«Se empezó a imaginar en 2001 y por fin ha llegado ese momento», dijo ayer por la mañana la directora cultural de Tabakalera, Ane Rodríguez. Ese «por fin» está muy bien traído: la historia de Tabakalera como centro de cultura contemporánea -la etiqueta que finalmente se le ha puesto- ha sido larga y sinuosa desde que en 2003 cerró la antigua fábrica de tabacos y el ayuntamiento de San Sebastián, la diputación de Gipuzkoa y el Gobierno vasco compraron el edificio para convertirlo en un centro internacional de cultura.
Desde abril del 2011 el edificio de Tabakalera ha estado en obras. La rehabilitación se ha desarrollado de acuerdo al proyecto «3 en Raya» de Jon y Naiara Montero que ganó el concurso celebrado en 2008. Lo cierto es que la fachada se ha mantenido casi tal cual. El cambio más visible se ha producido con el polémico prisma de vidrio que desde el centro lo defienden porque «da una mayor visibilidad al edificio y aporta un nuevo punto de vista de la ciudad». A pesar de que el interior ha sufrido cambios evidentes para poder adecuar su espacio a un uso cultural y artístico, se respira, dentro de lo que cabe, la esencia industrial de la fábrica.
El edificio es una gran y hermosísima bestia rectangular de 113×75 metros. Abarca cinco plantas repartidas en una superficie de 37.000 metros cuadrados lleno de pasillos, tuberías a la vista, espacios híbridos y polivalentes, un palabra que ayer se repitió mucho al igual que el concepto creación. Da la sensación de estar aún en obras; de hecho, lo estará unos meses después de su inauguración. Hay muchas zonas temporalmente cerradas al público (el enorme espacio asignado a la Kutxa, el restaurante y el hotel de la azotea, la biblioteca…), cables y bombillas pululando por ahí, salas a medio hacer, manos de pintura a última hora, etc. Parece que en enero de 2016, coincidiendo con la capitalidad cultural europea, todo estará convenientemente apuntalado.
Las paredes son blancas, los paneles informativos, de corcho, marrones. Las escaleras, de madera, también. En líneas generales han optado por colores austeros (blanco, gris y marrón) para no restar protagonismo al edificio.
Lo más urgente -además de ir puliendo el contenido del edificio que debería estar en pleno rendimiento en el mes de octubre- es responder a la pregunta que se hace mucha gente en la calle: «¿Qué es Tabakalera?». Para Ane Rodríguez son tres cosas, principalmente: una plaza pública, un proyecto cultural y un ecosistema cultural generado por las instituciones y proyectos que conviven en el espacio: Festival de San Sebastián, Instituto Vasco Etxepare, Filmoteca Vasca y Fundación Kutxa.
Y ahora vamos a conocer, desde la planta baja hasta la terraza, todo lo que de momento se puede ver en Tabakalera:
Planta baja – entrada, plaza pública y bodega
Camino del túnel de Egia, también en obras, llegamos a la plaza Néstor Basterretxea donde se ha adecuado una nueva entrada principal además de la que se encuentra a la altura de la calle Duque de Mandas, que por cierto, conserva la antigua puerta de piedra. Nada más entrar te topas con uno de esos numerosos amplios espacios abiertos o «plazas públicas» que ayer sirvió para acoger el acto institucional de apertura. A los lados se pondrán en marcha distintas galerías y espacios de compra-venta (un microteatro, el estudio-galería Arteuparte, una cafetería…).
Si bajamos al sótano nos encontraremos con la bodega, «espacio que conserva las características originales del edificio y representa, de alguna manera, la memoria del mismo». En estos momentos hay una instalación audiovisual que corresponde a una serie de 12 capítulos (se añadirá un nuevo capítulo cada mes durante un año) que indaga sobre el cambio que ha supuesto pasar de la antigua fábrica tabacalera al actual centro de cultura y arte.
Planta 1 – el cine
Un pasillo en forma de zig-zag atraviesa la imponente y preciosa escalera principal. Seguimos y desde ahí llegamos a la sala de exposiciones y de conciertos de la Kutxa que aún no están abiertas al público. Al final una espectacular sala de cine que sí está lista al 100% nos aguarda. «La idea de Donostia como ciudad cinematográfica lo va a ser aún más», dijo ayer el responsable de la programación audiovisual de Tabakalera, Víctor Iriarte.
La sala, de paredes y moquetas negras, contrasta con el riguroso blanco del resto del edificio. Cuenta con una capacidad de más de 200 cómodas butacas y el precio de los pases será «popular»; costará alrededor de los 3,5 euros. Se programarán películas de «cine contemporáneo» al margen de la taquilla (en octubre ya está lista la retrospectiva sobre Andrés Di Tella) de miércoles a domingo a las siete de la tarde y diez de la noche. Ciclos como Kresala, la programación de la Filmoteca Vasca y de la propia Tabakalera se realizarán aquí.
Planta 2 – la biblioteca Ubik
Aunque se ha guardado sitio para las oficinas de Zinemaldia y la Filmoteca Vasca, la segunda planta está coronada por la biblioteca de creación Ubik. Su tarea principal es la de la difusión cultural, especialmente de la cultura contemporánea. Cuenta con dos enormes espacios a los lados, donde de momento sólo hay montones de pallets con cajas y una docena de ordenadores en los que se veía a gente trabajando. Se inaugurará a principios de diciembre y pretenden aplicar una nueva «filosofía» al concepto clásico de biblioteca.
Planta 3 – oficinas de Tabakalera, espacios para creadores, Hirikilabs…
La tercera planta es el cajón de sastre de Tabakalera. Por un lado, tenemos las oficinas principales. Por otro, éste será el punto de encuentro de los creadores y artistas a los que se les quiere asesorar, se les cederá una zona de trabajo, habrá un laboratorio de fotografía… Etxepare, Zineuskadi y la incubadora de negocios Impact Hub también estarán aquí. Y por último, el laboratorio de cultura digital y tecnológico Hirikilabs tiene asignado su espacio en esta planta.
Planta 4 y azotea
La cuarta planta corresponde a las distintas iniciativas de corte cultural y social de la Fundación Kutxa que se abrirán más adelante. La azotea, donde se encuentra la famosa prisma, también está a medias: faltan por construir el restaurante y el hotel. A cambio nos obsequian con unas impagables vistas del centro de la ciudad, el río Urumea y hasta un cachito de mar.
No hay comentarios