En 1957 hacen público su manifiesto: “El Paso es una agrupación de artistas plásticos que se han reunido para vigorizar el arte contemporáneo español, que cuenta con tan brillantes antecedentes, pero que en el momento actual (…) atraviesa una aguda crisis”. Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manolo Millares, Manuel Rivera, Antonio Saura, Pablo Serrano, Antonio Suárez, el poeta Manuel Conde y el escritor y crítico de arte José Ayllón forman la primera alineación de El Paso, a la que más adelante se les uniría Martín Chirino y Manuel Viola.
Rompen radicalmente con el inmovilismo franquista y deciden renovar el panorama artístico español. Su trabajo sólo se desarrollará durante un breve periodo de tres años, pero de su impronta abstracta y vanguardista da fe la exposición que la sala Cubo de Kutxa dedica al movimiento con 62 obras del grupo. Todos los artistas habían vivido la posguerra española y la sociedad aún estaba sumida mayoritariamente en la miseria. De alguna forma, el movimiento plasmaba en sus obras la tragedia de una época como ya lo hiciera en su día Goya como consecuencia de la Guerra de la Independencia.
En los tonos oscuros de sus obras se palpa la tragedia de un país que poco a poco comenzaba una lenta apertura al exterior. Retratan la España negra de los cincuenta, pero lo hacen a través de una actitud rompedora. Muchos de ellos habían pasado por París y ahí fue donde se conocieron Luis Feito y Rafael Canogar. Juntos compartieron alguna exposición. Y ambos trabajaron con una paleta reducida de colores: blancos, negros y magentas, principalmente. Mientras Feito parece abocado a pintar paisajes (aunque al artista esta lectura siempre le pareció reduccionista) Canogar se deja llevar por unos cuadros de grandes dimensiones y tremenda expresividad.
También destacan las tres damas de Antonio Saura. Tani, Rona y Dema parecen monstruos, personajes infaustos a los que el pintor aragonés saca una fealdad espeluznante. Apenas a un metro, juega magistralmente con el vacío en una de sus famosas “Multitudes” y con las que pretendía reflejar el clamor de las masas.
En ese mismo espacio diáfano de la entrada de la sala Cubo se imponen las esculturas de Pablo Serrano. Según explicó, sus abstractos “Hierros” surgieron tras haber subido al monte Vesubio de Nápoles, donde quedó profundamente impresionado, y le sirvieron para trasladar a la materia sus pensamientos filosóficos y otras cuestiones de índole metafísica. A esta retrospectiva del grupo El Paso conviene acercarse con la mirada limpia y actitud proactiva. Dado su tono abstracto y vanguardista más de uno puede quedarse helado al contemplar estas obras. No entran a la primera. Pero con paciencia y pudiendo echar mano de los servicios que ofrece la propia sala (la audioguía, visitas guiadas) puede convertirse en una experiencia estimulante.
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