Es un caso realmente extraño, tan atípico que José Ignacio Olave (Bilbao, 1953 -nací en Bilbao, pero soy de Eibar-), nieto del pintor Jacinto Olave, podría acceder al Olimpo vasco de los enamorados del arte. No es un coleccionista, ni un marchante. No es un mecenas. Es un editor de arte casero; es decir, un tipo que financia y promueve una obra gráfica de manera amateur. No vende copias. Las regala. Lo hace con el objetivo de vivir ese proceso creativo -desde el diseño del artista hasta que sale de la imprenta- de primera mano.
Para el gran público Olave sale ahora del anonimato. Sin embargo, lleva 20 años imprimiendo grabados de todo tipo (litografías, serigrafías, fotograbados, xilografías) y la sala Ganbara del Koldo Mitxelena Kulturunea acoge hasta el próximo 5 de diciembre medio centenar de los 81 grabados en los que ha estado involucrado todo estos años.
La exposición «El editor enmascarado» acoge piezas realmente interesantes, muy diferentes entre sí, que van desde la imagen del típico frontón euskaldun a una escena en la hierba que perfectamente podría estar sacada de la Nouvelle Vague francesa. Hay dibujos en blanco y negro y también imágenes de mucho colorido.
Los artistas a los que ha editado son Rementeria, Elespuru, Tamayo, Azpilicueta, Diez Alaba, García Seco, Lazkano y Jauregui. En realidad, el orden cronológico iría desde «La Vaca Madre» de Alberto Rementeria (1993) hasta las tres serigrafías de «Nevadako egunak» de Azpilicueta, que tras leer la novela de Bernardo Atxaga quiso editar tres imágenes del libro. También hay un texto escrito por el propio Atxaga.
Como anécdota, en la visita de la exposición nos hemos encontrado al músico y escritor Jabier Muguruza que nos ha contado que ha quedado más tarde, precisamente, con Bernardo Atxaga.
No hay comentarios