Quedamos con Josu Urbieta, más conocido como Josu Bukowski, a una hora extraña para un garito de rock and roll, a las 12 de la mañana, entre el desayuno y el vermut, esa hora en la que no sabes si pedirte un café o la primera caña del día. El bar Bukowski, epicentro de la cultura y música underground de la ciudad, acaba de pasar por un lifting notable, uno más, desde que a finales de los años 80 abrió sus puertas en la cuesta de la calle de Egia. Ahora funciona también como cafetería y el sol impacta con alegría contra el ventanal de la entrada. En ese apacible txoko lateral, donde los grupos montan su pequeño stand de merchandising después de cada bolo, han puesto un altillo a la altura de la calle, mesas, sillas y un precioso dálmata dominante.
Pedimos un par de mostos y nos sacan unas aceitunas malagueñas a modo de cortesía de la casa. En la mesa de al lado, Picachu, el oficioso pegador de carteles de conciertos de Donostia, habla de música sin parar y ordena su material gráfico. Llega Josu. Cojea ligeramente debido a que se ha roto el menisco. «Estoy mayor», me dice, aunque aparenta mucha menos edad de la que realmente tiene.
¿Por qué habéis decidido reformar el bar?
Siempre me ha gustado cambiar el bar cada dos años, pero como nos habíamos metido en montar conciertos y más conciertos no podíamos cerrar el bar tres semanas y ponernos con la remodelación. Esto lo hemos hecho poco a poco, sin cerrar el bar.
Tiene un toque vintage auténtico, no hay nada impostado como en esas cafeterías que simulan ser de otra época…
Nunca me ha gustado pillar un decorador, eso es verdad. Llevo 19 años en el Bukowski y ésta es la tercera-cuarta reforma que hacemos. Siempre las he hecho yo. Si se lo das a un decorador te lo va a hacer todo muy guay, pero con cosas que a él le molan. Me gusta cómo ha quedado.
Está guay. ¿Querías darle un giro al bar para centrarte más en el día que en la noche?
Lo hago por necesidad y porque quería darle un giro, sí, pero no para dejar la actividad de noche. Somos un bar de noche y de fin de semana, pero también es verdad que tenía ganas de trabajar de día. Y hacía falta lavarle un poco la cara. Quería darle un poco de luz. El color azul marino está muy bien para cuando oscurece pero de día te come la luz.
¿A qué hora abrís?
Abrimos a las 10 de la mañana, pero de momento estamos probando. Probablemente en otoño abriremos antes, a las ocho de la mañana. Todo depende de cómo vaya. Quién sabe, igual no funciona y tendremos que hacer otra cosa.
Ya lo iréis viendo.
Sí, eso es. Pero tengo clara una cosa. Que después de ocho años sin hacer casi nada la cabeza me pedía un poco de luz, es casi una necesidad vital. Nos hemos centrado mucho en ser una sala. Venían los grupos a tocar, por la tarde hacían la prueba de sonido y cerrábamos el bar. Seguiremos haciendo actividades culturales, estamos condenados a ello porque somos el Bukowski, pero queremos recuperar un poco la esencia de garito. Puntualmente estamos haciendo conciertos con entrada, otros días gratis…
¿Te merece la pena montar conciertos?
Económicamente, no. La música nunca ha sido una fuente o un recurso económico. Ten en cuenta que el grupo toca una hora, pongamos de 9 a 10, y que antes he tenido que cerrar para la prueba de ensayo y hace que no pueda entrar nadie. Hay que pagarles la pensión, la cena… Hay algún concierto con el que ganas dinero, evidentemente. Pero hay muchos muchos días que pierdes. Si hiciera un balance económico saldría perdiendo.
Entonces, ¿cuál es tu motivación?
A mí me gusta, le da una identidad al local y pienso que redunda en algo positivo. Si tienes una visión cortoplacista, pues no. Pero así le das una marca. Hay gente que viene una vez y ya no más, otra que le mola porque el Bukowski es ese bar que hace conciertos. Está claro que si pones patatas bravas, unas pantallas y partidos de fútbol vas a ganar más dinero, como en un Irish pub.
¿En su día no llegó a plantearse como un Irish pub?
No, no. Pero he tenido bastantes ofertas. Digamos que la culpa de que no sea un Irish es mía (risas).
A continuación, Josu dibuja un panorama general sobre la situación de los bares y salas que programan música en directo en Donostia. La contextualización viene a cuento porque me intereso por la multa de 3.000 euros que le impuso el Ayuntamiento el pasado sábado 23 de abril en el concierto de Rafael Berrio. El argumento de los técnicos municipales era el «exceso de aforo». Fue la gota que colmó el vaso de su paciencia. Y expresó su frustración y rabia en Facebook.
Un mes más tarde, advierte, su discurso podría estar caducado y se muestra prudente. Aplaude la nueva normativa que ha aprobado recientemente el gobierno municipal y que cambia las reglas de juego radicalmente: para montar un concierto bastará con una comunicación previa al Ayuntamiento 15 días antes de la celebración del evento. Se deberán respetar, eso sí, los límites establecidos en cuanto a ruido, aforo y horarios en las ordenanzas municipales.
«Cada concierto que se hace en el Bukowski, el Dabadaba o en el Altxerri es ilegal. Da igual que el Altxerri esté en un sótano y tenga la trayectoria que tiene; da igual que el Dabadaba no tenga vecinos; da igual que esto esté insonorizado como un búnker», expone Josu, ya que ninguno de ellos cuentan con una licencia de café teatro, la necesaria según la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas del Gobierno Vasco para organizar actuaciones en directo. «Hasta ahora, los que sí podían hacerlo por ley eran un reducido grupo de locales, que tienen licencia de café teatro, más extensa en el horarío de cierre y con posibilidad de realizar eventos en vivo, pero que rara vez programan conciertos, a excepción del Doka». Defiende que los criterios por los que deba celebrarse un concierto sean “acústicos y técnicos” y no por una “cuestión jerárquica” o de tipos de licencia. “En esta situación, la mayoría de los conciertos que se hacen son ilegales, nos deja a muchos agentes y promotores como quinquis, y eso no está bien.»
Entonces, ¿cómo habéis esquivado ese escollo legal hasta ahora? ¿Cómo os lo habéis montado?
La gente piensa que en estos casos el ayuntamiento actúa como un solo ente, pero, en realidad, es bicéfalo: está Cultura (departamento de Cultura, euskera y educación) y Actividades (sección Técnica de Actividades, dentro del departamento de Urbanismo). Desde Cultura, desde el concejal hasta el último técnico de Donostia Kultura, te impulsan y, en determinados casos, te financian a través del circuito Donostikluba, para que hagas determinados eventos culturales. Cuando Donostia tenía que competir por la carrera de la capitalidad cultural había que demostrar que aquí había una efervescencia cultural que salpicaba a todos. Nos reunieron a 13 agentes, garitos, de los cuales sólo cuatro – Be Bop, Doka, Etxekalte y Komplot- tenían licencia para montar conciertos.
Nos empujaron a que organizásemos conciertos, nosotros ya manifestamos entonces que la mayoría de los allí presentes carecíamos de licencia. Desde el Ayuntamiento se nos contestó que estuviésemos tranquilos, que no pasaba nada. Pues bien, a los dos meses estuvieron a punto de chaparme el garito. No fueron los de Cultura, que se quedaron flipados, sino los de Actividades. Pero no deja de ser la misma entidad: el Ayuntamiento.
¿Cómo se entiende algo así?
La situación ha sido tan clamorosa que mientras unos hacen de poli malo (Actividades) otros han hecho la vista gorda (Cultura) apoyándote en algunos casos económicamente y nutriéndose ellos mismos de tu programación en su página web. Es algo tan notorio que el ayuntamiento prevarica y no hace su labor, que hubiera sido la de haber chapado todos los bares que no tenemos licencia. Pero claro, eso va en detrimento de Donostia como ciudad cultural. Es una situación kafkiana. Llevamos muchos años colaborando con el Ayuntamiento a la espera de que esta situación cambie.
¿Qué opinas de la nueva normativa?
Me parece positivo y es bueno que se legalice una situación que ahora es ilegal. Puede ser una buena solución. Pero por lo que he podido leer hasta ahora, parece que es una normativa más indicada a bolos tipo Olatu Talka para que en una frutería, por ejemplo, hagan un concierto puntual más que en una sala con programación constante como podemos ser nosotros o Dabadaba, que deberíamos estar cada 15 días pidiendo permiso y que lo analicen y a ver si entra dentro de sus parámetros. No parece que sea lo más práctico tener que atar un concierto de un grupo de Vancouver con cuatro meses de antelación y 15 días antes estemos esperando a ver qué pasa. Pero ya veremos cómo se lleva a cabo. Hemos tenido que esperar tres corporaciones distintas para llegar a esta nueva situación.
Y con el PNV…
Como si es con Le Pen (risas).
¿Qué pasó exactamente con el concierto de Rafael Berrio? ¿Por qué os multaron con 3.000 euros?
Un vecino denunció que se iba a hacer un concierto ilegal en el Bukowski. El ayuntamiento deja hacer, hace la vista gorda, pero si se produce una denuncia entonces tiene que actuar de alguna manera. Vienen los municipales, sacan una foto al escenario y se van. No cancelan el concierto. Toman nota y se lo comunican a los de Actividades. Nosotros tenemos una pila de actas así de grandes (hace el gesto con la mano) diciendo que hemos hecho conciertos ilegales y por todo ello se nos ha amenazado con el cierre del garito. ¿Qué ha pasado con el concierto de Rafael Berrio? Pues que en lugar de haber tomado nota diciendo que se estaba haciendo un concierto ilegal y chaparnos el garito, lo que hubiera sido una patata caliente para el Ayuntamiento en pleno año de Capitalidad cultural, fueron por el camino del medio para dejar así satisfecho al vecino. Vieron cuál era el minuto de oro del concierto y nos denunciaron por exceso de aforo.
¿Y es verdad que había más gente de la permitida por ley?
Había 122 personas y, según las dimensiones del bar y de la licencia que tenemos como categoría pub, el aforo permitido es el de 1,5 personas por cada metro cuadrado. El Bukowski tiene 100 metros cuadrados, así que el máximo debería ser de 150. Eso es lo que tengo puesto de buena fe. Pero luego, si te hacen una inspección de bomberos te pueden reducir el aforo por una serie de criterios que no sé muy bien cuáles son, de seguridad, de salida, los baños… No lo sé. Los municipales me dijeron que según venía en su ficha hecha por el informe de bomberos, el aforo del Bukowski es de 98 personas. Me quedé de piedra. Llevo toda la vida sacando 150 entradas a la venta.
Un concierto con ese aforo hace que montar conciertos sea más insostenible aún…
Yo contra eso no tengo nada que objetar. El aforo es el que es… A mí lo que me jode es cómo se han hecho aquí las cosas. Lo que yo creo que tenía que haber hecho el Ayuntamiento en este caso es ampararnos, como agente cultural y habitual colaborador con Donostiakultura, y decirle al vecino que la normativa es la que es pero que este concierto está autorizado. O por contra, castigarnos por hacer conciertos, y quedarse en evidencia. Pero optaron por multarnos y llamarnos ladrones. Para lo que les interesa bien que montan espectáculos de Poltsiko Antzerkia, de 2016 o de Donostikluba y yo lo acepto y estoy encantado de que así sea, ¿eh? Pero la realidad es que el ayuntamiento lleva 25 años organizando eventos ilegales en Le Bukowski. Y lo sabe.
¿Los 3.000 euros son firmes o estás a tiempo de recurrir?
Toda sanción es recurrible. Si yo me he pasado con el aforo asumo que me he pasado. Mi pataleta no es para que me quiten la multa. Mi pataleta es porque me parece muy hipócrita e innoble lo que ha ocurrido.
2 Comentarios
Estimado Aitor:
A los músicos se les paga lo mutuamente acordado, por supuesto. (y si no fuera así, sería una cuestión entre el promotor y los músicos. Te aclaro que el promotor no siempre es Le Bukowski, puedes ser tú mismo, si vienes mañana con una propuesta maja)
También hay músicos que quieren tocar gratis para dar una fiesta, o aquellos que acojemos en plena ruta a cambio de cervezas, cena y un techo. Las fórmulas son amplias. No hay que asociar siempre musica y escena con negocio. Se hacen muchas cosas de corazón. Puedes preguntar un poco por ahí, no tenemos fama precisamente de chulear a los artistas.
Respecto a Seg. Social, depende de muchísimos factores, como quién es el promotor, o quién va «a empresa», si el grupo carece o no de personalidad jurídica, si están dados de alta en autónomos o no, si emiten factura o no… Obviamente, jugamos en ligas menores…
Y a los compositores, los derechos se los paga la SGAE, caso de que sean miembros. Hoy en día, muchos músicos no lo son y funcionan de otra manera.
Un abrazo!
¿Y a los músicos se les paga, se les hace contrato y se les cubre la seguridad social?¿y a los compositores de la música se les pagan sus derechos en Bukowsky?