones anteriores no hemos tenido. Un planteamiento más europeo: no es casualidad que todas ellas vivan fuera.
¿Qué consejos les darías a los jóvenes escritores?
Lo básico para mí es leer porque escribir y leer son parte del mismo ejercicio. Ver a colegas que no leen demasiado es algo que me choca. Escribir sin lectura es algo que yo no concibo. Para mí lectura y escritura son como sístole y diástole. Mientras lees escribes. Yo podría estar seis meses sin escribir, pero no sin leer. Mientras lees seleccionas memorísticamente algunas cosas y olvidas otras, vas subrayando mentalmente y vas reescribiendo en tu cabeza una cosa que ya estaba escrita. Consejos no sé… Pero bueno, sí, éste puede ser uno: que nos demos el lujo del tiempo.
Si se incendia tu casa y no quedasen bibliotecas en el mundo, ¿qué tres libros te llevarías?
Difícil, es la típica pregunta a la que siempre respondes diferente. Libros importantes… Uno sería, y aquí hago trampa porque es una trilogía, «De Nuestros Antepasados«, de Italo Calvino. Calvino es un escritor que hace escritores. Creo que cuando lo lees te incita. Otro: «El Dolor«, de Margarite Duras, un libro que me impactó en su día. Es un libro que se acerca a la herida, que creo que es otro de los temas de la literatura: cómo vivir con una herida sin caerte en ella. Un tercero podría ser un libro de Roberto Bolaño: «2666«. Es la ambición literaria máxima: un hombre solo, en una isla desierta con un machete, y sigue y sigue y sigue y no sabes a dónde va, pero tiene tal fuerza que te va arrastrando. Esa cosa de pasión literaria que no puede faltar.
Eso del hombre sólo es bastante recurrente en literatura…
Eso es bastante tópico. La vida del escritor es bastante ordinaria, yo no le doy ninguna mística. Sí que es verdad que la sociedad actual no nos permite el lujo del tiempo. Cuándo te preguntan cómo va la inspiración te dan ganas de apuñalar a alguien, esto no va así. Esto es trabajo y las historias vienen y van, te motivan, te desmotivan, es como algo que te va supurando y que al final te lo tienes que quitar de encima. Sí que es verdad que las características de la profesión tal y como yo la concibo te exige mucho tiempo, dedicación, y eso va totalmente en contra de cómo está montada la sociedad. Sus parámetros de productividad con el escritor que yo entiendo no funcionan. ¿Por qué hay escritores a los que les gusta aislarse? Porque esto te ayuda a alejarte un poco del ruido y de ciertas servidumbres del día a día que no dejan afrontar proyectos de envergadura. Pero de ahí a mitificar al escritor en una buhardilla, no. Está muy bien vivir así, pero no es real.
Hablando de canciones, en tu página web confiesas ser un músico frustrado…
Sí totalmente, porque no tengo lo que hay que tener: oído. Por eso me rodeo de músicos, y les escribo o traduzco canciones. Toqué la trompeta de los 12 a los 14 años. Bueno lo intenté, para ser exactos. Hasta que el director de la banda me dijo algo muy doloroso para un niño de 14 años, pero muy sabio: “Si hasta ahora has estado aquí era porque no había otro”. Y entonces aquel día metí la trompeta en el estuche, el estuche en el desván y ahí sigue 25 años después. Yo creo que de los fracasos se aprende mucho, y trato de vengarme de eso rodeándome de músicos o escribiendo sobre música.
¿Cuáles son los mejores momentos que te ha brindado tu carrera como escritor?
Un momento especial fue con la publicación de «Twist«. Por primera vez sentí que no era una novela más, sino una novela menos en mi cuenta de debe y haber. Tuve un periplo de dos años, que me llevo a ser invitado a muchos sitios que tienen que ver con desaparecidos, y a conocer a las familias de Lasa y Zabala, gente de una categoría humana increíble. Así que lo más bonito ha sido lo extraliterario: cómo un libro te lleva a sitios, a conocer a gente, y cómo eso tiene otros efectos y acabas replanteándote qué escribes y qué sentido tiene.
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