Soy Miguel Ángel Idígoras y soy periodista, periodista viajero en los últimos años, y corresponsal, que es un perfil diferente al del periodista habitual porque trabajas, para RTVE en este caso, de una manera muy específica.
Llevas trece años trabajando de corresponsal. ¿En qué se diferencia tu trabajo del de un periodista de una redacción grande?
Hay dos características que nos diferencian, no tanto al corresponsal de televisión porque aquí somos un pequeño equipo, como al corresponsal de prensa. La primera es que los corresponsales son llaneros solitarios. La gente está sola y depende de que le llamen de Madrid. Tú aquí no tienes interlocución con otros compañeros periodistas de redacción con los que hablas de temas, sino que te enfrentas solo todas las mañanas a la actualidad del país. El corresponsal al estar solo contrasta su información con la redacción central, que es su interlocución directa.
La otra diferencia es que, y más en esta ciudad y país que tiene mucha información de todo tipo, en una redacción grande hay distintas secciones que tratan cada tema, pero el corresponsal se encuentra con una avalancha de información de todo tipo y tiene que cribar pensando qué es lo que interesa en la redacción central, que es Madrid. Esta semana, por ejemplo, hemos saltado de un concierto de Myles Cirus, fenómeno de masas adolescente; a la crisis de Irlanda del Norte con los fugitivos a los que Londres les dio cartas para que no fueran perseguidos; a la apertura de la investigación del asesinato del IRA de una mujer para que no hiciese una declaración; el tema de Barclays; y una entrevista a Angelina Jolie. Tocas temas muy diferentes.
Las corresponsalías, en el caso de RTVE al menos, son puestos estrellas ocupados por profesionales con una rica trayectoria. Véase el caso de Almudena Ariza o Lorenzo Milá, por ejemplo. ¿Cuál era tu recorrido antes de embarcarte en la corresponsalía de Rabat en 2001?
El mío era basicamente haber trabajado 12 años en País Vasco durante unos años muy duros, de 1989 al 2001. Fueron muy duros porque había atentados constantemente, temas de política, desorden público… Fue una escuela de bregar todos los días. Eso te curte ante la cámara y ante informaciones delicadas. Aprendes a hacer información delicada con cierta soltura, y a tener rapidez y agilidad. También a tener un concepto de lo que son los informativos, y a trabajar en equipo. El haber trabajado 12 años así fueron decisivos para poder pasar luego a una corresponsalía como Rabat. Lo que se le pide a un corresponsal es eso: tener la suficiente versatilidad con los temas, trabajar en condiciones difíciles, y saber salir del paso cuando no se llega. Eso te lo da la experiencia de estar trabajando todos los días en una situación complicada, y eso es lo que el País Vasco fue durante mucho tiempo.
¿Cuál es la noticia que más te ha gustado dar como corresponsal?
Cuando estuve en Rabat, en el año 2005 hicimos los primeros reportajes sobre la valla. Hicimos un Informe Semanal y dimos a conocer lo que estaba pasando con los subsaharianos que llegaban allí y que luego eran deportados al desierto por Marruecos. Pudimos ver la tragedia que vivía esa gente cuando aún era desconocida. La información que dimos sirvió además para que el Gobierno de Marruecos no deportase a muchos subsaharianos. Entonces el Gobierno de Marruecos llevaba a los emigrantes de la frontera con Melilla hasta casi Argelia y los dejaban allí esperando a que se volvieran por donde habían llegado, y andaban 800 kms. Lo grabamos y se frenó un poco al sacar las imágenes.
¿Cómo has visto evolucionar esta problemática desde entonces?
África es un continente desconocido e informativamente nunca ha interesado. Hay un dato a tener en cuenta: el secuestro de las niñas nigerianas no ha saltado a la prensa hasta que Obama y su mujer se han interesado y los medios americanos y anglosajones se han hecho eco. Ya estaban secuestradas y en Occidente nadie lo daba. Eso es una reflexión: por qué el mundo anglosajón domina toda la información y el continente africano está tan dejado. La tragedia de los emigrantes subsaharianos la conocemos porque llegan hasta nuestra puerta, pero hay que ir a esos países a ver cómo viven porque no sabemos cuáles son las razones que les empujan a llegar a la valla.
Lo mismo ocurre con Latinoamérica, que a los españoles nos tendría que interesar mucho, pero no le hacemos mucho seguimiento. Al mundo anglosajón no le interesa, y entonces al mundo hispano tampoco. En ese sentido la prensa española está muy contagiada de la anglosajona. No tenemos una personalidad propia.
¿Y la peor noticia que te ha tocado dar?
Ha habido varias, atentados sobre todo. La peor: cuando mataron a Santi Oleaga, que era el gerente del DV y yo había trabajado con él. Lo mataron en Donosti. Fue duro, los atentados en general siempre lo son.
Llevas trece años de corresponsal, pero hiciste un alto en el camino para dirigir EITB durante el gobierno socialista en País Vasco. Creo que no fue una experiencia fácil…
No. Ya estaba mermando la economía: era el primer momento en el el que el grupo EITB tenía menos presupuesto que en años anteriores. Nos toco la entrada de la TDT y una transformación absoluta de las televisiones con una competencia feroz y una gran polarización de la audiencia. Otro aspecto fundamental fue que la Izquierda Abertzale estaba ilegalizada en aquel momento y teníamos un mandato del Parlamento que decía que no podía estar en esa televisión, que no podíamos ser altavoces de ese partido. Dejar fuera de los informativos a la Izquierda Abertzale es dejar fuera a una parte importante de la audiencia de EITB, pero nosotros cumplíamos con la ley.
Y recibí muchas críticas porque me posicioné muy claramente en ese sentido, no tanto desde la Izquierda Abertzale como desde los sectores nacionalistas que estaban dolidos por haber perdido EITB y todo lo que pudiese servir para sacudir a esa nueva dirección lo utilizaban. La caída de audiencias era algo que se achacaba constantemente a una mala gestión y ahora están por los suelos también, pero ahora se habla de otros factores. En vista de lo que está pasando actualmente, creo que se ve que no está tan mal lo que hicimos.
Desde luego para ti era un cambio de labores muy grande…
Cuando fui a dirigir EITB lo primero que dije fue: yo soy periodista, no gestor. Bien es cierto que la gestión económica la llevaba brillantemente Jose Ángel Quintanilla. Yo por eso no tenía ningún miedo a que la cuestión económica se nos fuese de las manos, porque había gente que sabía del tema. Por mi parte aplicaba el sentido común a la televisión y a los informativos. Y la televisión es un circo con muchas pistas: tú puedes ser trapecista, pero no sabes nada del domador. Entonces, tener una visión conjunta de ese negocio es muy complicado, porque además se mueve por factores muy difíciles de controlar. Pero desde luego te da una visión amplia de lo que es el circo.
Después de eso vuelves a Londres y en el blog que abres para esta segunda etapa británica dices que Londres es la ciudad menos británica de las ciudades británicas. ¿A qué te refieres?
Es la menos británica porque es una ciudad llena de extranjeros. Dicen las estadísticas que cuatro de cada diez habitants de Londres son turistas o extranjeras. Es una ciudad a la que llega mucha gente buscando una oportunidad de todo tipo: económica, cultural o laboral. Es una ciudad muy cosmopolita. Escuchas mucho español, paquistaní, polaco… Esta ciudad es casi un país en sí mismo, con sus propias reglas. Tiene once millones de habitantes, si no me equivoco. Cuando sales a Reino Unido te encuentras con otra cosa. Creo que la emigración ha ido difuminando su personalidad británica.
¿Qué es lo que más echas de menos de Donostia?
Pasear por la playa. Echar un vistazo a Ondarreta y pasear por la Concha.
¿Qué le recomendarías no perderse a un donostiarra en Londres?
Le recomendaría ir a Greenwich y visitar el Cutty Shark, que nos gustan mucho los barcos. Es lo más parecido a la vocación de mar que tiene Londres, con los antiguos muelles, el Canary Warf, y el estuario. También acercarse al museo naval.
¿Dónde lo mandarías a comer?
Para comer hay varios. Es caro, pero ahora Londres se quiere convertir en la meca de la gastronomía europea y mundial. Nunca han tenido peso en ese sentido, pero al llegar gente de todas partes están llegando costumbres culinarias de todo tipo.
Al que le guste la comida asiática, le recomiendo el Soho, donde tiene para dar y tomar. Si lo que quiere es mantener las costumbre de allí le recomiendo el Hispania, en Bank; el Ibérica, en Great Portland Street; Cambio de tercio; o el Donostia, que está en Marble Arch, con decoración de San Sebastián y con sidra guipuzcoana. Y el Ametsa de Arzak, el restaurante que abrió Elena Arzak, y que es el primer restaurante español que tiene una Estrella Michelín en Londres. También le recomendaría cualquier pub a comer pie y asado. Creo que a los vascos no es una comida que nos entusiasme porque recurre mucho a lo dulce, pero por qué no.
Llevas tiempo viviendo fuera, ¿cómo vas viendo Donostia cuando vuelves a casa?
Pues la veo peor porque he visto que la crisis le ha afectado y he visto mucho comercio de toda la vida que ha cerrado. Parece que hayan desaparecido señas de identidad de la ciudad. Y creo que ha perdido en actividad. Cuando voy en invierno veo que ha bajado mucho, la actividad comercial, por ejemplo. Ha perdido fuelle. Espero que lo recupere y vendrán tiempos mejores. Sé que la comparación no es agradable, pero Bilbao también ha sufrido la crisis y la actividad comercial sigue siendo pujante. También creo que Donosti está viviendo el envejecimiento de la propia sociedad vasca. La gente joven se está yendo y en ese sentido se está haciendo más gris porque la gente mayor no puede tener la misma pujanza que la gente joven.
Además San Sebastián se ha salido del mapa de las grandes giras musicales, por ejemplo. Y antes estaba en ese mapa junto con Madrid y Barcelona. No sé si lo de la capitalidad 2016 podrá traer algo, y tengo la sensación de que como se frustre ese proyecto puede ser una losa tremenda. Porque cuando se pierden las grandes oportunidades se convierten en grandes derrotas.
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