El sello Subterfuge vivió sus años de gloria en los años 90 coincidiendo con la explosión comercial del «Devil came to me» de Dover. El gupo madrileño pegó el pelotazo de su vida vendiendo cientos de miles de discos a través de un sello que hasta entonces se había movido casi exclusivamente en los márgenes de la música alternativa, en un territorio abonado a un público minoritario. Lo que ahora se entiende como independiente o indie en aquellos tiempos se conocía más bien con la etiqueta «alternativo».
La exposición que acoge la casa de cultura de Okendo de Gros hasta el próximo 5 de diciembre, «Viaje al centro de Subterfuge (1989-2014)«, da buena cuenta no sólo sobre la evolución de una casa de discos, sino también la de toda una escena musical. Subterfuge ha sido la madre de las discográficas independientes y 25 años después sigue dando guerra, ahora con un espíritu renovado fruto de los convulsos tiempos que vive la industria musical española; aunque, como diría Alfonso Guerra, después de la revolución digital, los nuevos habitos de consumo y la crisis económica, a la industria ya no la conoce ni la madre que la parió.
En lo musical Subterfuge se apuntó en un principio al punk, el garaje, el rock and roll y la cultura pop. Practicamente se sacó de la manga el concepto alternativo en un periodo más bien incierto que deambulaba entre los estertores de la Movida y el incipiente movimiento indie. En junio de 1989 Carlos Galán editaba el número 0 del fanzine Subterfuge donde se hablaba de los grupos que empezaban a asomar la cabeza, películas, cómics y toda una serie de referencias subterráneas.
El imaginario underground del sello empieza a coger forma con las primeras referencias de Doctor Explosión, Australian Blonde y compañía. Al hablar de los primeros años de Subterfuge siempre se suelen mencionar a Fangoria, Sexy Sadie, Mercromina y grupos del estilo pero bandas más rabiosas como Los Eskizos, Psilicon Flesh, Undershakers, Los Imposibles y otros muchos también giraron alrededor de la órbita del sello.
La muestra, ordenada en orden cronológico, se nutre de carteles de conciertos, entradas, fiestas, cómics, fanzines y portadas de discos. A excepción de una televisión que emite videoclips no hay soportes audiovisuales ni tampoco grandes explicaciones históricas; vale con una pequeña presentación de cuatro párrafos al inicio del recorrido.
Con el paso del tiempo, la propuesta musical de Subterfuge va perdiendo radicalismo sonoro y se instala en un lenguaje más accesible cercano al pop. Marlango, Cycle y hasta el «No puedo vivir sin ti» de Los Ronaldos se incorporan a una compañía que en los últimos años ha sacado a la luz los trabajos de gente como Annie B Sweet, Arizona Baby, Corizonas, The Bright, Tulsa… Son otros tiempos, sin duda. También para Subterfuge.
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