Soy bilbaino y llevo 20 años en San Sebastián. Aquí he encontrado trabajo, mujer, casa y lomos de antxoa con centollo. Es para estar agradecido. Además, mis hijos son donostiarras y por ellos y por todo he intentado adaptarme con todas mis fuerzas a las particularidades de esta ciudad.
He manifestado, en cuanto he tenido ocasión, que San Sebastián tiene cosas que no tiene el mundo entero. He ido a ver las olas de los temporales como si no hubiera salido de Castilla-La Mancha en mi vida. He dicho, con un cierto orgullo, como si eso le diera valor a mi propia existencia, que es la ciudad más cara de España. He dicho España o Estado según el interlocutor. A todas las visitas les he hablado de los siete kilómetros de paseo marítimo. Ojo, sin un solo semáforo. Un día, incluso, fui a ver los fuegos de la Semana Grande y dije un ohhh emocionado, irreprochable, generoso. Me he entregado a discusiones de acera de bar sobre la educación concertada, el fracking, el quinto contenedor y la labor social de la Kutxa como si esos temas me importaran lo más mínimo. He fingido compromiso político con una dosis ajustada de disonancia, la habitual, fuera de sospecha. He estado increíblemente cerca de votar a Odón Elorza. He dicho con convicción que la policía municipal debería tener mano dura con los dueños de perros que no recogen las cacas, he convertido ese hecho, junto con el de las bicis por la acera, en el problema principal de mi vida. He fingido que me hacen gracia las bromas sobre el Athletic que genera la sana rivalidad de Puerto Urraco que fabrican cada día los forofos de la prensa local. Me he convertido en un alcohólico tratando de ser aceptado, en vano, en alguna de esas cuadrillas cerradas desde su misma creación que solo saben relacionarse con un crianza en la mano. He pedido calamares en vez de rabas, mejillón en vez de mojojón. He fingido que me divierten las traineras, que no me importa pagar cinco euros por un talo con chorizo durante Santo Tomás, que me parece encantador aporrear las mismas siete canciones, una y otra vez, durante 24 horas seguidas, el día de San Sebastián. He participado. He disimulado. He tratado de creer. He hecho todo lo posible para convertirme en uno de vosotros.
No lo he conseguido. Así que he optado por desahogarme y decir algunas cositas. Tal vez porque he invertido muchas horas en un ejercicio inútil de integración, tal vez porque, como le pasa a Homer Simpson, lo que no comprendo lo rompo.
Lo de la capitalidad cultural, por ejemplo. La mejor ficción de este año. Gran éxito de crítica especializada y público. La Concha de Oro 2016. Qué magnífica trola. “La ciudad es una red de personas y la convivencia tiene que ver con la forma en la que éstas se relacionan”, dicen en la guía, por si no lo teníamos claro. “Difundir los valores del DSS2016EU como la participación, la conexión con Europa, la diversidad y la convivencia”. Realmente precioso. Como la metáfora de los puentes, el empoderamiento ciudadano, el capital humano, bailar juntos para vivir juntos y los corazoncitos hechos con las manos en el Stop War Festibala. Se me caen las lágrimas. Podemos cambiar el mundo con la cultura. Ze wonderful gauzak.
Siempre me ha cautivado el entusiasmo con el que los donostiarras abrazan los eventos culturales. Forma parte de la descripción que tienen de sí mismos. Si es cultural, es nuestro, siempre y cuando se presente en formato de evento. Luego a los museos no va nadie.
(Esto en Bilbao no pasa. Allí la gente acude en masa a los museos, como todo el mundo sabe. Una cosa increíble, de llamar la atención. Vamos, que tienen que cerrar el acceso, al igual que el parking de Ikea los sábados lluviosos. Y los eventos son mayoritarios de verdad. Hace unos años, cuando el séptimo centenario de la fundación de la villa por parte de Diego López de Haro, vistieron a Carlos Sobera de lo que parecía ser Cristóbal Colón y lo pasearon por Bilbao a 40 grados a la sombra bajo un multitudinario fervor popular. Espectacular. Y cuando inauguraron el metro, la gente se fue hasta Plentzia con tarteras. Eso sí que es participación ciudadana. No se puede comparar.)
De lo que no parecen darse cuenta los donostiarras es que cada evento convierte a su ciudad en una fashion city, en un producto de catálogo listo para su comercialización, en un spot en el que serán utilizados como meros figurantes. Cada festival de cine, cada certamen gastronómico, cada inclusión de Donostia en la Rough Guides como una de las ciudades más hermosas del mundo, cada una de esas inmobiliarias para extranjeros ricos que se abren en el centro atrae a un inversor que nos subirá a todos el precio del alquiler, de la caña y de la gilda, atrae un Massimo Dutti que cierra un Nerecan, atrae a un turista que acaba expulsando a un vecino.
Pero no. Es mejor seguir siendo un narciso admirando su rostro reflejado en el agua de la bahía. ¡Pero cómo se puede ser tan bonita! Es lo que tiene esta ciudad: que te ablanda sin darte cuenta. Te deja sin diques de contención para hacer frente a las olas de energía ciudadana y a la tentación de parecer alguien cultivado, y te ablanda. En fin, vosotros sabréis. Yo os dejo, que tengo hora en La Perla para un masaje geotermal relajante con piedras calientes volcánicas a cuatro manos y luego voy a desayunar al Niza, mirando el mar, tostada con mantequilla y mermelada.
32 Comentarios
Descubriendote hoy en estas lineas. Yo soy de Bilbao pero tuve un novio donostiarra, ya ves casi cometo integración, como tu, pero finalmente las cosas se torcieron, o no, el caso es que acabe en Malaga. Yo que tambien he vivido en los lados del espejo reconozco en tu caricatura la gente y ciudad que roba el alma. Entiendo que tu santa te haga dormir en el sofa tras estos explayamientos, pero oyesssss si hay que darte acomodo se te da, pero tu sigue sigue no paressss.
No me pararán con el sofá ni con nada. Tengo un compromiso con la verdad y conmigo mismo, a través de mi propio cuerpo. Mi arte está por encima de todo 🙂
[…] 7 .- Un artículo valiente que ha impresionado a muchos lectores internautas al no estar acostumbrados a este tipo de críticas, será recordado durante mucho tiempo por su genialidad y el fotón que le acompaña: “TROLAS DE ENERGÍA CIUDADANA” de Kulturaldia […]
Tengo un punto de vista diferente. Soy donostiarra trasplantado por sus padres a Madrid hace muchos años, en los años de plomo. Llevo el Ñoñostiarran Essential Kit en la maleta por si acaso siempre (incluído un jersey para llevar en los hombros, un vasito de helado vacío del Oiartzun, un palillo de tambor de cuando salí el 20-E en 4ª y 5ª de EGB y una foto de olas en el Paseo Nuevo), aunque resulta que (¡¡Oh cielos!!) soy del Real Madrid (y sí: lo era ya cuando me fui). Hoy he estado en Anoeta viendo el partido. Comiendo en el puerto con mis hermanos (que también viven en Madrid). Cada vez que vengo me (nos) invade el síndrome de Stendhal (siempre dudo dónde va la H) al ver de lejos la Barandilla (con mayúscula).
Luego, por trabajo voy a menudo a Bilbao. Mucho.
Bilbao es una ciudad. Donostia es una postal. ¡¡Pero es mi puta postal!! No te metas con el Marco Incomparable, bilbaino. Para nada. Así no vamos bien. Ni me lo toques.
Ahora en serio: Me ha hecho mucha gracia el comentario de «Esos son los Jauregi… etc». Real como la vida misma. Real como el par de post de hace mucho en este blog sobre ¿A qué colegio fuiste? y sus implicaciones en la vida adulta. Pero si pudiera elegir, o si tuviera dinero realmente y no tuviera que trabajar en lo que trabajo, volvería a Donostia sin dudarlo. Llevo fuera más de 30 años y no he dejado de querer volver a vivir allí ni un sólo día. Aunque tuviera que callarme lo de ser del Madrid. Peor es ser «del Bilbao».
PD: Bilbaíno: Si ves los fuegos pero no llevas el helado, no te has integrado, no te engañes. No lo has intentado de verdad.
PD2: En Madrid, me toman por un ser la mar de glamouroso por ser de Donostia. Simples que son también en la corte.
PD3: Hoy, uno de mis hermanos, con la camiseta del Madrid en Anoeta. Ni una mirada reprobatoria, ni un mal gesto, ni un cuchicheo. Paz y amor. Había muchas.
Me temo que me seguiré metiendo con tu «puta postal». Un poquito nada más, solo para causar algo de controversia y, tal vez, y si es posible, intentar hacer reflexionar. Para compensar el ensimismamiento y tantos comentarios elogiosos que todo el mundo, y yo el primero, hacemos siempre sobre la ciudad.
Y bien que harás. Me ha hecho gracia el post y me parece perfecto que les (nos) saques un rato de ese síndrome de Stendhal (¿o Sthendal?) en el que vivimos a modo de círculo vicioso los nativos residentes y los emigrèes. He pretendido ser irónico en lo mío, no sé si lo he conseguido, una cosa es lo que uno piensa y no siempre se transmite bien al pasarlo a papel (o pantalla).
Pero piensate lo del helao del Oiartzun con los fuegos, Puede cambiar tu punto de vista (o de gusto) sobre la integración.
Un día, si me veo con fuerzas, escribiré de esto precisamente. Porque el fútbol (la rivalidad) ha sustituido a la política como tema prohibido en algunas cuadrillas. Yo también he optado por no hablar 🙂
Aupa Alejandro! Yo soy donostiarra de toda la vida, no me gusta el fútbol y viví durante 3 años en Bilbao. Estuve encantada, la verdad. Me gusta Bilbao. También tenéis vuestras cositas pero por lo general, sois gente muy simpática.
Aunque bueno, como en todos los lados hay de todo. Como en Donosti, por ejemplo: creo que has descrito a una pequeña parte de la población de la ciudad. Así que por favor, te pido que no generalices. El resto, creo que somos bastante conscientes de que todo este teatrillo, propaganda y superficialidad, como el DSS16, todo ese despilfarro de dinero, no ayuda más que a los que se dedican a la hostelería (Hay alguna actividad que otra que merezca la pena, eeh, no digo que no…pero por lo general..es lo que tú dices…). Los que no nos dedicamos a la hostelería, que echamos de menos aquella época en la que apenas había turistas, y estamos hasta el gorro de que promocionen la ciudad. Lo único que se consigue es hacer a la ciudad económicamente dependiente del turismo y encarecer los precios para los que tratamos de sobrevivir aquí.
Donosti es una de las mejores ciudades del mundo, pero no hace falta gritarlo a los cuatro vientos.
Estamos de acuerdo entonces. Pero generalizar es inevitable al opinar con un poco de gracia. La caricatura se basa un poco en eso. Aquí hay de todo, claro, como en todas partes. Hay ñoños, hay pijos, hay negociantes, hay yihadistas de la Real, hay borrokas con botas de monte en agosto… Y también hay gente normalisima y estupenda, la mayoría. Pero son esas tendencias extremas las que, combinadas, conforman la fisonomia de la ciudad. Y eso es lo divertido y de lo que apetece escribir y leer, ¿no?
A parte de criticar y provocar, podrías también agradecer las cosas buenas que Donosti tiene y Bilbao no. Y no estoy hablando de la evidente belleza.
Por ejemplo, lo inconcebible de un artículo como el tuyo en Bilbao… Arde Troya!.
Te lo dice un donostiarra que lleva 27 años en Bilbao.
Te acompaño en el sentimiento. 🙂
Jajajajajajaaj!!!
Genial el artículo, enhorabuena.
Muchas gracias. Muy amables.
Discrepo radiKalmente con eso de que a los bilbaínos les cuesta adaptarse a Donostia. Me suena a otra de esas coplillas que por repetidas acaban asumiendo demasiado protagonismo en el repertorio. Alguno habrá, no lo dudo (los de la oficina del amigo de más arriba merecen sin duda un post específico y monográfico, lo que no estoy seguro es si en Kulturaldia o en National Geographic) pero vamos, en absoluto resulta complicado adaptarse, diría que es justo lo contrario. Lamento decirlo y con ello herir los sentimientos del sector más «exclusivo» de la ciudadanía, pero -sinceramente- no veo ningún obstáculo para adaptarse divinamente. Y en absoluto tengo la sensación de ser una excepción.
Aunque, dicho esto, también es verdad que no creo que para adaptarse a Donosti haya que sumergirse de lleno en las olas de energía ciudadana. Vamos, ni mojarse los pies siquiera. De hecho algo me dice que toda esa historieta «cultural» tiene muy poco de la Donosti real y mucho de un colectivo muy pequeño pero de una capacidad «fagocitadora» que ríete tú de los bilbaínos, esos seres brutos e implacables, envidiosos y mal educados, que se levantan cada mañana con una sola cosa en la cabeza, tarea en la que no reparan ni en ímpetu ni en gastos: Joder a Donostia.
Completamente de acuerdo. Yo no me adapto aquí porque soy un inadaptado de profesión. Pero no hay nada en esta ciudad que impida disfrutar de una vida estupenda, salvo los precios y los runners que corren en paralelo por el bidegorri.
Bueno, como han dicho por ahí arriba, la adaptación depende en buena medida de la capacidad de adaptarse de cada cual valga la refindonfia. Dicho esto el artículo me ha entretenido y como una caricatura lo tomo.
También se podría estudiar otra figura interesante que abunda en Guipuzcoa: el aldeano podrido de pasta, con una villa en Oiartzun, Zarauz o Zumaia y un Audi en la puerta del garaje que se atreve a llamar pijo o ñoñostiarra a una persona que se queda en la ciudad que ama en un barrio como Intxaurrondo pagando una pasta por un alquiler o hipoteca.
Si vas a faltar, aldeano, quédate en tu pueblo. Porque los donostiarras estamos MUY hechos a escuchar lo pijos que somos, los «esto-en-la-ciudad-no-lo-teneis», y lo poco acostumbrados que estamos a pisar boñigas.
Postureo y alardes de provinciano. Kaxero que curras en CAF y te levantas 4.000 euros al mes: mira quién es el pijo aquí y respeta que alguien ame a su pueblo y decida quedarse como tú haces con el tuyo.
Y bueno, respecto a los bilbainos…. Ya sabemos a quien tenemos de vecino. Nos han fagocitado todo lo fagocitable menos la propia ciudad en sí y porque no pueden. Pero, bueno, se les ve majos en el fondo.
Majos, no. Supermajos. Que ya sabes que en Bilbao todo es súper: superpuerto, supersur, etc.
Otro tema precioso de tocar, y sobre el que poco se ha abundado hasta el día de hoy supongo que por falta de coraje, es la relación amor-odio que los semi-donostiarras experimentan por San Sebastián. Me refiero a toda la gente que vive mirando a San Sebastián pero sin ser parte de San Sebastián: Pasajes, Hernani, Rentería, Lezo, etc. Incluso, dando por hecho que no pertenecen al Donostia fetén, yo incluiría a Alza, Intxaurrondo, Bidebieta, Trintxerpe y algún barrio más que me callo por no liarla. Es muy jodido ser, por ejemplo, de Rentería. ¿Qué haces? ¿Tú qué eres? ¿En qué quedan resumidas tus señas de identidad? En un sentimiento de culpa permanente. En un siesnó gracias al cual te toca las narices todo lo relacionado con San Sebastián excepto que un foráneo cualquiera le toque las narices a San Sebastián. Ese francés, por ejemplo, que no se ha molestado en comprobar cuál es la estación del topo en la que se tiene que bajar. En la época del Google Maps. ¿Qué siente un renteriano o un pasaitarra sobre ese francés que no sabe que el lugar más bonito del mundo empieza en Amara? Cuestiones para la reflexión.
Un señorón muy importante de esta ciudad me dijo una vez que para él la ciudad acababa a cien metros de la plaza Gipuzkoa. Gros, decía, es un barrio hecho sin gusto.
Escuchar hablar a señorones donostiarras y aguantar las arcadas. Eso debe ser el infierno.
Hola Alejandro.( tenemos una cita pendiente. Cuando quieras hablamos. )
Interesante post. Te cuento mi punto de vista.
Tengo en mi oficina 5 bilbaínos con nombre y apellidos. Algunos llevan 10 años trabajando en Donosti . Todos, sin excepción, se van todos los fines de semana a Bilbao porque en Donosti » no se encuentran «, » no hay ambiente «, » somos sosos » e » incluso » la ciudad es de una belleza artificial, insípida que contrasta con la belleza real de Bilbao «.
A mí, en cambio, me encanta Bilbao. Voy una vez a la semana e intento buscar lo que me gusta de ella y de sus habitantes. Si me adapto es porque intento disfrutar de lo que nos diferencia, de lo que no encuentro en mi habitat.
Lo siento pero no veo tanto contraste en tamaño o modernidad con Donosti. Quizá sea porque he vivido en ciudades cosmopolitas en las que la diferencia con ambas ciudades es palpable.
Es cierto que en Donosti reina la autocomplacencia y la gente va en rebaño, con su helado, a ver los fuegos. Sin embargo, para un bilbaíno que se precie, esas mismas manadas, cuando son de afición rojiblanca, son ejemplo de orgullo y no de gregarismo..
Lo que me extraña es que sea tan difícil adaptaros a los bilbaínos, que os irrite tanto las particularidades de los de aquí, que intentéis moldear a vuestro estilo, que siempre tengáis puntos la crítica o la chanza . He tenido en la agencia a riojanos, madrileños, catalanes, alaveses, norteamericanos, sudamericanos, ingleses y se les ha visto contentos. Nunca he detectado los problemas de adaptación que se palpan a primera vista en un bilbaíno medio.
Creo que era Durkheim el que decía que la adaptación exige un trabajo extra para el migrante que llega a una realidad cultural diferente a la suya.
Aunque, la verdad, no aprecio tanta diferencia cultural.
Si entre pueblos hermanos no somos capaces de apreciar lo que nos une, de admirar lo bueno del otro ( que algo tendrá Donosti ) me parece que va a ser difícil arreglar lo de los musulmanes en Europa. Visto así, quizá no sea tanta tontería organizar fastos y fiestas dedicadas a mejorar la convivencia.
Para mí esta ciudad tiene sus particularidades, como todas, sean cosmopolitas o no. No me irritan especialmente ni pretendo cambiarlas ni creo que las de mi ciudad sean más o menos adaptables para un forastero. Tampoco me interesan compararlas. Esa discusión me aburre. Lo que sí que me interesa es la mirada desde afuera, acertada o no. Es el panorama que se contempla desde uno o dos pasos atrás, desde el drama involuntario de quedarse al margen, desde la incapacidad sicológica de participar. Desde ese sitio, las ficciones del mundo se ven cristalinas. Que la cultura, los festivales de la paz, la publicidad o las clases de baile sirvan para mejorar la convivencia son, a mi juicio, algunas de esas insoportables ficciones. Mi obligación, como individuo lúcido, es tratar de desenmascararlas. No por nada, sólo para hacer ver que no me han convencido. A mí me toca hablar esta ciudad, como podría haber sido Madrid, Murcia, Bilbao o las Encartaciones. Yo no hablo de Donostia, aunque lo parezca. Hablo de la gente. Hablo de mí y de ti. De las mentiras que vamos contando por ahí. No es nada personal.
Esa angustia proviene por salir de la República Independiente. A este lado del túnel se le pone freno a tanta txotxolada.
Puede ser. Total, en el Antiguo tenemos de todo. Salvo El Corte Inglés.
Soy donostiarra, nacido en lo viejo (koxkero) y tu artículo me parece que es una definición del ambiente donostiarra totálmente acertada. Necesitamos «espejos» como éste para vernos cómo somos realmente . El problema es que nuestro «espejo» es la bahía y la imagen que nos devuelve está totalmente distorsionada. A pesar de ser de aquí estoy totalmente tengo las mismas sensaciones que tú, con el problema que no tengo la disculpa de ser forastero. A veces siento que, como a la Real , a la religión … a Donostia no se la puede criticar porque es «un sentimiento» que transciende de la realidad.
Gente de fuera como yo podemos ser un espejo para los de aquí (para algunos, al menos, los más reflexivos, los más escépticos, qué sé yo, ya que la disonancia cognitiva es una barrera difícil de superar), pero la gente de aquí también son un espejo para los de fuera. Nada hay más parecido en el mundo a un guipuzcoano que un vizcaíno. Yo escribo desde una distancia muy pequeña. Escribo de las cosas que tienen un reflejo en mí. En todos los sitios es parecido, o lo mismo. Aunque a mí me toca hablar de esto.
jajaja, genial. Muy bueno!
Yo también soy vizcaino y también llevo 20 años aquí. Como ya había vivido antes en otros sitios, ya no tuve necesidad de intentar sentirme donostiarra. Vivir aquí como un forastero outsider tiene innumerables ventajas, una de las cuales es no hacer el moñas con esa serie de temas que tan brillantemente has mencionado.
Sin embargo, si tuve una cuadrilla aquí. Incluso las cuadrillas de aquí se disgregan y evolucionan. Hay que pillarlas en el momento justo.
Te ha faltado, en mi opinión, hablar de ese sentimiento torturador que tienen los donostiarras por serlo, que es el de sentirse siempre observados porque todo el mundo les conoce (obvio cuando se crece en un pueblo) y la «asfixiante falta de libertad» que sienten por ello. Siempre me ha llamado mucho la atención ese «…esos son los Jauregi, que son amigos de la cuñada de mi tía. Espera a que pasen para hacerte el porro…»
En fin, son muy divertidas las donostiarridades, sobre todo cuando las observas desde una perspectiva de pueblerino de alrededor de bilbao. A final de los 70 y primeros 80, cuando yo acababa mi adolescencia, coger el tren e ir a Bilbao era… yo que sé, atravesar manhattan, entrar en el bronx.
Supongo que es la diferencia entre una ciudad pequeña y un pueblo grande.
A ver los siguientes capítulos. Me voy a divertir.
Un saludo
No es fácil ser donostiarra, como no es fácil ser vizcaíno en San Sebastián, como no es fácil ser bilbaíno en Bilbao, como no es fácil ser nada, si tienes un poco de lucidez. Ahora, tomarse en broma a los que se toman tan en serio alivia bastante.
Ser vizcaino en donosti es muy fácil, basta con pasar del futbol y yastá. Acabas de trascender el talón de aquiles y te conviertes en un ser inimputable. Eres igual, lo entiendes todo, lo conoces casi todo pero vienes del pueblo del primo de zumosol.
Yo hasta tengo hecha una geografía de equivalencias: zarautz es getxo, la margen izquierda va desde al alto de miracruz hasta lezo, tolosa es gernika, lasarte es basauri eta abar…
Reconozco que durante mi primer año en Donosti -llevo casi once- la frase que más repetí fue: «Es que no me gusta el fútbol». Una mentira de tal calado que probablemente roce la categoría de pecado mortal, pero bueno, era en defensa propia.