Un pedacito de Madrid, de ciertos bares del barrio de las letras de Madrid, se ha instalado en Reyes Católicos. Quien conozca el bar Casa Pueblo de la calle León en la capital, de la que Iñigo Agote ha sido socio, sabrá de lo que estamos hablando. En marzo de 2012 abrió el bar Kalima en la zona de Reyes Católicos (calle Larramendi nº5) inspirándose en aquél -“quería importar su calidez a Donostia, darle algunos toques como la madera y el diseño de la barra”- y con una nueva mirada sobre el negocio, alejado de los clichés de los taberneros donostiarras de la vieja escuela.
“La hostelería madrileña siempre me ha gustado mucho. Es de atención, de detallitos, la caña te la tiran muy bien… Son muy buenos y veía que en Donostia faltaba eso”, explica este donostiarra de 33 años que empezó a trabajar detrás de la barra en 1999. Tras diez años forjándose como hostelero en Madrid, pensó que había llegado el momento de regresar. Buscó un local y, menos el nombre y el cartel de la entrada, le dio un giro radical al interior.
“Estaba hecho un desastre”, rememora Iñigo, que desgrana cómo cada uno de las aportaciones que se fueron incorporando -el gran espejo horizontal, las luces tenues de las lámparas, la pintura de madera, la pizarra- buscaban un clima acogedor. Y quizás sea esa ambientación recogida y agradable, como de sala de estar entre castiza y afrancesada, su punto fuerte. “El Klima del Kalima” decimos entre risas. Suenan The Smiths, Stevie Wonder, Surfjan Stevens y algunos clásicos del rock. La música, variada pero con indudable buen gusto, es otra de sus virtudes. El volumen, además, está en su justa medida; ni muy alto ni muy bajo, ideal para conversar y/o bailar. Sólo una pega: uno de los altavoces no funciona. “¡Para Nochevieja lo arreglo!”, exclama con convicción.
En el Kalima no hay televisión -“hay que diferenciarse: todos los bares tienen una-“, ni cerveza Keler -“cuando vino el proveedor y le dije que ya tenía un acuerdo con Mahou se rió”- y también sirven cockteles a unos razonables siete euros. Ya tenemos el triunvirato del Kalima: las cervezas, los cockteles y un ambiente cálido. Sólo abre por las tardes y el fin de semana el horario se alarga hasta las cuatro de la mañana.
Las cañas, como no podía ser de otra manera, las sirve al estilo madrileño: en vaso alto o doble y en uno pequeño si es zurito, con los dos dedos precisos de cremosa espuma. Parece que gusta. Y mucho. Durante la conversación, que tiene lugar un martes por la tarde, 5 de los 7 clientes que han aparecido por el bar se han decantado por sendas cañas con sus correspondientes frutos secos. La aceitunas o cacahuetes de acompañamiento como rara avis.
9 Comentarios
El Kalima ha vuelto a abrir! Otra vez!
A ver si lo llenamos entre todos !
¡¡El Kalima ha vuelto a abrir!!
Venga, todos pa’llá a darle vida … y que no vuelva a cerrar … ¡¡leches!!
¡Sí, lo ví el otro día!
Habría que cambiar la entradilla, ¿no? «Cierra el bar Kalima …» -> «Vuelve a abrir el Kalima …». ¡Buena suerte!
¡Jajaja! 😉
¡Extra, extra! El Kalima ha cerrado hace unos días. Al parecer su responsable se sentía solo … Por suerte parece que junto a la gente del Koh Tao va a abrir un nuevo negocio por el Vaporetto.
Sí, una pena. Aunque parece que va a haber una nueva aventura hostelera. Ojalá tenga suerte.
El hombre de la foto de arriba (Iñigo Agote al parecer) y unos compañeros inauguraron ayer (agárrense, que el nombre se las trae) «La cochinita pibil» (¡Viva México!), en el local donde estaba el café bar «Vaporetto», en la calle Hondarribia. La semana que viene harán fiesta de inauguración. ¡Buena suerte!
¡Que buena noticia!