Las crónicas que hemos leído estos días sobre el Kutxa Kultur Festibala hablaban sobre «el concierto del siglo» de Kokoshca en el teatro Abandonado, la fogosa actuación de Los Planetas, el músculo rockero de Natural Child o la sensibilidad de dos orfebres del pop como Jacco Gardner y Sean Nicholas Savage.
El festival de Igeldo da mucho juego en lo musical. El sábado estuvo bastante mejor que el viernes y, aunque este año el nivel ha estado algunos peldaños por debajo de ediciones anteriores, con buen tiempo todo pasa a un segundo plano. Había momentos en que la mezcla kitsch del propio parque centenario, el sol, el mar y las cervezas nos invitaban a pensar que estábamos en otro mundo, en un cruce imposible entre Benidorm, Ibiza y Euskadi. Los músicos, sobre todo los extranjeros, flipan. Puede que lo mejor del Kutxa Kultur sea el propio entorno, único, imbatible y que arrebata el corazón hasta a acérrimos seguidores del Athletic como el periodista musical Eduardo Ranedo.
La fotógrafa Irene Mariscal ha vuelto a retratar a la gente que acudió al festival en este segundo capítulo de la mini-serie Backstage. Ésta es la otra crónica del Kutxa Kultur Festibala.
Hay gente que no para de hablar durante los conciertos, pero también los hay quienes siguen la música con atención (y concentración):
El viernes la cosa empezó a animarse con Grises, indie-pop desde Zestoa:
El líder de Toy terminó de fiesta en el Dabadaba. Su banda congregó al público más darks y psicodélico del día.
A Wombats les queda grande eso de ser cabezas de cartel de un festival, pero puede que en primera fila no opinen igual:
Hacia la una se acabaron los conciertos de viernes y la fiesta continuó en el after party de Gasteszena. El ambiente fue de menos a más.
Pinchaba el cantante de Belako y sus compañeras de grupo bailaron en primera fila:
La Kutxa regalaba gafas en la entrada del recinto y algunos se lo llevaron de paseo toda la noche:
No hay Kutxa kultur sin autos de choque. Eso es así:
Y tampoco hay festival sin charleta al margen de la música:
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